lunes, 13 de mayo de 2024

Infidelidad

 


Vaya por delante (cual locomotora en un tren) que no voy a juzgar, tampoco prejuzgar, aun menos confesar sobre el tema que encabeza este texto. Lo cual es complicado porque, a no ser que ejerzas de periodista (y ni aun así), las palabras las suele escribir una persona (Inteligencia Artificial aparte) y las personas están maniatadas por la subjetividad.

Pero lo intentaré.

La infidelidad es una consecuencia del todo natural. Lo antinatural es dejarte secuestrar un catálogo de sentimientos por una única persona para el resto de tu vida. He escrito “dejarte secuestrar”, en efecto. Me encanta utilizar este tipo de conceptos manipuladores, así siempre gano la discusión. Sobre todo, en un texto donde no hay replica posible.

Llevo muchos años practicando BDSM y, en la mayoría de los casos, he visto infidelidades de todos los tamaños y colores posibles. Al final he llegado a la conclusión de que ser infiel y practicar BDSM van de la mano. ¿El motivo? Hay dos bastante claros. El primero es la vergüenza por explicar a tu pareja ese oscuro deseo que guardas en tu interior lo que te mueve a callar (por miedo a la reacción) y a buscar fuera de la pareja. El segundo es que, aunque ambas personas sepan lo que les gusta en relación con el BDSM, mantener los roles de dominante y dominante fuera de la pareja es algo complejo porque no son emociones impermeables con lo que se corre el riesgo de llevar esos roles a lo cotidiano con el consiguiente conflicto.

Tanto por pudor como por protección, muchas personas buscan ciertas emociones más allá de la persona con la que comparten lecho. Y eso no es terrible si comprendes los motivos.

Hay una persona que siempre me dice “yo nunca sería infiel porque no me gustaría hacer algo que no me gustaría que me hiciesen”. Respetable decisión claro, aunque torticero argumento. Esa persona es infeliz en su matrimonio, no tienen sexo, se odian… pero tienen un hijo y un proyecto en común y están condenados (al menos a corto plazo) a convivir sin deseo, emoción ni muchos otros sentimientos asociados a la pareja. Es decir: hipotecas tu felicidad por una frase que carece de todo sentido porque… ¿Quién sabe si, debido a ese escenario, tu pareja ya está haciendo algo que a ti no te gustaría que te hiciesen?

La infidelidad no es una moneda de cambio, es una necesidad que traspasa cualquier moral impuesta. Quizás la frase de esa persona sea “respeto a mi pareja”. De acuerdo. ¿Y donde queda el respeto por ti mismo cuando estás viviendo una vida que no deseas?

La infidelidad es el picante de la comida, es la fantasía realizada, es ese secreto que nos hace levantarnos con un agradable cosquilleo en el estómago. Es algo terrible y maravilloso al mismo tiempo. Es tan necesario como deplorable, tan divertido como agobiante. Es un sueño dentro de una pesadilla. Es algo que criminalizamos de entrada, sin pensar en ninguna otra cosa. Es un sentimiento binario que siempre acaba con el interruptor en modo “no”.

Cada persona vive su vida como buenamente puede (que no como quiere). Es por eso por lo que, en ocasiones, son reprochables desde un punto de vista objetivo.

Pero resulta que no somos objetos, somos sujetos con emociones, deseos, necesidades y ganas de vivir la vida antes de que se agote.

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