viernes, 29 de marzo de 2024

Moldearse

 


Nos moldeamos conforme a la persona que está frente a nosotros. Lo hacemos de forma consciente (o no) para acercarnos más a esa otra forma de ser diferente con la que queremos establecer cualquier tipo de relación. Algunos/as aseguran con convicción "yo siempre soy la misma persona" y lo hacen en la consciencia de que mienten con firme convicción. Nadie es el mismo siempre, a no ser que tu avión haya caído al mar y seas un náufrago en una isla desierta cuyo único amigo es una pelota de futbol. Y aun y así, ese naufrago también se modela frente a la pelota porque necesita acercarse a otros, aunque se trate de una ilusión.

Cuando alguien contempla una relación BDSM (o una relación sexual) donde una persona se impone a la otra (o donde una persona adopta una posición sumisa frente a otra), uno de los argumentos para rechazarlo es que todo es irrela. El argumento es que esa persona sumisa o esa persona dominante están actuando porque no son así en la vida real, les acusan de moldearse para conseguir un propósito.

La realidad es algo diferente, llevo 38 años practicando BDSM y puedo asegurar que, cuando sucede, es el mágico instante donde las personas son más puras y auténticas que nunca, un espacio seguro donde te despojas de toda pose y actúas sin moldearte, sin juzgar ni ser juzgados en un ejercicio de libertad y placer (intelectual). Porque la persona que tienes frente a ti quiere eso de ti, igual que tu de ella. Y es entonces que me doy cuenta de que en una relación BDSM no nos moldeamos como dominantes o dominados sino que es en la vida cuando nos moldeamos como esas personas moralmente impecables que la sociedad espera de cualquier persona de bien.

Aunque todo es relativo, de acuerdo. Incluso ese naufrago tenía momentos de lucidez donde lloraba  amargamente mientras observaba la hermosa estampa la luna reflejada contra el mar, rodeado de un paisaje idílico.

miércoles, 13 de marzo de 2024

Frente a nuestros ignorantes ojos (relato brevísimo)

 


Algunas personas frente a nuestros ignorantes ojos son como hojas mecidas por el viento, cruzando ante nuestros ojos, observando nosotros ese color cobrizo culpa del árbol que la ha dejado volar sola. Esas personas son hermosas y diferentes. Son como ese tren que pasa a toda velocidad pero no se detiene en la estación en la que estamos esperando pacientemente. Algunas personas cruzan frente a nuestros ignorantes ojos y nos limitamos a observar. Al caer la noche, reflexionando con nuestra amiga la almohada, recordamos esa hoja mecida por el viento y nos damos cuenta de que deberíamos haber hecho algo mas que permanecer inmóviles, observando. Nos levantamos de golpe de la cama y salimos corriendo hasta el árbol pero alguien ha barrido las hojas. Y, a partir de ese día, nos limitamos a quedarnos unos minutos frente al árbol, esperando a que vuelva a caer una nueva y hermosa hoja. Algo único que nos mueva a salir de nuestra zona de confort y alargar la mano.