sábado, 25 de julio de 2020

La auténtica revolución (L'autèntica revolució)

 VIVA ZAPATA 1952 | MOVIES AND ACTORS IMMORTAL

Vivimos, o lo que es lo mismo, vemos pasar los días sin tomar decisiones que signifiquen una verdadera revolución. Un día despertamos y decidimos que vamos a comprar ese piso con el que siempre hemos soñado. O decidimos casarnos, tener un hijo, plantar un árbol o escribir un libro. Entendemos esos actos como una revolución en toda regla, decisiones por las que creemos deberíamos ser reconocidos en una ceremonia donde familiares y amigos nos aplauden y vitorean. Con música, fuegos artificiales y confeti.

Pero esos actos no son una revolución si no significan haber tomado una decisión que realmente nos cambiará por dentro.

Por dentro.

Millones de personas viven una vida de hijos, libros, árboles y pisos de más de cien metros cuadrados con terraza. Pero han olvidado la auténtica revolución, esa que te desmiembra y te obliga a recomponer tus órganos uno a uno.

La decisión de probar el BDSM (o de adentrarte un poco más en unos límites que crees inalcanzables) es la auténtica revolución.

Algunos pensarán que es una frivolidad comparar la decisión de practicar BDSM con tener un hijo. Cualquiera puede tener un hijo, comprar un ático, plantar un árbol e incluso escribir un libro (aunque sea un mal libro). Pero no todos pueden descubrir sus límites. El miedo es la clave. Nos causa un profundo terror el traer un hijo a este convulso mundo o el comprar un coche nuevo porque pensamos que podemos equivocarnos. Pero también sabemos que otros, como nosotros mismos, lo han hecho y han sobrevivido.

Lo hacemos, pues.

El miedo a probar o a alcanzar el límite en el BDSM es el máximo miedo que puede experimentar una persona. Aunque una vez superado este miedo, obtienes la mejor de las recompensas. Un miedo que nade de ese acto que consiste en dar un paso que crees que es imposible de desandar. ¿Y si me vuelvo un adicto al dolor o al placer? Es lo que más me preguntan. Practicar BDSM no es una adicción de la misma manera que no lo es tener hijos o comprarte pisos cada vez más grandes.

Practicar BDSM es mirar dentro de ti y encontrar la esencia.

Esta es la auténtica revolución.

Debemos romperlo todo y encontrar nuestros límites, es el único camino.


Vivim, o la cosa pròpia, veiem passar els dies sense prendre decisions que signifiquin una veritable revolució. Un dia despertem i decidim que comprarem aquest pis amb el qual sempre hem somiat. O decidim casar-nos, tenir un fill, plantar un arbre o escriure un llibre. Entenem aquests actes com una revolució en tota regla, decisions per les quals creem hauríem de ser reconeguts en una cerimònia a on familiars i amics ens aplaudeixen i victoregen. Amb música, focs artificials i confeti. Però aquests actes no són una revolució si no signifiquen haver pres una decisió que realment ens canviarà per dins. Per dins. Milions de persones viuen una vida de fills, llibres, arbres i pisos de més de cent metres quadrats amb terrassa. Però han oblidat l'autèntica revolució, aquesta que et desmembra i t'obliga a recompondre els teus òrgans un a un. La decisió de provar el BDSM (o d'endinsar-te una mica més en uns límits que creus inassolibles) és l'autèntica revolució. Alguns pensaran que és una frivolitat comparar la decisió de practicar BDSM amb tenir un fill. Qualsevol pot tenir un fill, comprar un àtic, plantar un arbre i fins i tot escriure un llibre (encara que sigui un llibre dolent). Però no tots poden descobrir els seus límits. La por és la clau. Ens causa un profund terror el fet de portar un fill a aquest convuls món o el fet de comprar un cotxe nou perquè pensem que podem equivocar-nos. Però també sabem que uns altres, com nosaltres mateixos, ho han fet i han sobreviscut. Ho fem, doncs. La por de provar o a aconseguir el límit al BDSM és la màxima por que pot experimentar una persona. Tot i que una vegada superat aquesta por, obtens la millor de les recompenses. Una por que neix d'aquest acte que consisteix a fer un pas que creus que és impossible de desfer. I si em torno un addicte al dolor o al plaer? És allò que més em pregunten. Practicar BDSM no és una addicció de la mateixa manera que no ho és tenir fills o comprar-te pisos cada vegada més grans. Practicar BDSM és mirar dins de tu i trobar l'essència. Aquesta, és l'autèntica revolució. Hem de trencar-ho tot i trobar els nostres límits, és l'únic camí.

 

martes, 21 de julio de 2020

El sádico y la masoquista (Relato)

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¿Qué desconocido resorte empuja a alguien a lanzarse dentro de una batidora industrial y pedirle a otra persona que oprima una y otra vez el botón de encendido? Los placeres que esconde la vida están siempre ahí, aunque no podamos verlos por intangibles, flotando a nuestro alrededor. Si somos capaces de alargar la mano y somos hábiles, podremos hacernos con alguno para alimentar nuestros deseos. El dolor es un placer intangible, conocemos como provocar dolor propio o ajeno, podemos ver las consecuencias del dolor: las lágrimas, los gritos, el rictus que congela nuestro rostro. Pero el dolor en si es algo que sucede dentro de nuestro cerebro, es invisible a los demás e incluso a nosotros mismos.

