Siempre me he definido (desde la más falsa de las modestias) como un "supervisor de ensoñaciones ajenas". Cuando era pequeño y devoraba novelas, imaginaba que alguien supervisaba mis fantasías en forma de letras, empujándome hacia mundos diferentes con personas diferentes y situaciones diferentes. Todo diferente, ni mejor ni pero. Diferente. Después, cuando comencé a escribir, era yo quien comencé a crear esas ensoñaciones ajenas, empujando a quienes me leían a entrar en otras dimensiones que, aunque parecidas a la nuestra, nada tenían que ver. Diferente, de nuevo. Me apasiona el cine, pero resulta que es más fácil ser escritor que director, escribir es también algo más íntimo y solitario, más acorde a mi personalidad. Así pues, comencé a crear y crear con la intención de alimentar fantasías ajenas. Un día descubrí el BDSM y, con el tiempo, volví a descubrir que muchas personas tenían fantasías relacionadas con el tema que nunca habían podido llevar a cabo. Y como consecuencia de todo eso, descubrí finalmente que, con mi experiencia y mis ganas, podía ayudar a esas personas a convertir sus fantasías en realidad. No todas, claro. Ya no era solo escribir y crear virtualidades ajenas, de repente se convirtió en la creación de algo real y diferente... en una interacción con otros. De ahí que comenzase a definirme como "supervisor de ensoñaciones ajenas".
¿Por qué lo hago? No soy la madre Teresa de Calcuta así que, como podéis imaginar, lo hago porque me proporciona placer. El mismo placer que cuando alguien ha imaginado un mundo para mí a través de las palabras de una novela o de los fotogramas de una película. El creador crea por gusto. Y el gusto es placer.
Cuando alguien me pide un relato donde esa persona sea protagonista, no me cuesta nada escribirlo porque escribo desde el placer que proporciona el dar placer. Hedonismo puro, lo reconozco. Cuando alguien me cuenta sus fantasías y podemos llevarlas a cabo juntos, siento placer compartido. Un placer real que es tan palpable como la realidad misma.
Algunas personas dicen que algunas fantasías deberían seguir siendo tan solo eso: fantasía. Estoy de acuerdo, pero no del todo. Llevar algunas fantasías a la realidad puede ser ilegal, inmoral o peligroso. Y es ahí donde debemos distinguir de que fantasías podemos llevar a cabo y cuáles no. Si tenéis fantasías fáciles de llevarlas a la realidad entonces intentadlo, jugar con esa idea hasta que sea real, encontrad vuestro propio supervisor de ensoñaciones ajenas que os ayude.
La recompensa vale mucho la pena.
GRACIAS!!!
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