miércoles, 28 de octubre de 2020

El darle demasiadas vueltas a las cosas y su analogía con el deporte

Voley playa, descubre los beneficios de practicarlo - Sentirse bien se nota

Me gusta comparar los problemas que nos encontramos en la vida con los problemas propios del deporte, ya sea un partido de fútbol o una pachanga de Voley Playa. Escogeré esta última porque me trae recuerdos del verano y podemos utilizar ambos géneros en un deporte grupal.

Imaginemos una soleada tarde de agosto donde un grupo de muchachos y muchachas, pertrechados con un balón, ropa deportiva y crema solar, se disponen a jugar un partido de Voley Playa. Imaginémonos como los integrantes de uno de los equipos. Solo hacer este pequeño ejercicio ya podemos darnos cuenta de algo: de la misma manera que resulta imposible que ganemos un partido por nosotros mismos, tampoco podemos sortear por nosotros mismos los problemas que nos regala la vida. A no ser que seamos Thor o Cristiano Ronaldo y aun y con esas, dependemos de otros.

Supuesto A: como jugadores individuales hemos hecho un partidazo, defendiendo, atacando, sirviendo… hemos sido una máquina perfecta de jugar a voleibol, pero nuestros compañeros de equipo no estaban a nuestra altura y hemos perdido, independientemente de que los contrincantes hayan hecho un buen o un mal partido. ¿Qué hacer cuando sucede eso? En la vida nada depende exclusivamente de nosotros, ni para bien ni para mal. Podemos intentar cambiar a los demás, pero esa es una tarea suicida porque en la vida quien es mal jugador es mal jugador y no aprenderá casi nunca. La gente puede cambiar, pero intentar cambiar a alguien para nuestro beneficio es un win-lose de corto recorrido. Cuando esto sucede debemos asumir que el problema no ha sido exclusivamente nuestro y debemos alejar la frustración de nuestro escenario, porque en el próximo partido, o cambiamos de equipo o volveremos a llevarnos un disgusto. Lo único que podemos hacer es asumirlo o cambiar de equipo. Y en la vida, muchas veces, cambiar de equipo es imposible. La asunción de cuanto ha ido mal es la única salida. Nos han vendido que la rebeldía ante los que no nos gusta es una virtud. Pero el conformismo también es una virtud. Y si no lo es, al menos te ayuda a vivir más feliz.

Supuesto B: como jugadores individuales hemos disputado el peor partido de nuestra vida. Hemos fallado en todo e incluso en un saque cuando le hemos propinado un balonazo en la nuca a nuestro mejor jugador que lo ha dejado fuera de juego. ¿Qué hacer cuando sucede eso? En primer lugar, sobreponernos a la culpa porque si tenemos la cabeza ocupada con lamentos, poco podremos hacer y sobreponernos a esa culpa, bajo la mirada acusativa de nuestros compañeros, es cuestión de tiempo. Después tenemos que entrenar y volver a entrenar para que no vuelva a suceder. Y finalmente, si vemos que seguimos fallando, mejor cambiamos el deporte por los crucigramas. Por mucho que nos guste algo en la vida, hay que ser consciente de que muchas cosas no están a nuestro alcance y si perdemos esa ración de realismo, seguiremos frustrados por siempre. O eso o nos acostumbramos a vivir con ello.

Supuesto C: hemos jugado mal, pero hemos ganado el partido. El resto del equipo nos lanza miradas cargadas de iracundo reproche, pero la euforia es un bálsamo temporal que lo arregla todo y nos vamos todos juntos a celebrar la victoria en un chiringuito playero donde corra el alcohol. En la vida, podemos hacer las cosas mal y salir victoriosos. Incluso en ese caso, la culpa nos corroerá porque nos creeremos peor que el resto. ¿Qué hacer? Vuelvo a la respuesta anterior: si incluso la victoria te impide dormir, olvida el deporte y dedícate a ver crecer las margaritas. O asúmelo.

Supuesto D: hemos hecho el partido de nuestra vida, igual que nuestros compañeros de equipo. La vida es maravillosa e incluso así algo nos ronda por la cabeza. El síndrome del impostor es una realidad que nos impide disfrutar de nuestros logros. A veces creemos que nuestros éxitos son fruto de la suerte y nos boicoteamos a nosotros mismos. ¿Qué hacer en esos casos? El egocentrismo controlado tampoco es malo, regalémonos un poco los oídos a nosotros mismos si hacemos algo bien y los resultados son magníficos.

Como podéis ver, en todos los supuestos, incluso en aquellos más optimistas, hay cosas que nos provocan un profundo dolor en el pecho que nos impide dormir con tranquilidad. ¿Y ahora qué? Mi recomendación es inaudita, lo sé, pero recomiendo una mezcla de egocentrismo y conformismo: lo que ha ido bien es porque soy el mejor y lo que ha ido mal… pues vale, así ha de ser.

Reflexionar nos hace crecer, reflexionar demasiado nos convierte en lo que no queremos ser.

No hay comentarios:

Publicar un comentario