lunes, 28 de noviembre de 2022

La educación de Alba - segundo día (relato)


Al día siguiente, Alba vuelve a salir del trabajo, como cada día, como el resto de los días, agradeciendo tanto tener trabajo como haber escapado de él y disponer del resto del día. Alba levanta la cabeza y observa el cielo mas oscuro que el día anterior. Ahora las nubes son oscuras, cargadas de lluvia, posiblemente. El solo está desaparecido tras ellas. Alba se encoge dentro de su abrigo y reza porque ese tiempo metereológico no sea el presagio de lo que está por venir.

Ahora debe tomar una decisión. O volver a casa de aquel se se erige como su amo o volver a su propia casa, obviando todo cuando de excitante y peligroso hay en la propuesta. Quizás deba hacer como el día anterior, caminar hacia casa de aquel hombre, lentamente, pensando a cada paso y con la coartada de darse la vuelta en cualquier momento.

Comienza a llover, no demasiado fuerte. Alba ha olvidado el paraguas en casa así que se refugia en un portal y vuelve a levantar la vista la cielo. Quizás sea una señal: la lluvia, el paraguas, la ausencia de sol, las dudas... sabe que si vuelve a casa del hombre deberá ponerse el antifaz, arrodillarse y chuparle la polla hasta dejarle satisfecho. No hay opción a la sorpresa. ¿Es lo que ella quiere? Preferiría estirarse en una cama, rodeada de música tranquila, velas, incienso y aquel hombre comiéndole el coño. Pero, por otro lado, le excita demasiado la idea de que el hombre la coja del pelo y le folle la boca.

De nuevo el demonio y el ángel de trapo están bailando sobre sus hombros.

Ha dejado de llover. Es el momento de tomar una decisión.

Alba sale del portal y se encamina hacia la casa del hombre, con paso decidido, dispuesta a equivocarse. De eso se trata: vivir con el paracaídas siempre en la espalda es demasiado fácil. Los peligros son la pimenta en el plato de verdura cocida.

Alba llega al mismo edificio que el día anterior, oprime con decisión el timbre y sube las escaleras de dos en dos. La puerta esta abierta, el olor, la música, el antifaz colgado en la entrada. La repetición del dia anterior. La marmota Phil saliendo de su escondrijo para predecir seis semanas mas de invierno.

Alba cierra la puerta, se coloca el antifaz y dice "ya estoy", omitiendo a posta la palabra "amo", prefiere no decirla, de repente descubre que se siente más cómoda viendo aquello como una relación mas "normalizada" donde ella es pasiva y el hombre activo pero sin amos ni sumisas. ¿Le molestará a él? Si ese hombre es como Alba cree que es entonces no le molestará en absoluto. Ojalá.

El hombre la conduce hasta el comedor, le ata las manos a la espalda con una especie de grilletes de tela suave y la ayuda a arrodillarse. Alba abre la boca sin que se lo ordenen y el hombre mete su polla dentro. Alba comienza a chupar, lentamente, permitiendo que el hombre, que coge su cabeza, dirija sus movimientos, su velocidad. El hombre le indica que debe usar la lengua, Alba obedece y siente como aquel trozo de carne comienza a crecer de tamaño dentro de su boca. Está orgullosa pero no de la mamada que está haciendo sino de haber vuelto a aquella casa sin tantas vacilaciones como el día anterior.

Alba se dedica a su tarea rodeada de música, calidez y olor a vainilla, todo tan delicioso como perverso. Le gustaría poder utilizar sus manos pero lo primero que ha hecho el hombre es atárselas a la espalda. Tampoco la ha desnudado. Simplemente está utilizando su boca como uno de esos agujeros que hay en la pared en las películas gays. 

-¿Puedo usar las manos? -pregunta Alba liberando el pene del hombre.

En lugar de contestación, el hombre le libera las manos. Ahora Alba puede desplegar todas sus armas. El acorazado preparando sus cañones para entrar en guerra. Alba utiliza las manos, la lengua, los labios, comiendo, sorbiendo, lamiendo, intentando impresionar al hombre pero con un ritmo lento, haciéndole sufrir.

Media hora mas tarde el hombre le anuncia que quiere correrse y le ordena que le lama los testículos. Alba obedece mientras el hombre se masturba para acabar llenando su boca de aquel liquido viscoso, salado, propio del placer masculino. Alba traga y sigue chupando. Cree haber leído en algún lugar que debe hacer eso, acabar de limpiar el miembro con su lengua.

-Bien hecho -dice el hombre, ayudándola a levantarse.

Después la abraza. Alba reposa su cabeza en el hombro del hombre. Ojalá prolongar ese momento mezcla de calidez, orgullo e incluso amor. A pesar de que un minuto antes estaba eyaculando en su garganta.

-¿Quieres beber algo? -pregunta el hombre

Alba niega con la cabeza, prefiere volver a casa con aquel sabor en la boca, caminando orgullosa mientras las personas con las que se cruza la observan sin imaginar lo que acaba de suceder, sin imaginar que aun tiene restos de semen en la boca. No puede ser, esa muchacha tan angelical... el diablillo de tela sonríe satisfecho mientras el angelito sale de su escondite.

-¿Por qué lo has hecho? -pregunta el ángel desde uno de sus hombros.

-Porque le apetecía -contesta el diablillo.

-Porque me apetecía -repite Alba.

Porque le apetecía, así de simple.

Ha dejado de llover y algunos rayos de sol se cuelan entre los edificios y los arboles. Alba se detiene en uno de esos oasis de luz y levanta el rostro para que la calidez del astro rey la bañe.

¿Volverá mañana? Quizás si, quizás no. ¿Qué importa ahora eso? Piensa mientras se relame.

Aun puede sentir el sabor del semen de aquel hombre que se autodenomina "amo" en su boca.

Que maravillosa sensación.

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