El físico nos condiciona, para bien y para mal. Quien niegue eso está negando la química de nuestro cerebro. La discusión comienza cuando observamos más de cerca para encontrar hasta que punto (o cuanto) nos condiciona. Imaginemos una noche de fiesta, apoyados en la barra de cualquier discoteca, peleándonos con el resto de los presentes por conseguir que nos sirvan una copa mientras somos invisibles para quien sirve las copas al otro lado. De repente vemos a alguien que nos atrae. El aspecto físico de esa persona hace que una parte de nuestro cerebro llamada área preóptica medial (mPOA), dentro del hipotálamo, comience a enviar señales neuronales a otra estructura cerebral llamada área ventral tegmental (VTA) que es la que libera la dopamina que modifica nuestro comportamiento social (y reproductivo). ¿Qué es lo que hace que esta sucesión de conexiones se desencadene o no? Eso sí que es un misterio. Aseguran que los hombres buscan un físico rotundo porque, de forma atávica, buscan a la hembra reproductiva. Seguimos teniendo el mismo cerebro que el hombre prehistórico, decía Punset, porque la sociedad ha evolucionado a una velocidad que nuestro cerebro no. Las mujeres buscan un hombre seguro, quizás fornido, buscan a ese cazador que les traiga los restos del mamut a la cueva.
Podríamos ahora ponernos intensos y protestar diciendo que es una interpretación machista, que hay otro tipo de géneros e interacciones entre ellos. De acuerdo, las combinaciones son demasiadas. Aunque este no es el campo para esa batalla. Intentamos entender por qué el físico nos condiciona en una primera instancia, no ser políticamente correctos.
En
el BDSM, condicionarse por el físico podría ser un error porque el BDSM
es, ante todo, una actividad cerebral. No será mejor amo el más
atractivo, pero tampoco será un buen amo aquel a quien una sumisa
rechace por su físico. Evidentemente, hay un componente de atracción
necesario en el BDSM, como en cualquier otro tipo de relación, puede ser
físico, intelectual o una simple sonrisa que nos enamore. Pero ahí está
y debe darse. Todos tenemos unos mínimos, en el caso del BDSM deberían
ser mínimos en su expresión más literal y evitar dejarnos llevar por esa
droga que es la Dopamina y que nos empuja a busca al mejor cazador o a
la mejor madre. ¿Entonces debemos pensar que la dopamina es lo peor porque solo sirve para excitarnos, sentirnos atraídos por alguien y escoger una pareja de BDSM porque tenemos una erección o sentimos humedad entre las piernas? ¡NO! No criminalicemos la dopapima pues lo maravilloso de este neurotransmisor que se desencadena también en nuestro cerebro ante reacciones de dolor o placer. Exacto: la dopamina es la culpable de que ciertas personas sientan placer ante el dolor.
Y es que la dopamina debería llamarse en realida BDSMINA
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