“Hola” contesta ella tímidamente, dejándose llevar a ciegas por una casa que desconoce, guiada por alguien a quien nunca ha visto. L puede escuchar una conversación distorsionada lo que la hace recordar que ha esperado a que a las once comenzase la reunión. Esas conversaciones deben venir de unos auriculares.
El hombre la lleva hasta el comedor y le dice que se arrodille, ella lo hace con cuidado, el hombre ha colocado unos cojines en el suelo. Todo un detalle. O no.
L escucha como el hombre toma asiento frente a ella, imagina un sofá. ¿Qué mas da todo ya? Podría estar en una casa abandonada despellejándose las rodillas contra un destrozado y lo haría igualmente.
-Si, lo haremos el martes, si el cliente lo autoriza -dice el hombre.
Evidentemente eso no iba para ella.
El hombre le coge las manos y las lleva a lo que parece su pene. L inspira profundamente y después, armada de un valor que nunca tuvo ni volverá a tener, comienza a hacerle una felación a aquel hombre que sigue hablando de cosas de trabajo con alguien. Le imagina haciendo esfuerzos por no gemir mientras la polla sigue creciendo dentro de su boca. L utiliza sus manos y su lengua, quiere impresionar al hombre. Le chupa la polla con delicadeza, odia metérsela en la garganta hasta el fondo, odia cuando el hombre le coge de la cabeza y empuja, odia que le provoquen arcadas… prefiere llevar su propio ritmo, sin prisas. La situación para ella tiene tanto de morboso como de adecuado.
Lo que mas le excita a L es sentir que, a pesar de estar arrodillas y con los ojos vendados, tiene el control absoluto. Le excita que el hombre tenga que ahogar sus gemidos, le excita aquella situación perversa y tan poco apropiada, chupándole la polla a un desconocido que podría ser su padre o incluso su abuelo. Y lo que mas le excita es que, cuando el descargue en su boca, ella lo tragará y se irá de allí sin verle. L está estudiando las reacciones de él, quiere que se corra cuando esté hablando para que las personas al otro lado de la línea telefónica duden de que está sucediendo. No puede imaginar nada más perverso ahora mismo.
Al cabo de un rato el hombre eyacula en su boca, justo cuando está hablando, sus palabras se entrecortan mientras ella sigue chupando hasta sacarle la ultima gota. Se lo traga todo, no es algo que le apasione, pero el poder tener ese control la ha excitado tanto que le apetece tragársela. Lo desea. L sigue chupando mientras el hombre se retuerce de placer, le imagina sudando, intentando no decir nada… ¿Y si sigue chupando? L continua y al poco rato, el pene del desconocido vuelve a crecer dentro de su boca así que L repite lo mismo que ha hecho hasta entonces. De repente ya no escucha voces. Posiblemente la reunión haya acabado. Nota la mano del hombre entrando dentro de su escote, tocando sus pechos, buscando sus pezones. L continúa chupando y permitiendo que aquel tipo meta sus manos donde desee hasta que vuelve a notar el semen golpeando su paladar mientras un grito de placer recorre todas las estancias del piso. L acaba de limpiar el pene con la lengua y levanta la vista para mirar al hombre sin verlo, solo oscuridad, ella sonríe e imagina que el también sonríe. El hombre la ayuda a levantarse y también la ayuda a recolocarse toda la ropa que ha quedado fuera de sitio por culpa de las excitación de él. Después, de forma inesperada, él la abraza, un abrazo fuerte y prolongado. L reposa su cabeza en el hombro de él. A pesar de todo lo obsceno de la propuesta, agradece ese abrazo como nada en su mundo ahora mismo. El hombre la acompaña a la puerta de salida del piso, se besan y le dice que espere dos minutos, después se quite el antifaz y se vaya. Ella obedece. Poco después esta bajando las escaleras mientras aun saborea el semen de aquel desconocido.
Otra de las perversiones que acordaron era que, si a ella le apetecía, iría hasta un bar cercano y entonces le enviaría un whatsapp para que el viniese. Se verían por primera vez en el bar, después de que él se hubiese corrido dos veces en su boca.
Al llegar a la calle, L le sonríe al sol. Mira a su alrededor y siente algo parecido a una mezcla de felicidad y aun excitación. No necesita ver a ese hombre, aun no. L coge su móvil y le envía un mensaje al hombre.
“Ha estado muy bien, pero prefiero irme a casa, continuará siendo morboso así” ha escrito ella.
L vuelve caminando a su casa, permitiendo que el sol del verano le de en la cara, saboreando aun el semen del desconocido. El escenario perfecto para eso que le llaman “perversidad”.
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