jueves, 10 de noviembre de 2022

Ese Mordor...

 



Últimamente me estoy encontrado con gente (en cualquier ámbito o medio) que cuando sale la palabra BDSM, su primera (y automática) respuesta es parecida a “no me va ese rollo”. Lo cual es comprensible porque el BDSM, culturalmente, esta asociado a algo mucho mas oscuro que las tierras de Mordor y porque no nos gusta complicarnos la vida. También porque, de forma inconsciente, asociamos la gente que practica BDSM a gente con problemas emocionales e incluso psicológicos. Por supuesto que hay gente así practicando BDSM, pero también corriendo encima de una moto o bordando escudos en una chaqueta. No voy a defender aquí que el BDSM sea los mundos de Yupi porque no recuerdo esa serie de televisión y porque nada es los mundos de Yupi, ni tan siquiera esos mundos.

¿Qué pretendo explicar con este texto? Ni yo mismo lo se, quizás pretenda expresar un sentimiento de primitivo rechazo ante el primitivo rechazo sobre el BDSM. Y en rebelo contra eso porque algunas personas que desconocen el BDSM, se anclan en ese desconocimiento asumiendo que el BDSM es eso oscuro que la cultura popular ha escrito en nuestra memoria.

¿Cómo conseguir que alguien supere ese prejuicio (que lo es) y abra su mente a nuevas experiencias? La primera respuesta es otra pregunta: ¿deberíamos?

A mi no me gusta comer caracoles y nunca he comido uno. ¿Debería comerlo?

Ejemplos burdos y babosos aparte, de lo que aquí hablamos es de subjetividad o de objetividad. Objetivamente deberíamos probar las cosas para expresar una opinión subjetiva. Pero hacer eso significaría borrar todos esos prejuicios y tener días de 28 horas donde dormir ocupase solo 15 minutos.

Siempre que escribo una reflexión así acabo con la sensación de que estoy empujando a la gente a probar el BDSM. Y no es eso.

Pero no se explicarlo de otra forma.

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