Pechos grandes o pequeños, pechos juntos o separados, pechos con pezón plano o con pezón capaz de cortar el vidrio. Pezones rosados o marrones, pechos caídos o turgentes. Pechos, pechos, pechos. Pero antes de seguir me gustaría decir que este texto es un elogio del pecho femenino, ya que el pecho masculino me interesa tanto como ponerme a estudiar física cuántica en una despedida de soltero. Caso de verme obligado a hablar del pecho masculino, mencionaría a uno solo: el del ínclito Charlton Heston o, como le conocíamos en casa: el pecho palomo.
Volviendo a los pechos femeninos, he de decir que no soy demasiado exigente al respecto. Me gustan todos y niego esa mayor (en forma de poema) que dice:
“Pecho que no cabe en la mano,
no es pecho que es grano.
Pecho que la mano no abarca,
no es pecho que es barca.
El buen pecho,
no la mano quepa”
Pues resulta que no, queridos/as lectores/as… cualquier pecho es bonito para mí. Tanto si es grande y caído como si es pequeño y pálido. Porque los erotómanos con complejo de Edipo tenemos eso: nos gustan todos los pechos.
El físico siempre ha sido algo secundario para mí y, a pesar de eso, tengo una constante fijación por descubrir como son los pechos de una mujer cuando la conozco... y en los años siguientes. Esta necesidad no nace de la malsana necesidad de saber si sus pechos me gustarán o no porque soy consciente de que, sean como sean, me gustarán.
A la mayoría de los hombres les gustan los pechos grandes porque, aunque la sociedad ha evolucionado a un ritmo vertiginoso desde que los dinosaurios masticaban bayas, seguimos teniendo el cerebro programado con un único propósito: conseguir comida y perpetuar la especie. Y los pechos grandes están asociados a la fertilidad. A esto se le ha de asociar el recuerdo de que nuestra felicidad siendo bebes se centraba los pechos de nuestra madre que nos daba alimento y calor. De esta forma y a nivel inconsciente, asociamos los pechos grandes a la seguridad, la protección y la felicidad. ¿Y por qué grandes? Porque nosotros éramos pequeños, evidentemente y recordamos esos pechos, tuviesen el tamaño que tuviesen, como dos gigantescas cimas que coronar. De la misma manera que cuanto más grandes son los pechos de una mujer más fértil creemos que es.
Así de simples somos los hombres, asumidlo mujeres.
Así pues, una vez que sabemos por qué a la mayoría de los hombres les gustan los pechos grandes, os explicaré por qué creo que siento tanta curiosidad por ver los pechos de una mujer y porque me da igual su tamaño.
El motivo por el que me gusta ver los pechos, lo desconozco. Sé que es una explicación decepcionante, pero es lo que hay. En cambio, el motivo por el que me da igual su tamaño es porque el físico de una mujer no es algo que me condicione y aún menos el tamaño o forma de sus pechos. Los sapiosexuales tenemos eso.
¿Me enseñas tus pechos? Pura curiosidad… No me cuentes como son, no me digas que son iguales que los de tal o cual actriz... QUIERO VERLOS.
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