Practico BDSM desde hace más de 35 años lo que no significa que lo practique con regularidad ni tampoco que lo practique con la misma intensidad, intención o emoción. Que algo tenga continuidad en el tiempo no significa que sea un continuo de la misma cosa, como repitiendo un día tras otro mientras vemos a la marmota Phil salir de su madriguera. Puedo estar años sin practicar de la misma forma que puedo tener cuatro sesiones en una semana. Porque la vida no es regular y nuestro rol lo incorporamos a una parte de nuestra vida (y no al contrario).
Algunas personas creen que practicar BDSM significa estar toda la semana dando latigazos en una mazmorra mientras respiras a través de una mascara de cuero que oprime tu cabeza como el retractilado de los cogollos del Mercadona. Pero va a ser que no.
Primero deberíamos definir que es BDSM y comprender que hay cientos de prácticas dentro del BDSM y que podemos sentir que lo estamos practicando desde la situación mas cotidiana como practicando sexo donde una persona asume un rol mas pasiva que la otra hasta eso de la mazmorra y el retractilado del Mercadona. Personalmente siempre he defendido el BDSM como un marco donde todo cabe desde el respeto y el consenso. Un lugar donde nuestras fantasías pueden ser llevadas a la realidad siempre que encontremos a alguien que desee lo mismo y lo contrario (al mismo tiempo).
Practicar BDSM (el tipo de BDSM que sea, eso da igual) puede meternos en el pozo pero también sacarnos de él. Pero eso no solo sucede con el BDSM, también pasa con los discos de Alejandro Sanz o tu equipo favorito de fútbol. Porque lo emocional es algo incontrolable y cuando algo nos gusta y nos toca la fibra, nos emociona pero cuando sucede lo contrario, nos derrota.
Y no obstante siempre he defendido el BDSM como un salvavidas de esos que no sirvieron de nada en el hundimiento del Titanic. Porque el BDSM (o la fantasía llevada a la realidad) nos puede rescatar en nuestro peor momento teniendo en cuenta dos premisas: nunca solucionará un problema pero si que nos proporcionará momentos de placer (felicidad) puntual que nos ayudará a seguir aferrados al salvavidas esperando que llegue pronto el barco de rescate mientras nos preguntamos porque Rose no dejó subir a Jack en el trozo de madera si había espacio para los dos.
Si todo va mal, ponerte una venda en los ojos no mejorará la situación, pero si que hará que tu vida sea un poco menos mala en ese preciso instante.
Luego hay otros que defienden que para practicar BDSM tienes que estar centrado, tienes que tener paz, todo tiene que ser un remanso de unicornios rosas en tu corazón. No puedes practicar BDSM si estás mal porque eso solo empeorará las cosas. Supongo que son las mismas personas que defienden que cuando estás mal no puedes comerte una pizza para sentirte mejor, tomar dos cervezas mas de la cuenta para olvidar los problemas o ver una serie coreana de drama en Netflix para llorar a moco tendido y desahogarte.
Porque de eso estamos hablando: de desahogarnos. Y un desahogo no es una solución pero tampoco empeora las cosas. No os explicaré ahora ni aquí la justificación científica que explica que una sesión de BDSM (o de sexo) nos hace liberar oxitocinas que inhiben el estrés (aunque acabo de hacerlo).
Dejémoslo simplemente en eso: un desahogo.
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