La mayoría de las personas se embarcan en el BDSM utilizando esa conocida pasarela que es el sexo. ¿Por qué no? Los talibanes del BDSM le han declarado la guerra a los vainilla, como si los segundos fuesen montados en una vespa que hubiesen aparcado delante de ese exclusivo club de morteros que es el BDSM. De acuerdo, clasistas hay en todos lados. Pero vayamos a lo importante: ¿ser dominado (o dominante) en el sexo es practicar BDSM?
Mi respuesta es siempre la misma: las etiquetas nos impiden disfrutar. Olvidad las etiquetas.
Eres una mujer, atada a una cama, con los ojos vendados, desnuda, sientes la respiración de la otra persona cerca de ti, sientes su presencia y sabes que nada puedes hacer. Estas en sus manos, eres un objeto para su disfrute, para un placer que te es ajeno. Sucederá lo que habéis pactado y eso es lo importante, aunque los talibanes sigan diciendo que, como no hay elementos propios del BDSM, simplemente practicáis sexo "vainilla".
Y lo dicen con tono despreciativo.
Sientes la respiración del dominante, sientes que va a penetrarte por cualquier lado y, aunque prefieras otra cosa, vas a aceptarlo porque tu máxima prioridad es someterte y dar placer a la otra persona. No quieres pensar, solo obedecer ser útil. El pene entra en tu boca, tú intentas chupar lo mejor que sabes, deseando que la otra persona acabe en tu boca entre temblores para entender que, por unos segundos, tú has tenido el control. Deseas que ese mismo pene o esos dedos penetren todos y cada uno de tus orificios, deseas abrirte y sentir el aliento de la otra persona en tu nuca mientras está dentro de ti. Estas dispuesta a todo por satisfacer a esa persona.
¿Qué importa que esto sea o no sea BDSM?
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