Hemos quedado en el bar de un céntrico hotel (donde
también he reservado una habitación toda la noche). Ella se llama Alba y va a
ser su primera sesión como sumisa. Eso si es que se decide. Primero
charlaremos con una copa delante para ver como fluyen las cosas. Ambos estamos
decididos a hacerlo, pero necesitamos aterrizar todas esas conversaciones
nacidas desde el bajo vientre y entender, desde la lógica, lo que nos
disponemos a hacer. La veo aparecer por el fondo del local, lleva un vestido
negro de tul ajustado con escote, medias negras y tacones. No creo que acostumbre
a vestir así en su día a día, de lo cual me alegro porque eso significa que, en
cierta forma, se está liberando, aunque solo sea su vestimenta.
Desea estar hermosa para su amo, lo cual también es una señal de que desea servirme. Al llegar a mi altura intercambiamos dos besos
mas castos de lo necesario y tomamos asiento en sendos taburetes frente a la
barra, al hacerlo, su falda se desliza y alcanzo a ver que las medias son de medio
muslo. Perfecto, se las dejaré puestas durante parte de la sesión. Alba está nerviosa,
es lógico, así que decido llevar la conversación de la misma forma que llevaré
la sesión. No me importa tomar el control de las situaciones, mi ego no se
infla por eso ni se desinfla tanto si soy el rey de la pista como si soy el ultimo mono del circo. Simplemente
es algo que hay que hacer en determinados momentos. Ahora, por ejemplo.
La conversación discurre por temas triviales, no hablamos acerca de la sesión porque ya hemos
pactado todo cuanto sucederá. Alba sonríe tímidamente. Me gusta esa sonrisa, la
sonrisa de alguien que lleva mas de cuarenta años comportándose como le han
dicho que se ha de comportar, negándose fantasías que, desde varios frentes, le aseguraban que era algo cercano a la enfermedad mental. Hoy es el día en que se va a liberar. Muchas personas deben estar atadas durante parte de su primera sesión para que
aumente su indefensión, su sumisión, sus sentidos, para que confíen en la
persona que las ha atado. Y curiosamente, solo consiguen estar liberadas cuando
están atadas.
-¿Subimos? -pregunto al cabo de media hora
-Si -contesta ella bajando la mirada tímidamente.
En el ascensor deslizo
una de mis manos por debajo de su falda, subiendo por el interior de sus muslos.
Su sexo esta completamente mojado. A Alba este gesto le ha cogido por sorpresa,
muestra incredulidad y cierta vergüenza. Huelo mi mano impregnada de sus fluidos
y le sonrío. Su sexo huele a sumisa.
Una vez en la habitación coloco una venda sobre sus ojos,
esa es la parte que menos le gusta y la que mas me ha costado convencerla,
pero, como en toda negociación, hay una contraprestación. Hemos decidido que
comenzaremos la sesión con ella con los ojos vendados, vestida, con las piernas
abiertas y yo masturbándola. Alba quiere sentir lo que es el squirting o, como
ella me dijo, quiere sentir como se mea corriéndose. Evidentemente el squirting
es un fluido similar a la orina, pero no lo es.
Que una sesión comience con un amo masturbando a su sumisa
parece un contrasentido, para mi no lo es. Si es lo que ella necesita y ha
accedido a ponerse la venda en los ojos, que a si sea. Para mi, una sesión es
una experiencia. No tengo porque ser amo cada segundo de esa sesión, solo
necesito sentir que la otra persona entiende los roles y los asume. Necesito
ver que la otra persona respeta el pacto al que hemos llegado.
Comienzo a masturbarla mientras con la otra mano manoseo sus pechos por encima de la ropa y la beso. Media hora mas tarde y después de tres orgasmos que han llenado la cama y la moqueta del hotel de los flujos de Alba, la desnudo completamente, solo le queda la venda en los ojos y las medias de medio muslo, la ordeno arrodillarse y meto mi pene en su boca. Ahora me toca a mi, ahora es el momento de educar a mi nueva sumisa como quiero que haga las cosas. Después de un buen rato, me corro en su boca y mientras la agarro del pelo le ordeno que se trague todo. Alba obedece.
-Buena sumisa -digo.
-Gracias amo.
La ayudo a estirarse en la cama y, de repente, meto mi cabeza entre sus
piernas, lamiendo su sexo completamente depilado. ¿Por qué hago eso? Porque
ella va a hacer muchas cosas nuevas para satisfacer a su amo y lo único que me
ha pedido a cambio es que la ayude a “mearse” mientras tiene un orgasmo y que
le coma el coño hasta saciarme de sus jugos.
