sábado, 29 de junio de 2024

La primera vez de Alba (relato)

 



Hemos quedado en el bar de un céntrico hotel (donde también he reservado una habitación toda la noche). Ella se llama Alba y va a ser su primera sesión como sumisa. Eso si es que se decide. Primero charlaremos con una copa delante para ver como fluyen las cosas. Ambos estamos decididos a hacerlo, pero necesitamos aterrizar todas esas conversaciones nacidas desde el bajo vientre y entender, desde la lógica, lo que nos disponemos a hacer. La veo aparecer por el fondo del local, lleva un vestido negro de tul ajustado con escote, medias negras y tacones. No creo que acostumbre a vestir así en su día a día, de lo cual me alegro porque eso significa que, en cierta forma, se está liberando, aunque solo sea su vestimenta. Desea estar hermosa para su amo, lo cual también es una señal de que desea servirme. Al llegar a mi altura intercambiamos dos besos mas castos de lo necesario y tomamos asiento en sendos taburetes frente a la barra, al hacerlo, su falda se desliza y alcanzo a ver que las medias son de medio muslo. Perfecto, se las dejaré puestas durante parte de la sesión. Alba está nerviosa, es lógico, así que decido llevar la conversación de la misma forma que llevaré la sesión. No me importa tomar el control de las situaciones, mi ego no se infla por eso ni se desinfla tanto si soy el rey de la pista como si soy el ultimo mono del circo. Simplemente es algo que hay que hacer en determinados momentos. Ahora, por ejemplo.

La conversación discurre por temas triviales, no hablamos acerca de la sesión porque ya hemos pactado todo cuanto sucederá. Alba sonríe tímidamente. Me gusta esa sonrisa, la sonrisa de alguien que lleva mas de cuarenta años comportándose como le han dicho que se ha de comportar, negándose fantasías que, desde varios frentes, le aseguraban que era algo cercano a la enfermedad mental. Hoy es el día en que se va a liberar. Muchas personas deben estar atadas durante parte de su primera sesión para que aumente su indefensión, su sumisión, sus sentidos, para que confíen en la persona que las ha atado. Y curiosamente, solo consiguen estar liberadas cuando están atadas.

-¿Subimos? -pregunto al cabo de media hora

-Si -contesta ella bajando la mirada tímidamente.

En el ascensor deslizo una de mis manos por debajo de su falda, subiendo por el interior de sus muslos. Su sexo esta completamente mojado. A Alba este gesto le ha cogido por sorpresa, muestra incredulidad y cierta vergüenza. Huelo mi mano impregnada de sus fluidos y le sonrío. Su sexo huele a sumisa.

Una vez en la habitación coloco una venda sobre sus ojos, esa es la parte que menos le gusta y la que mas me ha costado convencerla, pero, como en toda negociación, hay una contraprestación. Hemos decidido que comenzaremos la sesión con ella con los ojos vendados, vestida, con las piernas abiertas y yo masturbándola. Alba quiere sentir lo que es el squirting o, como ella me dijo, quiere sentir como se mea corriéndose. Evidentemente el squirting es un fluido similar a la orina, pero no lo es.

Que una sesión comience con un amo masturbando a su sumisa parece un contrasentido, para mi no lo es. Si es lo que ella necesita y ha accedido a ponerse la venda en los ojos, que a si sea. Para mi, una sesión es una experiencia. No tengo porque ser amo cada segundo de esa sesión, solo necesito sentir que la otra persona entiende los roles y los asume. Necesito ver que la otra persona respeta el pacto al que hemos llegado.

Comienzo a masturbarla mientras con la otra mano manoseo sus pechos por encima de la ropa y la beso. Media hora mas tarde y después de tres orgasmos que han llenado la cama y la moqueta del hotel de los flujos de Alba, la desnudo completamente, solo le queda la venda en los ojos y las medias de medio muslo, la ordeno arrodillarse y meto mi pene en su boca. Ahora me toca a mi, ahora es el momento de educar a mi nueva sumisa como quiero que haga las cosas. Después de un buen rato, me corro en su boca y mientras la agarro del pelo le ordeno que se trague todo. Alba obedece.

-Buena sumisa -digo.

-Gracias amo.

