¿Por dónde empiezo? Esta pregunta es aplicable a casi todos los órdenes de la vida. Tanto si sientes curiosidad por probar por vez primera el BDSM o como si tienes que escribir este texto. El miedo a lo desconocido está ligado al miedo al fracaso o a la frustración. Aunque fracasar escribiendo este texto no sea comparable a fracasar en una primera sesión en el BDSM.
Existe una cultura (incluso laboral) del fracaso donde se contempla los errores como una oportunidad de mejora. Incluso hay empresas donde se premia el error siempre que haya tenido como consecuencia una mejor importante en la empresa. La penicilina se descubrió cuando Alexander Fleming dejó, por error, una placa con bacteria cerca de una ventana y el aire formó un hongo sobre ellas al que conocemos como penicilina. También podríamos hablar del miedo a no estar a la altura de las expectativas, de creer que no vamos a ser capaces. Albert Einstein no habló hasta los cuatro años y los maestros le consideraban psicológicamente un retrasado. ¿Sabías que Thomas Edison consiguió que una bombilla diese luz después de más de 1000 intentos fallidos? Yo tampoco, acabo de encontrar esta información en Internet.
El fracaso está ahí, el miedo también. Las dudas o el conformismo nos hacen quedarnos cómodamente sentados en nuestro sofá convenciéndonos de que “ya lo haré mañana”. Y eso no está mal porque vivir tampoco debería convertirse en un reality como “Supervivientes” donde el día de mañana será peor que el de hoy y lo único que importa es aguantar un día más.
En el BDSM, la gente que comienza y tiene una corta edad (hablando siempre de mayores de edad) suele encontrarse con gente experimentada que les doblan (o incluso les podrían triplicar) en años. La experiencia suele conllevar ser más anciano que aquellos que comienzan. Visto desde una óptica pragmática, lo primero que nuestra moral nos empuja (con inusitada fuerza) a decir es “ya están esos viejos pervirtiendo a esas jovencitas” (o viejas pervirtiendo jovencitos, o viejos pervirtiendo jovencitos, o la cabra de la legión bailando una jota aragonesa). Visto desde dentro, el BDSM es una experiencia que no debería entender de diferencia de edad, sexo, condición ni nada que nos impida convertirnos en algo que aún no somos, pero querríamos ser (o probar a ser).
“Es que quiero tomarme mi tiempo y tú, como persona con experiencia, no tendrás paciencia”. Eso lo he escuchado cientos de veces y siempre respondo lo mismo “no te preocupes por mí sino por ti, si tomarte demasiado tiempo para decidirte es un problema para ti, es tu problema, resuélvelo tú. Yo puedo esperar varias vidas si intuyo que algo tiene posibilidades de hacer que funcione”.
El miedo, los tiempos, las expectativas, los recelos… todo eso está ahí. Pero recuerda que detrás de todo eso también está el éxito, la satisfacción personal, el placer, la seguridad en uno mismo o simplemente las respuestas correctas a tu creciente curiosidad.
¿Qué importa que seas pequeña o delgada? ¿Qué importa que seas joven e inexperta? El BDSM no es un pase de modelos donde al final se entrega un premio a quien ha demostrado más experiencia desfilando. BDSM es una experiencia que debería estar alejada de condicionantes morales, sociales o personales.
El BDSM es lo que tú deseas que sea más allá de errores, prejuicios o dolores de cabeza. El BDSM eres tú.
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