La muchacha, una masoquista, convivía con la constante búsqueda del resorte que la empujase un poco más aún al abismo de su dolor. En la búsqueda de las personas que oprimiesen ese botón de encendido de la batidora industrial. Poco le importaban las cicatrices, menos aún lo que pudiesen pensar de ella, poco le importaba que la humillasen hasta límites inconcebibles para el resto. Ella necesitaba ese dolor y lo necesitaba de forma tan intensa que le hiciese perder el conocimiento. Aunque las dudas y la culpabilidad impregnasen cada uno de sus pensamientos diarios, la necesidad del dolor era gigantesca en comparación con cualquier otra emoción.

El hombre, un amo, se había planteado si era un sádico o no. Lo que le gustaba era provocar sensaciones extremas en los demás. El placer ajeno alimentaba el suyo propio. Siempre había estado en la búsqueda de una auténtica masoquista para poder sacar cuanto de sádico había en él. Durante toda su vida se había cruzado con decenas de sumisas, algunas buscaban dolor, pero ninguna lo buscaba de manera tan extrema como parecía buscarlo aquella masoquista con la que se acababa de cruzar.

Dos semanas mas tarde, el hombre cerraba con fuerza su puño para golpear con rabia en el estómago de la masoquista quien se dobló de dolor y cayó al suelo, sin apenas poder respirar. Entonces el amo la cogió con fuerza del pelo y la arrastró hasta el lavabo. La lanzó al interior de la bañera, sacó su pene y orinó sobre ella, sobre su pelo, su boca, su cuerpo. La sumisa, obediente en su salvaje naturaleza, abrió la boca y bebió el dorado líquido que su nuevo amo le regalaba, esperando más. Mucho más.

Lo que vino a continuación fue lo que ambos habían pactado. El amo usó a su nueva sumisa sin ningún complejo, sabedor que por mucho que hiciese, ella siempre lo aceptaría porque necesitaba más. Por fin había dado con una auténtica masoquista que iba a poner a prueba al sádico que llevaba dentro.

La muchacha se retorcía de dolor, consciente de estar adentrándose un poco más en el abismo de su alma, como un animal salvaje al que ningún alimento puede saciar.

El amo retorció con fuerza los pezones de la sumisa obligándola a gritar de puro dolor. Aunque ese dolor quedó ahogado por la bola que, atada alrededor de su cabeza, también ahogaba cualquier otro sonido. El hombre descargó todo un catálogo de golpes sobre la sumisa, en cualquier parte de su cuerpo, con la mano abierta también con el puño. Y lo hizo mientras la sodomizaba con fuerza, intentándola partir en dos. La muchacha comenzó a sangrar por la nariz y el amo creyó adivinar una sonrisa dibujada bajo la bola que estaba metida dentro de su boca.

Entonces, solo entonces, se dio cuenta de que aquella muchacha era la sádica con la que todo amo debía cruzarse alguna vez en su vida.

Aunque fuese una única vez.


domingo, 19 de julio de 2020

Hacer o no hacer, la teoría del 15

 Archivo:Emt-madrid-15.JPG - Wikipedia, la enciclopedia libre

¿De que sirve estar esperando toda una vida a encontrar el mejor momento para que suceda algo? Nos empeñamos en convencernos de que cada cosa especial está ligada a un momento especial de nuestra vida.

Cuando era joven, tomando una cerveza en un bar, entró un tipo atlético, de mediana edad y sonrisa impecable. Eran las once de la mañana y pidió un agua al camarero mientras observaba mi cerveza. “¿Qué edad tienes?”, me preguntó de repente. No supe que contestar, por supuesto sé la edad que tengo (no me encontraron en un capazo rio abajo), pero no supe si debía contestar a una pregunta tan directa de un desconocido. “Veinte años” dije, al fin. “¿Y estás tomando una cerveza a esta hora?” preguntó entonces él.

Que un desconocido me pregunte la edad, tenía un pase. No obstante que juzgue si bebo o no una cerveza y a que hora la bebo, por ahí no estaba dispuesto a pasar. Así que desvié la vista hasta mi cerveza y propiné un largo trago mientras lo que yo esperaba fuese un incómodo silencio se interponía entre ambos.

El tipo, pretendidamente ofendido, comenzó un ensayado discurso manifestando que a sus más de cincuenta años, se encontraba en plena forma, comía sano y no bebía alcohol y hacía ejercicio para, finalmente, apostillar que él viviría mucho. O al menos más que yo, declaró señalando mi cerveza.

Pues vale, pensé. Si esperaba que le dijese algo, podía esperar sentado (en uno de los taburetes del bar). El tipo cogió su agua y salió trotando del bar para comenzar a correr por la calle en lo que imaginé sería su ejercicio diario.

Y justo cuando cruzaba el semáforo en verde, un autobús (de la línea 15), al cual le habían fallado los frenos, se llevó al hombre por delante, acabando con su vida sana de repente.

Por supuesto, me pedí otra cerveza después de contemplar tan dantesco espectáculo desde la puerta del bar. A partir de ese momento, a la gente que planifica todo en su vida, les explico “la teoría del 15”.

Si queréis hacer algo en esta vida, sea lo que sea, esté relacionado con el BDSM o con cualquier otra cosa, recordad siempre la teoría del 15.

Hay demasiados autobuses circulando para perder el tiempo con tonterías o planificando tu vida como si de una compleja estructura arquitectónica se tratase.