Soy amo, pero puedo comerle el coño a mi sumisa si la
situación lo requiere, tampoco tengo ningún problema con eso. Además, así podré
recuperarme de mi orgasmo.
Quince minutos más tarde y después de beberme su corrida, la
pongo a cuatro patas encima de la cama, me pongo un preservativo e introduzco mi
pene en su vagina, mientras la agarro con fuerza de las caderas y la follo
durante un buen rato, propinándole algún que otro azote, algún que otro
insulto, algún que otro tirón de pelo. Sexo duro con alguien que sabes que está
cuidando de ti, esa es la clave.
Al poco rato, mientras me follo a mi sumisa Alba, le meto un
dedo en el culo. Ella gime, no parece estar cómoda, pero al poco rato su ano comienza
a dilatarse y el dedo entra perfectamente. Un dedo en su culo, una polla en su
coño. Una de las fantasías de Alba es la doble penetración. Hemos acordado que
la haremos algún día, pero no con otra persona, ella quiere la
polla de su amo en su culo o en su vagina y un vibrador en el otro agujero
libre. He traído un vibrador, pero no creo que eso suceda hoy aunque lo que si
que va a suceder es que sodomice a mi sumisa. Ella me lo ha pedido como parte
de su fantasía, nunca ha follado por el culo antes.
Quito mi polla de su coño y pongo vaselina en su culo al tiempo que sigo introduciendo un dedo, después dos dedos. Alba gime de dolor y placer, al poco rato la penetro analmente, con suavidad. Alba esta algo incomoda, pero sabe que ha de aguantar unos minutos y esos músculos donde ahora esta mi pene se relajaran y se dilataran. La frontera entre el dolor y el placer es casi imperceptible en el BDSM, a veces incluso son la misma cosa. Al poco rato ya estoy sodomizándola sin problema. Sin aparente dolor, con mi polla en su culo probamos todas las posiciones, ella lleva una venda en los ojos aun, se la quito mientras estamos follando yo encima de ella, cara a cara, nos miramos y nos besamos.
-¿Dónde esta mi polla, sumisa? -le susurro al oído
-En mi culo, amo.
Al poco rato saco mi polla de su culo, lanzo el preservativo
al suelo y me masturbo a escasos centímetro de su cara. Finalmente, el semen
cae en sus labios, en su nariz, en sus mejillas, parte en su pelo.
La llevo hasta el baño y la hago mirarse reflejada en el
espejo, ese rostro lleno de semen y su culo aun abierto de par en par.
-¿Qué ves? -le pregunto.
-A una sumisa -responde ella- Tu sumisa.
-Es esto lo que querías Alba.
-No lo quería amo, lo necesitaba, pero no lo sabia.
-¿Y ahora que?
-Quiero mas amo, probar más cosas, pero otro día, estoy
agotada.
Nos duchamos y bajamos al bar del hotel a tomar otra copa, ya
no somos dos desconocidos, ahora
somos amo y sumisa, hay una profunda conexión entre ambos y eso se refleja en
la conversación. Alba esta relajada y sonríe, se siente liberada de muchas cosas,
pero, sobre todo, a aprendido a no juzgarse a si misma sino a disfrutar sin
pecado ni culpa.
Ayer Alba era una mujer insegura, asustadiza y con sentido de culpa por dejarlo todo para el día siguiente. Hoy, esta noche, Alba parece una mujer segura, confiada y alegre por no haber dejado la sesión para el día siguiente. Puede que mañana los miedos vuelvan a Alba, pero se enfrentará a ellos porque ahora sabe que puede repetir lo que acaba de suceder, ahora sabe que hay alguien que la comprende, la escucha y no la juzga. Alba es ahora una sumisa por decisión propia y aunque esa no es la solución a nada, es un alivio tan agradable que lo único que se le pasa por la cabeza es porque no lo probó antes, con todas esas fantasías en su cabeza que se quedaron en culpabilidad solo por el hecho de haberlas imaginado.
En realidad, la vida no tiene solución, es un conjunto de blancos y negros a los que solo podemos enfrentarnos de la manera en que Alba se ha enfrentado esta noche: olvidándose de quien es y poniendo todo su esfuerzo en quien quiere ser.
Comenzando por ser sumisa.
Mi sumisa.