La ayudo a estirarse en la cama y, de repente, meto mi cabeza entre sus piernas, lamiendo su sexo completamente depilado. ¿Por qué hago eso? Porque ella va a hacer muchas cosas nuevas para satisfacer a su amo y lo único que me ha pedido a cambio es que la ayude a “mearse” mientras tiene un orgasmo y que le coma el coño hasta saciarme de sus jugos.

Soy amo, pero puedo comerle el coño a mi sumisa si la situación lo requiere, tampoco tengo ningún problema con eso. Además, así podré recuperarme de mi orgasmo.

Quince minutos más tarde y después de beberme su corrida, la pongo a cuatro patas encima de la cama, me pongo un preservativo e introduzco mi pene en su vagina, mientras la agarro con fuerza de las caderas y la follo durante un buen rato, propinándole algún que otro azote, algún que otro insulto, algún que otro tirón de pelo. Sexo duro con alguien que sabes que está cuidando de ti, esa es la clave.

Al poco rato, mientras me follo a mi sumisa Alba, le meto un dedo en el culo. Ella gime, no parece estar cómoda, pero al poco rato su ano comienza a dilatarse y el dedo entra perfectamente. Un dedo en su culo, una polla en su coño. Una de las fantasías de Alba es la doble penetración. Hemos acordado que la haremos algún día, pero no con otra persona, ella quiere la polla de su amo en su culo o en su vagina y un vibrador en el otro agujero libre. He traído un vibrador, pero no creo que eso suceda hoy aunque lo que si que va a suceder es que sodomice a mi sumisa. Ella me lo ha pedido como parte de su fantasía, nunca ha follado por el culo antes.

Quito mi polla de su coño y pongo vaselina en su culo al tiempo que sigo introduciendo un dedo, después dos dedos. Alba gime de dolor y placer, al poco rato la penetro analmente, con suavidad. Alba esta algo incomoda, pero sabe que ha de aguantar unos minutos y esos músculos donde ahora esta mi pene se relajaran y se dilataran. La frontera entre el dolor y el placer es casi imperceptible en el BDSM, a veces incluso son la misma cosa. Al poco rato ya estoy sodomizándola sin problema. Sin aparente dolor, con mi polla en su culo probamos todas las posiciones, ella lleva una venda en los ojos aun, se la quito mientras estamos follando yo encima de ella, cara a cara, nos miramos y nos besamos.

-¿Dónde esta mi polla, sumisa? -le susurro al oído

-En mi culo, amo.

Al poco rato saco mi polla de su culo, lanzo el preservativo al suelo y me masturbo a escasos centímetro de su cara. Finalmente, el semen cae en sus labios, en su nariz, en sus mejillas, parte en su pelo.

La llevo hasta el baño y la hago mirarse reflejada en el espejo, ese rostro lleno de semen y su culo aun abierto de par en par.

-¿Qué ves? -le pregunto.

-A una sumisa -responde ella- Tu sumisa.

-Es esto lo que querías Alba.

-No lo quería amo, lo necesitaba, pero no lo sabia.

-¿Y ahora que?

-Quiero mas amo, probar más cosas, pero otro día, estoy agotada.

Nos duchamos y bajamos al bar del hotel a tomar otra copa, ya no somos dos desconocidos, ahora somos amo y sumisa, hay una profunda conexión entre ambos y eso se refleja en la conversación. Alba esta relajada y sonríe, se siente liberada de muchas cosas, pero, sobre todo, a aprendido a no juzgarse a si misma sino a disfrutar sin pecado ni culpa.

Ayer Alba era una mujer insegura, asustadiza y con sentido de culpa por dejarlo todo para el día siguiente. Hoy, esta noche, Alba parece una mujer segura, confiada y alegre por no haber dejado la sesión para el día siguiente. Puede que mañana los miedos vuelvan a Alba, pero se enfrentará a ellos  porque ahora sabe que puede repetir lo que acaba de suceder, ahora sabe que hay alguien que la comprende, la escucha y no la juzga. Alba es ahora una sumisa por decisión propia y aunque esa no es la solución a nada, es un alivio tan agradable que lo único que se le pasa por la cabeza es porque no lo probó antes, con todas esas fantasías en su cabeza que se quedaron en culpabilidad solo por el hecho de haberlas imaginado. 

En realidad, la vida no tiene solución, es un conjunto de blancos y negros a los que solo podemos enfrentarnos de la manera en que Alba se ha enfrentado esta noche: olvidándose de quien es y poniendo todo su esfuerzo en quien quiere ser.

