Truman Capote en "Un cadáver a los postres" |
Truman Capote, “el fracaso es el condimento que da sabor al éxito”
Huimos del fracaso, evitando con ello repetir cualquier sufrimiento conocido. Evitando sumar nuevo sufrimiento al que ya padecemos. Creemos que somos como un cristal al que si golpeas demasiadas veces se rompe. ¿Sabes por qué se rompe? Porque el cristal es uno de los materiales más duros que existen, prefiere romperse a doblarse.
El fracaso puede darse en cualquier ámbito, en el trabajo, en las relaciones personales (sentimentales o no), en los propósitos personales, en cualquier acción que emprendamos hay posibilidades de fracasar. ¿Acabar una relación sentimental es fracasar? En principio parece que sí, aunque mayor fracaso sería continuar con una relación insatisfactoria. Toda moneda tiene dos caras. Negativizamos la palabra “fracaso” cuando también puede ser “salvación” o “aprendizaje”. Sobre todo, aprendizaje. De los fracasos se aprende, incluso algunas empresas fomentan la cultura del error como nicho donde encontrar oportunidades de mejora.
Cuando fracasemos o entendamos que hemos fracasado, cuando tengamos el corazón roto o la cuenta vacía del banco, cuando hayamos dejado de hablarnos con un familiar o un amigo… en vez de mirarnos el estómago esperando que pase el tiempo para recuperarnos, deberíamos apretar con fuerza los músculos de ese estómago y entender que fracasar forma parte de la vida. Necesitamos cargarnos las pilas de entusiasmo para emprender nuevos retos. Vivir de los recuerdos es lo contrario a vivir el presente. Siempre escribo sobre la teoría de que, para muchas personas, el presente no existe porque constantemente van del pasado (recordando lo que les ha sucedido) al futuro (imaginando lo que podría suceder basándose en la experiencia). El cristal siempre estará ahí, sin doblarse, pero tampoco sin romperse. Y esa es la tragedia: viajamos constantemente de pasado a futuro (y viceversa) olvidando vivir el presente para evitar que el cristal se rompa. Los recuerdos son una forma de aferrarnos a lo que amamos, a quienes somos y a lo que no queremos perder. El continuismo nos proporciona seguridad, pero la vida es de todo menos continuista porque crecemos, conocemos gente, aprendemos, sufrimos y lloramos. El continuismo es lo contrario a vivir. O a sentirte vivo.
Mucha gente rechaza comenzar en el BDSM porque creen que su situación personal le impedirá tener la tranquilidad necesaria para adentrarse en algo nuevo. Pero el BDSM no tiene nada que ver en todo eso. Podríamos cambiar BDSM por “tirarnos en paracaídas” y la situación sería la misma.
El BDSM, aunque puede ser lo más intenso que conoceremos, sucede tan solo durante la sesión. Antes de cerrar la puerta y después de abrirla, seguiremos siendo nosotros. O mejor aún, después de abrirla para volver a casa, nos sentiremos mejor, más seguros, mejor preparados para continuar caminando.
Es más, diría que el BDSM es la situación ideal para curar heridas y continuar con una sonrisa dibujada en los labios.
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