martes, 7 de mayo de 2024

Las historias impregnadas

 

"Un tranvía llamado deseo" (Elia Kazan, 1951)

Las historias, impregnadas de una falsa moralidad, que pasan de generación en generación., a menudo hablan del bien y del mal, de la luz y de las sombras, del placer y del dolor. Pueden ser historias que las generaciones escuchen y veneren. O algo que la gente tema. Las historias están narradas para mostrarnos el buen camino o enseñarnos a evitar el camino equivocado. Pero son esas historias las que también hacen que nos preguntemos ¿es bueno tener fantasías? Fantasías de luz o fantasías de oscuridad. Algo que hace que nos preguntemos si son fantasías o deseos.

Hace muchos años (quizás demasiados con lo que puede que esta historia sea otra) conocí a una persona que me dijo que abrazase mis fantasías con gozo. Por muy oscuras, inmorales, ilegales o terribles que fuese. Porque eran tan solo eso: fantasías. Historias que mi mente construía involuntariamente en la oscuridad. Algunos dirán que ese es el inicio de cualquier acto que etiquetamos como “malvado”: la fantasía oscura. Pero resulta que no: nunca sucedió. O al menos eso quiero creer.

El problema comienza cuando hemos arrojado todas esas fantasías oscuras al fondo de un saco y se han mezclado unas con las otras, las terribles mezcladas con las perversas, las divertidas con las horrorosas. Porque incluso dentro de un saco oscuro hay zonas mas claras y otras más oscuras. Parajes que infunden miedo: miedo a lo diferente, miedo a lo desconocido, miedo a lo que marcará una diferencia. Todos tenemos fantasías, eso nos iguala. Aunque las ahoguemos en el pozo de la culpa y el olvido. Aprender a rescatar ciertas fantasías del saco y llevarlas a la realidad es apasionante si sabes cómo hacerlo. No siempre se consigue, pero incluso en esos momentos, vale la pena intentarlo. Incluso en el fracaso hay un éxito al intentarlo.

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