Existe la recurrente pregunta de si estamos haciendo lo correcto o no cuando practicamos BDSM. Lo cual podría trasladarse del que al quien y preguntarnos si somos buenas personas o, por el contrario, somos unos enfermos o unos malvados (o unos malvados enfermos). Cuando nos saltamos la dieta cinco minutos para pedirnos una hamburguesa con patatas fritas, nos gusta atizarnos a nosotros mismos haciéndonos sentir las peores personas del mundo. Segundos después justificaremos nuestra acción repitiéndonos "por una no pasa nada" o "me lo merecía". Así de bien funciona el órgano más perfecto que tenemos dentro: el cerebro.
¿Somos malas personas por hacer lo que hacemos en un contexto BDSM? Desde el desconocimiento parece que seamos villanos y/o enfermos. Aunque yo opino que quien se tira en paracaídas o quien disfruta con las películas de Antena 3 de los sábados por la tarde son unos enfermos. Todo es cuestión de tener o no tener la información. O dicho de otra forma, juzgamos a la ligera: prejuzgamos.
Puede que una sesión BDSM, fuera de contexto y sin la información necesaria, parezca algo propio de personas que, en algún momento del día, han perdido media docena de tornillos y alguna que otra tuerca. Pero debemos recordar siempre que esas mismas personas están haciendo lo que hacen de manera voluntaria, consensuada y en un entorno sano y seguro.
Es decir, practicar BDSM es más seguro que tirarse en paracaídas y mucho más reconfortante que tragarse una película de Antena 3 de un sábado por la tarde.
Estoy seguro de que este texto no servirá para mucho porque los convencidos del BDSM solo habrán leído obviedades mientras que los neófitos desconfiarán de lo que digo. Y esa es la diferencia que nos separa: para juzgar algo tenemos que vivirlo (o intentarlo). Puedo seguir pensando que los que se lanzan desde las alturas con un trozo de tela cosida a la espalda no están bien de la cabeza y sé que nunca haré algo parecido así que continuaré argumentado que son unos enfermos aunque carezca de información, lo cual me convertirá en el idiota de la ecuación. Seré un prejuicioso. Respecto a las películas del sábado por la tarde en Antena 3, he visto unas cuantas para saber que invitan a la siesta más profunda. Así pues puedo seguir juzgándolas, aunque no las vea cada sábado.
La pregunta es: ¿queremos seguir sentados en el sofá viendo soporíferos telefilmes alemanes sobre un perro que salvó el matrimonio de un doctor con amnesia o queremos ponernos el paracaídas y emular a Ícaro?
Ahí está la clave, para juzgar debemos saber más.
Quizás deba dejar de catalogar a los paracaidistas de locos y así la gente dejará de catalogarme a mí de enfermo.