viernes, 26 de abril de 2024

Ojos azules vendados (relato)

 


Mag vivía fuera de Barcelona, en uno de esos pueblos que todos decimos conocer y haber visitado en alguna ocasión pero que, a la hora de la verdad, tenemos que seguir el GPS del coche porque en nuestra vida habríamos imaginado acabar allí. No recuerdo como nos conocimos, quizás a través de una de esas aplicaciones donde si te gusta una persona mueves el índice a un lado y si no… al otro lado. Bendita tecnología que nos convierte en emperadores romanos del sexo. El caso es que nuestros respectivos dedos movieron hacia la opción correcta y unos días después estaba yo buscando aparcamiento en ese pueblo, en una noche cerrada de invierno, para después tardar mas de media hora en dar con su casa que estaba al final de una especie de camino de tierra. Si nuestro encuentro pudiese medirse por lo que me había costado llegar hasta ahí, todo apuntaba al fracaso.

Pero resulta que no. O no exactamente así. En ocasiones se alían los astros y las cosas suceden de la mejor manera posible. Aunque en los primeros instantes de nuestro encuentro tampoco parecía funcionar, no existía la química. ¿Cómo solucionar eso? De repente, paramos, reconducimos y aquello fue magia. Y es que no se trataba de química sino de comprender la situación y abandonarnos a ella. Todo el encuentro sucedió con Mag con los ojos vendados. Porque así lo quisimos ambos, y quizás esa fuese una de las causas del mal comienzo, pero del maravilloso final porque, al cabo de un rato, estábamos follando como animales, haciendo cosas que nunca habíamos hecho antes, permitiendo escapar ese corcel desbocado que es el sexo reprimido. Hicimos de todo, lo hicimos bien y acabamos exhaustos, felices y alegres de haber tenido algo mas que sexo. Contentos de haber descubierto que el sexo va mas allá de lo convencional. Orgullosos de haber encontrado los recursos para reconducir algo que comenzó mal y acabó de las mejores formas posibles.

Mi recuerdo de aquel momento fue el de un placer inmenso con una mujer excepcional, su piel, su boca, sus pechos, sus piernas, su sexo… todo me parecía deseable menos sus ojos. Principalmente porque la venda me impedía verlos. Por lo que vi en las fotos, tenía unos preciosos ojos azules. No ver aquellos preciosos ojos fue el precio que tuvimos que pagar para tener un momento de sexo en libertad, sin compromisos ni problemas, un momento de sexo desatado y con respeto. Abrir una puerta para dejarnos sorprender.

Muchas veces he pensado en volver a ponerme en contacto con ella para repetir ese momento. Estuvimos a puntos de volver a vernos, pero algo lo impidió. Ahora, mucho tiempo después, sigo pensando en tener a Mag desnuda, con una venda en los ojos, abierta de piernas y dispuesta a permitir que haga cuanto me apetezca con ella. Repetir lo que sucedió, que fue exactamente eso. No hay sexo sucio si existe el consentimiento, las ganas, la emoción y la imaginación. ¿Funcionaría? Seria diferente, seguro… Yo apuesto a que funcionaria si entendemos lo que vamos a hacer. Pero la vida crea demasiados laberintos como para volver a encontrar el camino una vez más.

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