Comenzando por ser sumisa. 

Mi sumisa.


Todo es accidental

"La cruz de hierro", Sam Peckinpah, 1977


Hace más de quince años que murió una de las personas que más quería. Se marchó de forma sorprendente (por la sorpresa), víctima de un accidente. Lo que más recuerdo de esa persona es que nos despedimos tres días antes con un insulto a modo de reproche (que es como nos gustaba despedirnos, a modo de broma). Ese cómplice despido, a diez metros de mi casa, se ha convertido en algo que me persigue como si yo fuese el peor de los asesinos. El recuerdo que tengo es el de no habernos podido despedir acorde a lo que sucedería a continuación. El recuerdo que tengo es de ese insulto divertido que siempre nos decíamos como si ahora fuese que insulté a esa persona antes de perderla.

En las pérdidas nos quedamos con las frustraciones, las propias, sin darnos cuenta que la persona que hemos perdido le gustaría ser recordada por todas las cosas buenas que vivisteis juntos. La persona que perdí tenía cosas malas, como todos, pero las cosas buenas superaban a las malas por una goleada épica. 

Me ha costado años reescribir esa despedida, olvidar ese instante que me conduce a la frustración y hacer de las cosas buenas de esa persona un conjunto que se acaba conformando en un maravilloso recuerdo.

Lo peor del hecho de que un ser querido se marche sin avisar es que no sabemos como enfrentarnos a eso. Pero sucede lo mismo con los seres queridos que se marchan avisando de su partida. Somos los que nos quedamos quienes tenemos que lidiar con el duelo. Ellos no. Y somos nosotros los únicos que podemos convertir nuestra frustración o nuestra inevitable pena en un recuerdo maravilloso. Recordando todo lo bueno que nos aportó esa persona, valorando también todo aquello con lo que no comulgábamos, dando cada día las gracias a esa persona aunque no esté ya con nosotros. Obviando la frustración de la despedida abrupta.

He aprendido, después de muchos años, que culpar a todo cuanto nos rodea de lo que no somos capaces de solucionar por nosotros mismos es la peor forma de continuar en el mundo porque en ese ejercicio incluso somos capaces de culpa a quien se ha ido por haberse ido demasiado pronto o sin despedirse.

Tan solo hay que saber que en esa vida, la gente viene y se va. Y de la misma forma que esas llegadas son fruto de la casualidad, las partidas también. La vida es bella y apenas controlamos nada respecto a esa hermosa vitalidad. Pero si algo podemos controlar es el hecho de comprender que todo es accidental.

"Todo es accidental. Accidental por las manos. Las mías, las otras. Todas sin mente. De un extremo a otro y ninguna funciona, ni funcionará jamás. Aquí estamos, en la tierra de nadie, tú y yo" ("La cruz de hierro", Sam Peckinpah, 1977)

miércoles, 19 de junio de 2024

¿Una piedra en el zapato o un gigantesco meteorito en el cielo?

 


Hay mañanas en las que la vida nos sonríe, quizás con una mueca de desaprobación, puede que esa sonrisa sea una burla. Hay otras mañanas en que ese mítico pie izquierdo es el primero en tomar tierra y todo se tuerce de tal forma que al final del día lo único que deseamos es que un gigantesco meteorito se dirija hacia la tierra y no haya ningún Bruce Willis de turno para evitarlo.

Después de la mañana llega el mediodía. Imaginemos un idílico mediodía donde todo ha salido a pedir de boca. Un idílico instante donde todos los políticos han desaparecido y donde el aceite de oliva ha vuelto a los precios de las olimpiadas de Barcelona 82. Sonreímos felices, nada puede estropearnos esa sensación de lúcida y transitoria felicidad. De repente, mordiendo una manzana, se nos rompe un diente y media hora mas tarde la lavadora hace un ruido extraño y fallece dejando escapar ríos y ríos de agua. Es entonces cuando toda esa felicidad se torna tragedia. Como el negativo de una fotografía. Un gigantesco nubarrón gris se instala sobre nuestra cabeza y volvemos a desear que Bruce Willis no salve a la humanidad. Esta sensación puede alargarse días, semanas e incluso meses. Deseamos con tanta fuerza que todo sea de nuestro gusto (porque asociamos eso a felicidad) que las pequeñas e inevitables piedras en el camino convierten la travesía en la crónica de una muerte anunciada.

