La desnudez debería ser algo natural en nuestras vidas. Debería. Pero va y resulta que no lo es. De hecho y ampliando los tiempos verbales: no lo es, no lo fue, ni lo será. Renegamos de la carne propia deseando la ajena. Como caníbales incapaces de morderse las uñas. No deseamos ser vistos pero deseamos ver. No siempre es así, pero casi siempre. Me apasiona (exactamente eso: pasión) la desnudez ajena, pero reniego de la propia. Los mecanismo de la mente me hace sentir vergüenza, me es imposible mostrarme desnudo. Y eso poco tiene que ver con la educación, la libertad o la personalidad. Tiene mucho que ver con el yo interior que tenemos, ese yo malhumorado que es nuestro peor enemigo y nos atiza desde que abrimos los ojos hasta que los volvemos a cerrar. Y no me vengáis ahora con que tengo que superar eso que ya hace año que peino canas. Vamos.
Que me disguste mostrarme desnudo no es el motivo por el que, cuando actúo como dominante (amo, vaya), me guste que la persona dominada use un antifaz. He escrito antes en este blog, muchas veces, el motivo por el que me gusta privar de algún sentido a la persona dominada. Y cuanto menos experiencia tenga, sea nuestra primera o su primera sesión, prefiero que suceda de esta egoísta forma.
Motivos: lo hago porque cuando las personas temen lo que va a suceder antes de que suceda (o no) lo mejor que podemos hacer es apagar la luz para que el temor no sea alimentado interpretando como se mueve la otra persona. También porque, para una primera vez, prefiero privar de la vista a la otra persona para reforzar mi posición de poder y porque cuando perdemos uno de los sentidos, el resto se agudizan. Si tocas la piel de una persona que no puede ver, lo sentirá más intensamente que si puede anticiparse a lo que va a pasar o ve la cara de la persona que la está acariciando. Esa venda no solo tapa los ojos, también tapa los miedos (aunque parezca lo contrario) y destapa el resto de sentidos.
Justificación (mas que explicación) aparte del porque no tiene nada que ver mi vergüenza por mostrarme desnudo con que la otra persona esté con los ojos vendados, pasaremos a los postres previa disculpa porque soy consciente de que el primer y el segundo plato no han sido sabrosos. Vamos, que no paso ni el primer corte de Masterchef.
Volvamos a lo mollar: me gusta ver a las otras personas desnudas, sentarme a mirar, simplemente, aunque no haya una intención sexual en ello. Me gusta sentarme en un chiringuito de playa (cerveza mediante) y ver pasar a todo tipo de personas de todas las tallas y géneros, cuasi desnudas, de un lado a otro. Y las observo sin ninguna intención sexual. Solo porque me apetece y me divierte, me fascina y me entretiene. Y si con eso soy considerado como un voyeur (que quizás lo sea) me da igual. Quien crea que estoy sexualizando a las personas a través de sus físicos es que no entiende nada de lo que he dicho hasta ahora. Quien crea que soy un egocéntrico cobarde porque tapo los ojos de las personas cuando las domino porque siento vergüenza de mostrar mi cuerpo (que no de mi cuerpo) es porque se están juzgando a ellos mismos.
Todo es mas sencillo: me gusta ver a las personas desnudas, siento curiosidad por ver que esconden debajo de la ropa. Y lo hago sin ninguna intención sexual. A no ser que la persona me atraiga, claro... pero esto otro lo hacemos todo aunque lo neguemos.
Viva los cuerpos desnudos. Pero los de los demás. ¡Que viva el tuyo!
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