Porque, al final, de lo que hablamos es de deseos, ya sean
confesables o no. No veo diferencia entre desear un trabajo mejor o desear acostarte
con esa persona que ves cada día en la cola de la panadería. Desear es la clave
del vivir y cuando dejas de desear dejas de tener un motivo por el que vivir.
Desear ir a ese restaurante que nunca te has podido
permitir, deseo banal. Desear la mejor vida para tus hijos, un deseo vital.
Desear ese teléfono móvil de ultima generación, desear ser amados, desear
caminar por la playa descalzos, desear simplemente.
Hay días en que me levanto y me pregunto qué es lo que realmente
deseo y es entonces que me doy cuenta de que los pequeños deseos cotidianos,
los más mundanos, los más inconfesables, aquellos deseos que me convierten en
un irresponsable a los ojos de los demás, son los que me hacen sentirme vivo.
¿Qué hay de malo en ello? Desea cuanto desees, sin
importarte la gravedad de ese deseo, olvida los adjetivos y alcanza ese deseo.
Esa es la clave.
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