Y es que a lo largo de tu vida se te va a romper mas de un diente y más de una lavadora. Eso es inevitable. El problema no es que suceda, el problema es que, si sucede al mismo tiempo, caemos en la tristeza. Confundimos mala suerte con incapacidad. 

Puede llegarte una terrible enfermedad, claro que la muerte está ahí a la vuelta de cada esquina o que el desamor, el fracaso y la inseguridad están a la orden del día. Y es por eso por lo que alimentar las grandes tragedias griegas con pequeños problemas cotidianos lo único que consigue es que vivamos siempre en una obra de Shakespeare.

¿Cómo superar eso? En primer lugar, mirando alrededor y dejando de imaginar que todos los que nos rodean son mas altos, mas guapos y tienen mas dinero que nosotros. Puede que sea verdad, pero no por eso serán más felices. Nuestras inseguridades hacen que imaginemos que estamos siempre fuera de lugar, que los demás hacen las cosas bien y nosotros no. Pero tenéis que saber que a los demás también se les rompen las muelas y las lavadoras y sufren por ello igual o aún peor que vosotros.

Y eso forma parte de la condición humana.

¿Cómo escapar? Yo intento trivializarlo todo hasta el punto de la inconsciencia. Como bien dicen, si un problema tiene solución, hazlo, pero si no… olvídate. No me gustaría ser como uno de esos gurus de la autoayuda que tienen perfiles de Instagram donde dan consejos apoyados por música motivadora, grandes letras de colores y la intensidad de quien ha desayunado cereales con cocaína.

Trivializar. Pensar que las tragedias forman parte de todas las vidas, no solo de la nuestra. Si un problema se puede solucionar, hacerlo, aunque sea poco a poco. Y si no se puede solucionar abrid otra cerveza y mirad la puesta de sol.

¿Qué más se puede hacer? Siempre he defendido que practicar BDSM es la mejor de las terapias porque nos ayuda a distanciarnos de nosotros mismos al tiempo que somos mas nosotros que nunca. Cuando practicamos BDSM nos tomamos unas vacaciones de esa persona angustiada y preocupada por todo y dedicamos un rato a ser nosotros en esencia, disfrutando y explorando. El BDSM no es la solución a las pequeñas tragedias cotidianas pero es un grandioso bálsamo.

Porque la realidad es que no hay solución a eso porque lo que nosotros percibimos como tragedias griegas son, en realidad, una minúscula piedrecita en el zapato. 

Detente, quítate el zapato, sacude la piedra y sigue caminando. Recuerda que los demás son como tu y, sobre todo, mira al cielo a ver si se acerca un gigantesco cometa que acabará con todos porque, en ese caso, no pierdas el tiempo sacándote la piedrecita del zapato.

domingo, 16 de junio de 2024

La subjetividad en la belleza



Me cuesta diferenciar cuando alguien es guapo o no, me refiero a la belleza física. Objetivamente sería capaz de distinguir ciertos rasgos que acerquen a un rostro al ideal de belleza. Y lo opuesto. Pero no soy capaz de interiorizar eso como belleza. Si una persona me atrae por su conversación, sus actos, sus movimientos... la veré como la mas guapa del mundo aunque objetivamente esa persona sea tan fea como un vertedero después de una huelga de basureros. Y, al revés. Puedo llegar a rechazar estéticamente a alguien objetivamente hermoso porque me parece una persona plana, vacía o contraria a cualquiera de los parámetros que me hacen ver a alguien hermoso.

Siempre he defendido que la mejor forma de conocer a alguien es con los ojos vendados. Incluso íntimamente. A veces he tenido sexo con una persona a quien no había visto antes y uno de los dos llevaba los ojos vendados y la experiencia ha sido maravillosa porque te abstraes de toda estética y te centras en la persona, en el disfrute, en el aprendizaje y el conocimiento. Siempre he defendido este tipo de juegos pero os recomiendo que solo sea una persona quien lleva los ojos vendados y no los dos, a riesgo de que el encuentro acabe en accidente o que nunca lleguéis a encontraros.

