¿Podemos practicar BDSM con alguien por quien no sentimos atracción física o no nos gusta de manera especial? La primera respuesta cae en el mundo de las etiquetas. Si habéis etiquetado el BDSM como una práctica principalmente sexual o física, entonces puede sea, además de definitoria, definitiva. La segunda respuesta es otra pregunta... ¿Queréis un amo experto por el que no os guste especialmente o un amo inexperto que os atraiga mucho físicamente? Ya sé cuál es vuestra respuesta: quiero un amo (o una sumisa) experto/a que sea atractivo/a. De acuerdo, acepto la respuesta, pero entonces debo dejar este consejo para otro día porque yo quiero un Ferrari Testarossa, pero conduzco un Kia así que saldré a buscar el Ferrari, si me lo permitís. Eso sí, cuando conduzco mi Kia llego a todos lados.
Imagino lo que viene a continuación: aseguraréis que no es difícil encontrar un amo que os atraiga y que por ello no os vais a conformar con menos. De acuerdo, es vuestra decisión. Jugar en un equipo de futbol de primera división no es tan difícil, pero antes debéis haberos dejado las rodillas en campos de tierra de categoría regional. ¿Pensáis que exagero? De acuerdo, buscad un ideal de relación, es vuestra decisión. Yo continuaré con los pies en tierra. Para cada argumento que tengáis yo tendré uno contrario (e incluso puede que mejor). Es solo cuestión de decidir cómo quieres comenzar a caminar. No es cuestión de conformarse con menos, es cuestión experimentar más.
¿Me ha de gustar físicamente mi amo o mi sumisa? Si alguien me lo pregunta de esta manera tan simple la respuesta será “sí, debería” pero todos sabemos que las primeras respuestas siempre se dan sin pensar, una respuesta primigenia que sale de nuestro cerebro de Neandertal que nos obliga a acercarnos a la persona más hermosa porque inconscientemente creemos que es la persona más indicada para perpetuar la raza humana. Aparte de la explicación científica del porqué siempre tendemos a mirar a la persona que nos parece más atractiva (explicación que me ahorraré), hemos de plantearnos si el atractivo es el hecho primordial. Después conoceremos a la persona e incluso puede que no parezca tan atractiva en cuanto abra la boca y comienza a hablar.
Si me paro a pensar cuando alguien me pregunta si me ha de gustar físicamente la persona con quien voy a practicar BDSM, mi respuesta final sería “no necesariamente”.
Intentaré explicarme: no podría ser amo de una mujer que me causase un obvio rechazo físico. Pero con el paso de los años he aprendido que en el BDSM, el físico es algo secundario en comparación con la inteligencia, la actitud o la experiencia. Me decanto por alguien que no me atraiga especialmente en el apartado físico, pero que quiera aprender todo de manera sana y abierta. El interior se impone sobre el exterior casi siempre en el BDSM.
Pero ya sabemos que cada persona ve el BDSM a su manera. Esta es mi manera de verlo.
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