miércoles, 12 de junio de 2024

Abrir la mente



Llega un momento de nuestra vida, ya sea por aburrimiento, por necesidad, o porque nos hemos aburrido de las series de Star Wars de Disney, que nuestro cerebro comienza a construir la idea de que debemríamos abrir la mente y conocer cosas nuevas, ser mas receptivos a todo aquello que, hasta ese momento, hemos etiquetado con un gran "No" en letras rojas brillantes cual neón de anuncio de cerveza colgado en el dormitorio de un soltero que ha llegado a la crisis de los cuarenta.

Símiles sobre plataformas digitales y señores que se compran motos aparte, lo que pretendo transmitir es que siempre (y cuando digo siempre quiero decir casi siempre) llega un momento en nuestro inevitable camino hacia la muerte en que nos (re)planteamos muchas cosas. Ese momento no sucede en la juventud, tampoco años después, suele suceder en la madurez, cuando echamos un vistazo a ese retrovisor sucio donde vemos esos coches que hemos dejado atrás sin reparar en ellos tan solo porque no tenían el color que nos habían dicho que debía tener un coche.

Reformularse es aprender. Aprender a liberarse, en primer término, pero también aprender cosas nuevas. 

En este blog suelo escribir sobre BDSM, también reflexiones, relatos y cientos de textos mas que tienen tanto valor literario como una coliflor en mal estado asomando por un cubo de basura en una noche de tormenta. Pero esta reflexión sobre abrir la mente no está relacionada con practicar por vez primera el BDSM. Puede darse el caso y es uno de los motivos por los que muchas personas prueban a jugar a ser dominantes o dominados a ver que sucede, pero eso sería tangencial, no hablo de BDSM aunque hable de BDSM. Este texto pretende contar (y por lo que releo, no lo estoy consiguiendo) acerca de esas segundas oportunidades que nos damos a nosotros mismos. El principal inconveniente de abrir la mente son las consecuencias porque no es lo mismo abrir la mente a comer caracoles que abrir la mente a acostarnos con otras personas a espaldas de nuestra pareja. Todo acto tiene sus consecuencias, excepto si eres un político que puedes mentir con total impunidad. Pero para nosotros, los mortales que votamos en vez de ser votados, nuestros actos devienen en situaciones que se contemplan como un semáforo: rojo, amarillo o verde.

Llega un momento en que abrimos la mente pero detenemos los pies. El rojo, incluso el amarillo, nos anuncian que es peligroso seguir caminando. Hay ciertas líneas (imaginarias) que nos han dicho que no debemos cruzar, ya sea porque parecen peligrosas o porque tendrán consecuencias. Y tienen razón, tomar una decisión vital que implique abrir la mente y conocer cosas nuevas puede tener consecuencias. ¿Y si nos equivocamos en esa decisión surgida de la necesidad de abrir nuestra mente? Parafraseando a Oscar Wilde: "experiencia es el nombre que damos a nuestros errores".

Pero no hay nada más aburrido que cruzar solamente cuando el semáforo está en verde. No hay nada mas aburrido que estar parados frente a un semáforo en amarillo o rojo, viendo los coches pasar, viendo como otras personas se saltan ese mismo semáforo.

Saltarse el semáforo, aunque tenga consecuencias, siempre será mas divertido que quedarte quieto viendo pasar coches. Abrir la mente, aunque nos empuje fuera de nuestra zona de confort, siempre será mejor que quedarte en el sofá oprimiendo los botones del mando a distancia mientras el catalogo de Netflix pasa frente sin saber que película escoger.

Confiad en mi cuando os digo que algunas cosas en la vida son como las películas de terror: cuanto mas miedo nos dan mas divertidas acaban siendo.



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