Conocer a alguien en la virtualidad sin ver su rostro es el mejor de los comienzos pero también es cierto que, pasado un tiempo, necesitamos ver a esa persona, incluso yo. ¿Por que necesito ponerle rostro a alguien virtual si acabo de decir que la mejor forma de conocer es a ciegas? Por las expectativas, simplemente. Cuando conoces a alguien virtualmente te creas una imagen idealizada de esa persona, cuanto mas te gusta lo que lees mas idealizas a esa desconocida acercándola a un ideal estético. Y luego, en la realidad, eso nunca se cumple, principalmente porque algo real nunca estará a la altura de algo ideal. Y eso me sucede incluso a mi, que soy sapiosexual hasta la médula. Es decir: que me atrae sexualmente alguien por su conversación y no por su físico. ¿Por que sucede eso? Porque me cuesta diferenciar la belleza de la no belleza, necesito un rostro para construir un personaje. Puede parecer un contrasentido pero no lo es. No necesito ese rostro como una prueba de que esa persona es objetivamente hermosa o no. Necesito ese rostro para poner imagen (sin juzgar esa imagen) a una persona y comenzar a construir, desde la involuntariedad de la sapiosexualidad, un interés o un desinterés.

Ojalá poder vivir en ese mundo imaginado por Saramago donde (casi) todos han perdido la vista...

miércoles, 12 de junio de 2024

Abrir la mente



Llega un momento de nuestra vida, ya sea por aburrimiento, por necesidad, o porque nos hemos aburrido de las series de Star Wars de Disney, que nuestro cerebro comienza a construir la idea de que debemríamos abrir la mente y conocer cosas nuevas, ser mas receptivos a todo aquello que, hasta ese momento, hemos etiquetado con un gran "No" en letras rojas brillantes cual neón de anuncio de cerveza colgado en el dormitorio de un soltero que ha llegado a la crisis de los cuarenta.

Símiles sobre plataformas digitales y señores que se compran motos aparte, lo que pretendo transmitir es que siempre (y cuando digo siempre quiero decir casi siempre) llega un momento en nuestro inevitable camino hacia la muerte en que nos (re)planteamos muchas cosas. Ese momento no sucede en la juventud, tampoco años después, suele suceder en la madurez, cuando echamos un vistazo a ese retrovisor sucio donde vemos esos coches que hemos dejado atrás sin reparar en ellos tan solo porque no tenían el color que nos habían dicho que debía tener un coche.

Reformularse es aprender. Aprender a liberarse, en primer término, pero también aprender cosas nuevas. 

En este blog suelo escribir sobre BDSM, también reflexiones, relatos y cientos de textos mas que tienen tanto valor literario como una coliflor en mal estado asomando por un cubo de basura en una noche de tormenta. Pero esta reflexión sobre abrir la mente no está relacionada con practicar por vez primera el BDSM. Puede darse el caso y es uno de los motivos por los que muchas personas prueban a jugar a ser dominantes o dominados a ver que sucede, pero eso sería tangencial, no hablo de BDSM aunque hable de BDSM. Este texto pretende contar (y por lo que releo, no lo estoy consiguiendo) acerca de esas segundas oportunidades que nos damos a nosotros mismos. El principal inconveniente de abrir la mente son las consecuencias porque no es lo mismo abrir la mente a comer caracoles que abrir la mente a acostarnos con otras personas a espaldas de nuestra pareja. Todo acto tiene sus consecuencias, excepto si eres un político que puedes mentir con total impunidad. Pero para nosotros, los mortales que votamos en vez de ser votados, nuestros actos devienen en situaciones que se contemplan como un semáforo: rojo, amarillo o verde.

Llega un momento en que abrimos la mente pero detenemos los pies. El rojo, incluso el amarillo, nos anuncian que es peligroso seguir caminando. Hay ciertas líneas (imaginarias) que nos han dicho que no debemos cruzar, ya sea porque parecen peligrosas o porque tendrán consecuencias. Y tienen razón, tomar una decisión vital que implique abrir la mente y conocer cosas nuevas puede tener consecuencias. ¿Y si nos equivocamos en esa decisión surgida de la necesidad de abrir nuestra mente? Parafraseando a Oscar Wilde: "experiencia es el nombre que damos a nuestros errores".

Pero no hay nada más aburrido que cruzar solamente cuando el semáforo está en verde. No hay nada mas aburrido que estar parados frente a un semáforo en amarillo o rojo, viendo los coches pasar, viendo como otras personas se saltan ese mismo semáforo.

