Aseguramos que nos gusta la vida en el convencimiento de que hemos alcanzado cuanto deseamos. La otra opción nos llevaría a cortarnos las venas. Dicen que los conformistas son más felices, como los budistas o como aquellos que solo conocen una cabaña en un poblado africano.
Esos que vivimos en el primer mundo, aseguramos que nos gusta nuestra vida. Nos convencemos de que esa colección de fracasos es la consecuencia de lo que se denomina como “vivir”.
Fracasar es necesario porque del fracaso sacamos mejores lecciones que del éxito. Por eso hay que atreverse, aunque la consecuencia sea el fracaso. Porque la vida no es todo blanco o todo negro.
«Existen tres tipos de personas: aquellas que se preocupan hasta la muerte, las que trabajan hasta morir y las que se aburren hasta la muerte.» (Winston Churchill)
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