¿Por que (siempre) llega un instante en nuestro discurrir vital en el que nos desconectamos de algo? Puede ser de la pareja, del trabajo, de nuestra forma de ver el mundo o de nuestra sexualidad.
La desconexión nace de la necesidad, una necesidad que no siempre es consciente pero que basa su motivo en el cambio. No podemos ser siempre los mismos viviendo de la misma manera y, cuando somos incapaces de coger el timón y girarlo a toda velocidad, es cuando se produce una desconexión que nos obliga a volver a coger el timón que se ha descontrolado. Y cuando nos hacemos con el timón, a pesar de estar en el mismo barco, de repente estamos surcando aguas desconocidas que hemos de cartografiar para poder saber donde estamos ahora y hacia donde queremos ir.
Todos, en el discurrir, hemos tenido una o varias desconexiones con nuestra sexualidad. De forma, casi siempre, involuntaria, algo que nos fuerza a reinterpretarnos, a buscar la solución del enigma. Pero es un rompecabezas demasiado complejo para resolverlo en cinco minutos, ni tampoco en cinco días, aun menos en cinco semanas.
Para mi, comenzar a practicar BDSM fue la manera de volver a hacerme amigo del sexo como consecuencia de una desconexión. Porque entendí que el sexo es algo mas que solo eso, o al menos para mi debía ser así (por eso me desconecté). Con el BDSM aprendí que la emoción nace mucho antes del acto y se prolonga mucho después. Que el cuerpo es un instrumento y que lo importante es la experiencia, no el orgasmo.
Para mi, fue la luz que vuelve después del apagón.
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