viernes, 30 de marzo de 2018

Prácticas: Control del teléfono

Cómo Hablar por Teléfono en Inglés 【 y salir bien parado 】

Hace poco conocí una relación Amo/sumisa donde el amo ejercía un control estricto sobre la sumisa y su teléfono (con quien hablaba, con quien se enviaba mensajes, etc.). Personalmente es algo que no me gusta, aunque si dos personas deciden hacer algo desde su total libertad, no tengo nada que decir. Que no me guste no significa que sea licito e incluso positivo. No obstante, desde mi óptica, es una práctica que se basa en la desconfianza porque la definición es que quiero vigilar porque creo que tengo algo que vigilar. Además, la sumisa no se sentía cómoda con ese control lo cual era como decir que el amo estaba traspasando los límites. ¿Por qué suceden estas cosas? A veces, aceptamos de la otra persona cosas que no desearíamos, por miedo a perder esa persona. Y eso es un gran error porque lo que hacemos en realidad es crear una relación de dependencia a costa de nuestra felicidad o satisfacción personal.

Aceptad cualquier cosa que os propongan (incluso el control del teléfono) pero solamente si es algo que deseáis realmente y que no traspasa ninguno de vuestros límites. De no hacer eso, entraréis en una relación tóxica que nada tiene que ver con esa relación sana que debería existir siempre entre amo y sumisa.

domingo, 18 de marzo de 2018

Bien Alejandra, buena sumisa (relato)

 

"Dejarás de temer cuando dejes de esperar” (Séneca)

Su rostro era la quintaesencia de todo cuanto asociamos a lo angelical. Podría haber sido una modelo de pasarela, una virgen pintada por Murillo o la relaciones públicas del mismísimo demonio. Podría haber hecho lo que quisiese con quien quisiese porque tal era su hermosura que las voluntades de hombres y mujeres quedaban anuladas al instante de verse reflejados en aquellos ojos azules. Alejandra era joven, hermosa y decidida. Lo cual acaba siendo

la peor de las combinaciones posibles, la más letal para todo aquel que no fuese ella misma. Sus ojos eran de un azul cristalino, coronados por dos cejas con personalidad, nariz pequeña, rasgos perfectos y unos labios carnosos que ella manejaba como arma de destrucción masiva.

Y, no obstante, esta diosa está ahora a mis pies, literalmente, desnuda y con las manos atadas a la espalda. Mirándome en actitud sumisa, puedo advertir un leve temblor en su cuerpo, quizás sea miedo, excitación o que sus desnudas rodillas reposan sobre la superficie de la fría bañera. ¿Qué importa? Hemos decidido que ese es el escenario que ella soñaba. Yo soy amo y, por supuesto, ella va a conseguir llevar ese deseo hasta la más cruda realidad. Porque es mi esclava.

—Abre la boca, sumisa —ordeno.

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Alejandra obedece, abriendo la boca, entonces introduzco mi pene entre sus labios, lentamente, pero hasta el fondo, sin previo aviso. Ahí está la primera arcada. Veo el estómago de Alejandra convulsionándose y su garganta hinchada. Retiro mi pene y Alejandra tose, a continuación, escupe contra el suelo de la bañera. Ha llegado el momento de que el ángel demuestre que, en realidad, es la peor de las diablesas. Me observa y vuelve a abrir la boca.

Bien Alejandra, buena sumisa.

Vuelvo a introducir mi pene, pero esta vez no hasta el fondo. Voy a dejar que chupe un rato, a su ritmo. No lo hace mal, es más, diría que es una gran feladora porque tiene las manos atadas a la espalda y lo hace más que bien. En un momento determinado saco mi pene de su boca y, tirando con fuerza de su pelo, le recuerdo que tiene una lengua y tiene que usarla. Vuelve a chupar, ahora jugando con la lengua.

Bien Alejandra, buena sumisa.

Entonces, sin aviso, cojo su cabeza y le clavo mi pene hasta el fondo de su garganta, ella tose y vuelve a tener una arcada, pero, en esta ocasión, dejo mi pene en el límite unos segundos más. Alejandra se convulsiona, pero no puede hacer nada, respirando con fuerza por su nariz para no ahogarse. Saco mi

pene y Alejandra tiene una pequeña arcada, algo sale de su boca, babas y restos del desayuno, estrellándose contra el suelo de la bañera. Sus maravillosos ojos azules están ahora enrojecidos y sigue escupiendo y respirando con dificultad, como si un poder invisible la hubiese golpeado en el estómago. Entonces levanta la vista hasta mí y vuelve a abrir la boca.

Bien Alejandra, buena sumisa.

Vuelvo a meter mi pene en su boca,

esta vez agarro con una la parte superior de su cabeza y con la otra su garganta. Ha llegado el momento. Comienzo a follar su boca con brusquedad, ella aguanta estoicamente. De vez en cuando saco mi pene para que pueda escupir o vomitar, pero entonces vuelvo a follar, aunque ya no es su boca, sino su garganta. Hasta el fondo. Alejandra está llorando, aunque aguanta, su barbilla, sus pechos, su estómago y sus muslos están llenos de babas y más restos del desayuno. Ese escenario no me impide seguir follando con fuerza su boca hasta que noto como el orgasmo está a punto de sobrevenirme. La informo de ello mientras meto mi polla en su garganta todo donde ambos somos anatómicamente capaces. Mi semen se desliza por su garganta. Saco mi polla y Alejandra comienza a toser, su rostro está lleno de lágrimas. Entonces me mira y abre la boca para demostrar que se lo ha tragado. Después sonríe como el ángel que nunca ha dejado de ser.

Bien Alejandra, buena sumisa. La mejor sumisa, en realidad.

 

Relato incluido en la recopilación "Perversos Relatos", a la venta en AMAZON