Comenzar un texto con el título "es lo mismo que ir a un juicio y comenzar tu defensa diciendo" eso que llaman delito". La fidelidad (o infidelidad) es un hecho incuestionable, otra cosa es la interpretación que le demos a ello. ¿Es malo ser infiel? Quizás deberíamos preguntar ¿es malo mentir? Porque dejémoslo claro, la mayoría de las infidelidades no son más que una mentira (o la ocultación de la verdad). Nadie es infiel y va a su casa a anunciarlo de inmediato. Algunos si, pero no es la norma. Y si la infidelidad forma parte de un acuerdo, eso que llaman "pareja abierta" entonces no es infidelidad porque no hay mentira, sino acuerdo. ¿Entonces que pasa si le mentimos a nuestra pareja o no expresamos la verdad cuando esa verdad es que hemos tenido un encuentro íntimo con otra persona? Con esta pregunta, eso que al principio era "infidelidad" y que luego fue "mentira" parece se convierte ahora en "lealtad". ¿Es la fidelidad una deslealtad? La definición de lealtad es "sentimiento de respeto y fidelidad a los propios principios morales, a los compromisos establecidos o hacia alguien". ¿Os dais cuenta? La palabra fidelidad está dentro de la definición de lealtad. Pero, personalmente, creo que son cosas diferentes.
Desde mi conocida amoralidad (en el sentido que no me interesa una moral impuesta) opino que, en ocasiones, la infidelidad es inevitable y lo es para salvar situaciones personales que, de otro modo, llevarían inevitablemente a la destrucción de la pareja. Nadie, por muy bueno que sea, puede darnos todo lo que necesitamos (ni viceversa) lo que implica que la felicidad con una pareja es una utopía a medias. Debemos renunciar a unas cosas para conseguir el conjunto de otras.
Y es que, en ocasiones, la pareja es ese sólido e indestructible Titanic navegando hacia el iceberg. Podemos ser leales, pero si el Titanic ha chocado ya y nos estamos ahogando en el mar, entonces sacar la cabeza y tomar aire en forma de infidelidad, nos permitirá seguir nadando, seguir vivos y reencontrarnos con los nuestros en la otra orilla.
Puede que esta defensa de la infidelidad (en según que momentos, especialmente en el mundo BDSM) sea todo un ejercicio de egoísmo, puede que parezca un catálogo de excusas para defender lo indefendible.
Pero defender que la fidelidad es la única manera de que una pareja funcione es lo mismo que asegurar que si confundimos el azúcar con la sal, el pastel estará igual de delicioso.
Al final lo que se impone es la realidad, el sobrevivir y el no confundir lealtad con fidelidad. Podemos ser leales aunque seamos infieles. Y esa infidelidad, en ocasiones, es necesaria para seguir nadando sin ahogarnos y poder reunirnos con los nuestros.
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