Saltarse el semáforo, aunque tenga consecuencias, siempre será mas divertido que quedarte quieto viendo pasar coches. Abrir la mente, aunque nos empuje fuera de nuestra zona de confort, siempre será mejor que quedarte en el sofá oprimiendo los botones del mando a distancia mientras el catalogo de Netflix pasa frente sin saber que película escoger.

Confiad en mi cuando os digo que algunas cosas en la vida son como las películas de terror: cuanto mas miedo nos dan mas divertidas acaban siendo.



sábado, 8 de junio de 2024

Dos hombres y una mujer

 


Vivimos en el convencimiento de que estamos hechos para una persona y esa misma persona está hecha para nosotros. En algún rincón de este planeta redondo tenemos nuestra alma gemela que, con toda seguridad, nunca llegaremos a conocer. Debido a esto acabamos acercándonos a personas que aun que no son esa alma gemela, suelen ser nuestros iguales de marca blanca que, a falta del inalcanzable original, pueden calmar nuestra hambre durante años.

Como en ese supermercado, nuestros amores de marca blanca se acumulan en el estante ofreciéndonos una variedad que acaba derivando en cantidad. ¿A dónde quiero llegar? Lo que pretendo explicar es que, a falta de esa alma gemela, disponemos de varios ejemplares que nos permiten disparar a dos dianas con una misma pistola. No son la diana perfecta, pero son una diana.

No voy a citar ahora a esa estrofa de la canción del siempre excitado trabajador de la construcción que vende colonias que dice “Por el amor de esa mujer somos dos hombres con un mismo destino. Y aunque me digas que ella es para ti y aunque seas mi amigo, lucharé.”. Vaya… ya la he citado. Bueno, me sirve.

¿Qué sucede si dos hombres se enamoran de la misma mujer o viceversa? Si sucede lo primero es la lógica, pero si sucede lo segundo, entonces es que volvemos a disparar a dos dianas con una única pistola. ¿Qué problema hay en eso? Ninguno, la vida está para disfrutarla, incluso para compartir. Pero sí que hay un problema: algunos no saben compartir porque nuestra condición es la de seres posesivos. Vallamos nuestro jardín, le ponemos un collar a nuestro perro y exhibimos a nuestra pareja para que todos contemplen la suerte que tenemos. Pero compartir jardín, perro o pareja con un desconocido… no parece funcionar.

Dos hombres y una mujer es una ecuación que debería funcionar si los egos se quedan en el cajón de la nevera. Bien por ella, bien por ellos. Incluso podemos romantizar esa relación a tres bandas y comprender que la vida es mas flexible de lo que creemos, comprender que en los estantes del Mercadona hay productos de marca blanca iguales, muchos. Maldita sea, ya les he hecho publicidad. ¿Les gustará que asocie su marca a una relación a tres bandas? Posiblemente si es sin gluten no tendrán inconveniente… ¿Y que opinará Bustamante?

 

miércoles, 5 de junio de 2024

Deseo

 


Hay días en que me levanto y me pregunto qué es lo que realmente deseo, que es lo que realmente tengo y como me siento realmente. ¿Tenemos el trabajo que querríamos tener? Seguramente no, pero esa suerte de prostitución laboral nos permite ver como sube el dinero en nuestra cuenta corriente lo suficiente para obligarnos a creer que realmente tenemos lo que deseamos y que realmente nos sentimos bien.

Porque, al final, de lo que hablamos es de deseos, ya sean confesables o no. No veo diferencia entre desear un trabajo mejor o desear acostarte con esa persona que ves cada día en la cola de la panadería. Desear es la clave del vivir y cuando dejas de desear dejas de tener un motivo por el que vivir.

Desear ir a ese restaurante que nunca te has podido permitir, deseo banal. Desear la mejor vida para tus hijos, un deseo vital. Desear ese teléfono móvil de ultima generación, desear ser amados, desear caminar por la playa descalzos, desear simplemente.

Hay días en que me levanto y me pregunto qué es lo que realmente deseo y es entonces que me doy cuenta de que los pequeños deseos cotidianos, los más mundanos, los más inconfesables, aquellos deseos que me convierten en un irresponsable a los ojos de los demás, son los que me hacen sentirme vivo.

¿Qué hay de malo en ello? Desea cuanto desees, sin importarte la gravedad de ese deseo, olvida los adjetivos y alcanza ese deseo. Esa es la clave.