El miedo al abandono forma parte de la vida, del miedo a fracasar como ser humano, miedo a quedarnos solos, a ser rechazados o simplemente terror por no comprender porque alguien desaparece de nuestras vidas sin más explicaciones. Miedo a que se repita el abandono, miedo a quedarnos solos, miedo a la tristeza o a la oscuridad.
Un miedo que se alimenta de nuestro propio miedo, una espiral de violencia que acaba haciéndonos creer que todos se acercan a nosotros con propósitos perversos, para aprovecharse de nuestra inocencia y que, en cuanto consigan lo que buscan, desaparecerán, nos abandonarán.
Esto sucedió, sucede y sucederá. Forma parte de la condición humana asentada en el egoísmo. Pero también debemos reconocer que seguirá sucediendo cuanto mas alimentemos esos miedos.
Evitar a las personas para evitar posibles abandonos es lo mismo que evitar al médico para que no te diga algo que ya sabes.
La vida es contemplar el paisaje desde una estación de tren, dejamos pasar trenes por miedo a subirnos y acabar en alguna estación de algún lugar remoto, solos y abandonados. Preferimos ver pasar los trenes, sentados tranquilamente en ese incómodo asiento de madera de la estación. Alimentando nuestros miedos a paladas. Hasta que un día te das cuenta de que se ha hecho de noche y los trenes han dejado de pasar. Y es entonces que te sientes tranquilo porque si nadie llega, nadie podrá abandonarte.
Las personas que sufren miedo al abandono, no lo sufren porque las personas que se acercan a ellos les abandonan a los pocos días (algunas personas lo harán, la mayoría permanecerá) sino que lo hacen por un problema de apego a los demás. O por decirlo de otra forma: desapego. Se está más cómodo solo, sentado en la estación del tren en plena noche. Puede que haga más frio pero es más seguro. El desapego hacia los demás nace cuando nacemos (bonito juego de palabras) y se alimenta de como nos educaron nuestros padres. La sensación de que si algo sucede, nadie nos ayudará, como sucedió cuando éramos pequeños.
Dicen los que saben de esto (que no soy yo) que el miedo al abandono debe comenzar a solucionarse revisando las ideas irracionales (o fantasías) que suceden en nuestra cabeza respecto a los demás. Si dejamos de pensar que todos nos abandonarán o que todos llegan hasta nosotros porque quieren algo... si conseguimos apartar esas ideas irracionales (porque no son reales) y relacionarlos con los demás con la vista centrada en el futuro y no en el pasado, entonces, algún día conseguiremos subir al tren y ver donde nos lleva.
Lo malo de todo eso es que cuando queramos subir, quizás nuestro tren haya pasado de largo.
Pero a eso se le llama vivir: a equivocarse. Equivocarse en la misma medida que nos arriesgamos. Y es que quien no se arriesga, no se equivoca. Quien no se arriesga nunca será abandonado. Y, en este juego, la lógica se rompe porque que te abandonen no significa que te has equivocado.
Esa es la clave.
Es habitual, en el mundo BDSM, que las personas jóvenes que se inician en el mundo de la sumisión, prefieran a personas dominantes que tengan mas edad que ellas. Eso forma parte de un mecanismo mental que les hace creer que una persona experimentada, mayor que ellas, que esa figura paternal, nunca les abandonará. Aunque sus padres reales si que les hayan abandonado.
Podéis juzgar, podéis pensar que de todos los perfiles que se han nombrado aquí, no hay ni uno mentalmente estable (incluido yo). Y puede que tengáis razón. Pero, al menos, nosotros sabemos lo que pasa dentro de nuestras cabezas e intentamos integrarlos en nuestras vidas.
Aunque eso signifique que una joven se vista de colegiala y vaya a casa de un hombre maduro para adoptar roles de papi e hijita.
Todo es aceptable, incluso los miedos.
Esa es también la clave.
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