La mujer toma asiento frente al ordenador, asegurándose de que nadie la observa. Los únicos que podrían hacerlo son sus hijos que ahora duermen en la litera del dormitorio o su marido que se ha quedado también dormido en el sofá, frente al televisor, generando ese sonido entre ronquido y ahogo que a ella tanto le disgusta. La mujer ha abandonado el sofá con sigilo para ir hasta el pequeño despacho que hace las veces de trastero y las veces de salón de juegos, para encender el ordenador bucear, una noche más, en las páginas en las que ha estado sumergiéndose los últimos once días, aun a riesgo de morir ahogada. No es capaz de recordar como empezó todo, quizás fuese por haber visto recientemente una película donde un hombre parecía encontrar placer mientras le ahogaban haciendo el amor. Quizás viniese de mucho antes, cuando su primer novio le tiraba del pelo y la insultaba. Aunque rechaza esas cosas, la excitan sobremanera, consciente de que la razón y el deseo están luchando en su interior desde hace años. ¿Quién ganará? Por el motivo que sea, la bestia ha salido a la superficie y está hambrienta, lanzando dentelladas sin control en todas direcciones.
La mujer comienza, una noche más, a navegar por todas esas páginas donde se cuenta sobre dominantes y dominados. Una noche más, toda esa parafernalia y liturgia, le parecen ridículos. ¿Acaso necesitan todo eso para obtener placer? Que puede saber ella, piensa encogiéndose de hombros. La mayoría de las páginas le parecen siniestras, en vez de ayudarla a comprender, la alejan de cuanto desea. ¿Por qué se dirigen los unos a los otros como si estuviesen en la edad media? ¿A qué vienen todas esas normas que continúa aún después de las sesiones? La sola palabra “sesión” ya le asusta, como si fuese a enfrentarse a un examen de fin de carrera, ¿Será ese el problema? A pesar de saberse sumisa desde hace mucho, lo esconde porque lo asume como una anormalidad de su comportamiento. Igual de extraño que toda esa gente hablando y comportándose de esa forma
Ella es una mujer felizmente casada (aunque no feliz), con dos adorables hijos (no tan adorables), un buen trabajo (aburriéndose en una oficina) y con la vida solucionada (y dos hipotecas). La mujer agita la cabeza para eliminar ese pensamiento, si ha decidido convertirse finalmente en sumisa no será porque está aburrida de la vida que lleva sino porque siempre ha querido probarlo. ¿Quiere ser realmente una sumisa? Es la primera vez que lo verbaliza dentro de su cabeza. ¿Una sumisa nace o se hace? Siempre sintió que había algo dentro de ella, aunque ahora, mirando esas páginas, se da cuenta de que no va a ser capaz. La mujer solo quiere que le vuelvan a estirar del pelo mientras la follan con fuerza. Nada de hacer el amor: follar. Quizás que la insulten, o la aten. Solo quiere sentirse un instrumento en manos de otro, no pensar en nada, sino limitarse a obedecer. Cree que no encontrará placer en el dolor, aunque tampoco puede asegurarlo. ¿Como descubrirlo? No le parece seguro quedar con un desconocido y sabe que, si se lo propone a su marido, el la mirará con ojos desorbitados mientras dirá alguna tontería parecida a "estás volviéndote loca". ¿Y si prueba con una mujer? Ella contempla su sumisión como algo sexual y comenzar con una mujer no parece la mejor idea: demasiadas novedades juntas. Quizás deba limitarse a seguir conectándose a escondidas a medianoche y fantasear con algo que nunca sucederá. En tu imaginación no sucede nada que tú no desees. ¿Qué desea ella? Un amo, claro. ¿Lo va a encontrar en esas páginas? Quizás no sea el mejor lugar donde buscar, pero tampoco se imagina saliendo al mercado a buscar manzanas, medio pollo y un amo.
La mujer apaga el ordenador y vuelve al sofá. Su marido continúa dormitando mientras de su boca sale un sonido parecido a un ventilador estropeado.
Que maravilloso todo... ¿no?
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