domingo, 27 de noviembre de 2022

La educación de Alba - primer día (relato)


Alba ha acabado de trabajar hace media hora, el frio es intenso pero el sol se esfuerza por lucir en lo más alto. Evitando la sombra de los edificios, Alba ha conseguido serpentear por las calles para, parafraseando al más odioso de los fascistas, permanecer todo el rato cara al sol. Ahora está frente a la casa de aquel que es su amo, quizás su amante, la persona que alimenta sus fantasías y hace que vuelva a creer en el reencuentro con una parte de si misma. Media hora caminando entre pensamientos contrarios donde una pequeña muñeca de tela con su rostro y unas alas cosidas a la espalda, la aconseja volver a casa y dejar de hacer el idiota mientras otra pequeña muñeca de tela de color rojo, apoyada en el otro hombro, le susurra obscenidades, convirtiéndose en el combustible que la empuja hacia los brazos de ese dominante/amante. Alba continua caminando no porque el diablillo de tela con su cara fuese más convincente que su némesis textil sino porque sabe que, en cualquier momento, puede entrar en una boca de metro y acabar con esa locura. Simpre hay que tener un plan B, aunque se te quede una cara de cobarde cuando te ves reflejada en la ventanilla del vagón.

Finalmente ha llegado. Su amo le dijo que la primera sesión sería muy diferente a lo esperado. Algo suave, sensual, algo casi casto. Su amo. ¿Le gusta o le disgusta esa palabra? Nadie debería tener un amo. Le repugna la palabra pero adora cuanto pueda suceder como consecuencia de esa misma palabra. 

Las contradicciones que hacen que el planeta tierra siga girando.

De repente lo tiene mas claro que lo ha tenido hasta ahora. Va a subir a ese piso, definitvamente

Dos pisos mas arriba, la puerta esta abierta y un antifaz está colgado del interfono. Alba lo coge, cierra la puerta y se lo coloca rápidamente, no quiere ver mas de la casa. Entonces dice "ya estoy, amo" y escucha unos pasos acercándose hasta ella. Alba siente que el corazón le va a salir por la boca. Una dulce muerte, en definitiva.

Su amo. Si, SU AMO la abraza. Alba está a punto de echarse a llorar, no esperaba eso. Después el amo la coge con cuidado de los hombros y la conduce por una especie de pasillo hasta el comedor. El lugar es cálido, quizás tenga la calefacción puesta, también huele como a incienso. 

-¿Que has venido a hacer Alba? -pregunta el hombre con voz firme

-Lo que tu desees amo -contesta ella.

-Hoy es tu primer día. Simplemente déjate llevar, conectemos.

Alba asiente y poco después puede notar las manos de su amo acariciándola por todo el cuerpo, por encima de la ropa, introduciéndose por su escote, bajo su falda. Entonces su amo comienza a desnudarla lentamente, como si cada una de las piezas de ropa que lleva estuviesen tejida de la mas frágil de las sedas que pudiese romperse, como si ella fuese un maniquí de cristal.

Su amo vuelve a acariciarla, ahora con la punta de un dedo, recorriendo todo si cuerpo hasta detenerse en la frondosidad de su pubis, desciende un poco mas y se abre camino entre el vello húmedo hasta dar con el clítoris y jugar con él. Alba puede oler su propio sexo, siente como palpita esperando que el hombre meta sus dedos en el. El hombre lo hace, suavemente, metiendo algún dedo, jugando con su clítoris, con sus pezones, incluso metiendo la punta de otro dedo en su ano, todo muy suavemente, descubriendo sus reacciones aprendiendo que es lo que hace estremecer a su sumisa, besándola en el cuello, en los labios. Y cuando Alba esta a punto de correrse, su amo la coge del pelo y tira con fuerza hacia atrás de su cabeza haciendo que el grito de placer de Alba salga disparado hacia el cielo, atravesando los suelos y los techos que hay sobre sus cabezas.

Porque lo que para unos es un suelo, para otros es el techo, depende de como quieras verlo o de donde estés. Lo que para unos es perversión, para otros es deseo. Lo que para unos es prohibido, para otros es buscado. Lo que para unos es pecado, para otros es gloria.

Su amo retira los dedos de su vagina y los mete en la boca de ella para que Alba saboree sus flujos. Entre salados y amargos, pero deliciosos. Alba chupa esos dedos como si la polla de su amo se tratase.

-¿Cómo te encuentras Alba? -pregunta el hombre sacando los dedos de su boca.

-No sabría decirte amo. Pero todo es bueno, es bien.

Acaba de decir amo. No debería haberlo hecho, prefiere pensar que lo sucedido ha sido algo de igual a igual, un momento de sensualidad descontrolada que la reconectar con lo que esconde su estómago.

-Amo... -continua Alba- ¿no es extraño que tu sumisa se haya corrido pero tu no? 

Alba iba a continuar diciendo que le parece injusto, que desea que su amo se corra en su rostro, encima del antifaz, ha fantaseado con eso. Pero prefiere callar, aun le tiemblan las piernas y no quiere decir algo que la haga parecer estúpida. ¿Qué puede saber ella sobre el BDSM? No sabe demasiado pero quiere aprender.

-Mañana volverás tu -comienza el amo agarrándola del pelo- y conseguirás, con tu boca, que yo tenga ese orgasmo.

-Si amo.

El amo, la ayuda a vestirse, después la encamina hacia la salida, Alba sigue sumida en la oscuridad, entonces el amo la abraza, la besa y le susurra al oído que lo ha hecho bien, que está orgulloso de ella. Alba asiente. Al sentir el abrazo y los besos siente también que necesita más, pero le gusta que la obligue a irse. Es lo que debe ser, es lo que no debe ser pero es. Abandonarse mutuamente es la única forma de poder comprender lo sucedido, reinventarse y comenzar el segundo capítulo donde ella llegue a esa casa, se ponga el antifaz, se arrodille y abra su boca. Ojalá el se corra en su cara, desea sentir ese semen caliente por todo su rostro, pero no se lo va a pedir. No va a pedir nada, cuando vuelva se limitará a obedecer. 

Ahora confía en su amo.

SU AMO.

El abrazo cesa y Alba se queda sola, en la entrada de la casa. Escucha a lo lejos decir "puedes irte". Alba se quita el antifaz, lo deja colgado del interfono donde lo encontró y se va de la casa, coge el ascensor, le tiemblan las piernas y es incapaz de bajar dos pisos caminando. Mientras desciende, en el espejo, ve su cara y su pelo desordenado. Alba sonríe pero no se arregla el pelo. Lo prefiere así. En la calle, sigue haciendo frio, nada que ver con la calidez del lugar que acaba de abandonar. Alba sonríe, con los últimos ecos del orgasmo aun palpitando en su vagina, y se dirige a la estación para coger el tren que la lleve a casa.

Mañana será otro día. El segundo día.

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