La muchacha se recuesta en el sofá, hundiendo un poco más su cuerpecillo entre los cojines, bajo una manta y con un ordenador portátil en su regazo. Observa las fotos que internet le ofrece, se muerde el labio, pasando la vista rápidamente de una a otra. La culpabilidad se ha adueñado de su voluntad, empujándola a cerrar el ordenador y volver a una vida donde nada de todo cuanto ve, sucede.
La muchacha deja el ordenador a un lado y cierra los ojos. Ojalá comenzar a dormir en ese mismo instante, hermosos sueños donde la vida es perfecta y los problemas se alejan volando como aves en busca de climas favorables. Ojalá soñar que todo cuanto la rodea es una ilusión que se desvanecerá con solo desearlo.
“Si soñar poco es peligroso, la cura no es soñar menos, sino soñar más, soñar todo el tiempo” (Marcel Proust)
La muchacha no consigue soñar, ni tan siquiera conciliar un breve ensueño de sofá. Recupera el ordenador y vuelve a abrirlo. Las fotos continúan ahí, provocando en ella una desazón solo comparable a la primera vez que un muchacho le rompió el corazón. ¿Por qué? Rechaza esas fotos, pero la atraen. Ojalá continuar su vida como hasta ahora, aunque sea una vida de mierda. Pero sabe que no va a ser así. Y lo que venga tampoco va a ser para mejor.
La muchacha vuelve a dejar el ordenador a un lado, se levanta del sofá y va hasta el lavabo donde se hace con unas pequeñas tijeras con las que se corta las uñas, las abre y clava uno de los extremos en su brazo izquierdo. Lo hace sin valor ni fuerza, pero con la suficiente decisión para que la punta de la aguja atraviese su piel y le haga una pequeña herida de la que comienza a brotar una gota de sangre.
"En todo aquello que vale la pena de tener, incluso en el placer, hay un punto de dolor o de tedio que ha de ser sobrevivido para que el placer pueda revivir y resistir" (G. K. Chesterton)
La muchacha arroja las tijeras al suelo, el dolor, aunque mínimo, ha sido insoportable. Pero también placentero. Siente su entrepierna húmeda, su corazón acelerado y sus pezones erectos.
La muchacha niega con la cabeza de un lado a otro. No debe continuar, no debe hacerse daño a sí misma. Por mucho que ese dolor se convierta en el placer más inesperado.
La muchacha vuelve al sofá, recupera el ordenador y continúa contemplando esas imágenes donde mujeres son azotadas mientras una sonrisa se dibuja en su rostro. Mientras la sangre comienza a correr por su antebrazo.
"La vida es aquello que te va sucediendo mientras te empeñas en hacer otros planes" (John Lennon)
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