La vida no es lo que desearíamos que fuese sino lo que realmente es. Esto es una evidencia incuestionable y, a pesar de ello, seguimos dando vuelta tras vuelta negando que el ideal es inalcanzable. Creemos que cuando nuestros planes se esfuman hemos fracasado como personas, olvidando que nuestra ambición también es un obstáculo para alcanzar la felicidad. Vete a vivir a un templo tibetano con una cabra y un cuenco de madera y nada conseguirá decepcionarte. Que divertido parece el evitar la frustración alcanzando el aburrimiento más absoluto. No, no es nada divertido renunciar a todos nuestros sueños tan solo para alejar el desengaño de nuestra vida.
La vida es un juego donde gana quien consigue ese delicado equilibrio entre lo que deseamos y lo que conseguimos. Un equilibrio conseguido sobre la base de que el lado de la balanza de los éxitos pesa tanto como el de los fracasos.
¿Y como conseguir esos éxitos que equilibren la balanza? La respuesta no la tengo por el simple hecho de que siempre he sido mal jugador. Quizás la respuesta es tan simple como que si deseamos fervientemente pintar nuestra habitación de rosa primero deberíamos asegurarnos de haber comprado la pintura adecuada, brochas y rodillos, haber preparado la habitación, saber pintar una pared y, sobre todo, tener tiempo para pintarla. En vez de eso comenzamos a pintar la pared en nuestro tiempo libre como quien colorea un cuaderno infantil. Y pasa lo que pasa: que tenemos que dormir durante un mes en el sofá mientras toda la casa huele a pintura y nuestro dormitorio parece la habitación de un hotel en Faluya después de varios bombardeos.
Deberíamos haber esperado a pintar la habitación, esperado a aprender la receta antes de cocinarla o esperado a aprender a conducir antes de haber comprado el coche. Pero la búsqueda del placer nos puede y sucede que nos lanzamos a la piscina cuando aún no sabemos nadar. O peor aún, cuando aún no hemos salido de otra piscina.
Y es que no basta con desear algo, con la necesaria antelación deberíamos haber construido el escenario propicio para conseguir el éxito. Y si el éxito no llegan entonces recordar que el equilibrio se consigue con el mismo número de fracasos que de éxitos. Y es que el conformismo, en ocasiones, es una virtud.
¿Y que tiene que ver esto con el BDMS? Pues todo.
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