miércoles, 28 de agosto de 2024

Sexo Oral Vs Sexo Oral en el BDSM

 



El sexo oral en el BDSM es una práctica cargada de simbolismo, poder, control y mucha saliva. Comúnmente creemos que arrodillarse y abrir la boca o ver a una ama con las piernas abiertas esperando a ser lamida es algo que también sucede en el sexo “normal” (o eso que conocemos como “sexo vainilla” que nada tiene que ver con los sabores de helado), creemos que es algo conocido: comer o ser comido (o comer y ser comido), pero, como ocurre con otras prácticas en el BDSM, el sexo oral se puede explorar de maneras diferentes y es ahí donde deja de ser una práctica meramente sexual, y se convierte en un acto de obediencia o sumisión además de ser una herramienta de castigo o recompensa. La profundidad emocional es lo que diferencia el sexo oral en el BDSM del sexo oral en el sexo. Si somos dominantes, utilizaremos el sexo oral para expresar poder y control sobre el dominado. El acto de dar o recibir sexo oral puede simbolizar la entrega de uno y la autoridad del otro. Además, para la persona dominada, hacer sexo oral se convierte en un acto de adoración, obediencia o devoción. Al mismo tiempo, la persona dominante, observando a su mascota, perdón... observando a su sumisa o sumiso haciéndole sexo oral, siente una reafirmación del control sobre su propiedad. Es decir: un acto simple y conocido que, dentro de un contexto de roles, amplia el sentido de absolutamente todo.

El dominante decide cuándo, cómo y en qué condiciones se realiza. Esto puede incluir órdenes explícitas, restricciones de tiempo, posiciones específicas, o incluso el uso de cuerdas o antifaces, también puede convertirse en un juego donde el dominante controla si el sexo oral es recompensado con un orgasmo o si se detiene antes de llegar a ese punto (ya sea por pasiva o por activa). Además, como en otras prácticas de BDSM que también son prácticas “habituales” fuera del BDSM, el sexo oral puede ser “vainilla” pero también mucho más intenso y agresivo, incluso humillante, dependiendo de la escena y el acuerdo mutuo. El BDSM permite todo ese abanico de colores que en otros escenarios sería impensable.

Podemos sumar la práctica del ahogamiento (también conocido como "breath play") y combinarla con el sexo oral. Esto implica controlar la respiración de la persona sumisa durante la felación o el cunnilingus, a menudo como un acto de poder extremo, aunque requiere un alto nivel de confianza y experiencia. Otras prácticas asociadas son la garganta profunda o también el cómo utilizamos el semen en el sexo oral (eyaculando en la cara de la persona dominada para humillarla, o en su boca obligándola a tragarlo, aunque no quiera, etc). Porque el sexo oral puede ser usado como castigo si se obliga al sub a realizar sexo oral bajo ciertas condiciones que podrían ser humillantes (siempre de previo y mutuo acuerdo). Como recompensa, el sexo oral puede ser una forma de gratificación cuando el sumiso ha cumplido con las órdenes del dominante o ha mostrado obediencia y dedicación. Y aquí hay que decir, que ciertas personas utilizan en el BDSM el sexo oral como recompensa en ambos sentidos: del dominante al dominado o del dominado al dominante.

El sexo oral en el BDSM puede ser una práctica llena de significado, complejidad y conexión emocional. No es solo sexo oral… probadlo si tenéis la oportunidad (aunque solo suceda eso en vuestra primera sesión) porque es una buena forma de comenzar, conectando íntimamente con la otra persona en una práctica que conocéis y es familiar, lo que coloca esa práctica en una zona de confort conocida. El resto consiste en añadirle matices poco a poco… ah, y tener un mullido cojín a mano para que las rodillas de la persona dominada no sufran mas de lo necesario...


martes, 20 de agosto de 2024

Dolor y placer (en la vida y en el BDSM)

 


Dolor y el placer son dos experiencias que, a priori, consideramos como contrarias. No obstante, están conectadas de forma tan compleja que una simple frase no es suficiente. Intentaré explicarlo sin naufragar en el intento.

En nuestro cerebro, las áreas que procesan el dolor también están involucradas en la sensación de placer. Esta primera afirmación nos ayudará a comenzar a comprender porqué dolor y placer no son opuestos, sino que pueden coexistir y alimentarse. Esta conexión es perceptible (o al menos yo la he percibido) en prácticas donde el dolor se convierte en una fuente de placer, como ocurre en algunos aspectos del BDSM. Lo primero: si alguien te asegura que el BDSM es esencialmente dolor entonces deberías tomas la decisión de salir corriendo en cualquier dirección para alejarte de esta persona. Nada en el BDSM es esencialmente algo porque el BDSM es la adopción de un rol (dominante o dominado) donde somos los implicados quienes consensuamos que practicas hacer. Y si rechazamos el dolor eso no excluye que podamos disfrutar del BDSM. Por supuesto que hay BDSM placentero sin dolor.

Volvamos al aspecto biológico de todo esto: las endorfinas (neurotransmisores que se liberan en respuesta al dolor) también nos inducen sensaciones de euforia y bienestar, lo que explicaría por qué, en ciertos momentos (escenarios), el dolor también es placer. Esta respuesta biológica es una reminiscencia evolutiva que nos ayuda a lidiar con situaciones de estrés o daño físico, proporcionando una "recompensa" interna que contrarresta el sufrimiento. Como cuando un tiburón arranca de un gentil bocado el pie de un bañista, pero la víctima no se da cuenta de que los deditos de sus pies son la merienda del escualo hasta pasado buen un rato. Ese chute de endorfinas posterior al terrible mordisco le ayuda a sobrevivir y a sobrellevar el dolor. Como cuando tenemos un accidente grave y el verdadero dolor en nuestro cuerpo aparece transcurrido un tiempo, cuando desaparece ese necesario chute de endorfinas que nos ayuda a sobrellevar las crisis inesperadas.

En muchas culturas, el dolor se ve como un medio para alcanzar un estado superior de conciencia o placer utilizando ritos de paso, sacrificios físicos y ejercicios extremos para purificar el cuerpo y la mente, abriendo la puerta a experiencias placenteras o espirituales más profundas.

En el sexo, algunas personas experimentan placer a través del dolor consensuado. Aquí, el dolor no es el fin en sí mismo, sino una vía para intensificar la conexión emocional, la liberación de tensiones o el descubrimiento de nuevas sensaciones. Como cuando algunas personas practican sexo anal y la respuesta verbal es “me duele, pero me gusta”. 

Aunque debemos reconocer que esta frontera (o percepción) entre dolor y placer está influenciada por el contexto, las expectativas y nuestras experiencias en el pasado. Lo que es doloroso para una persona puede ser placentero para otra, dependiendo de su historia personal y de cómo su cerebro procesa esas sensaciones. Lo que explicaría porqué a unas personas el dolor las transporta hasta el placer y a otras las paraliza.

En nuestra vida diaria, el dolor (emocional) también puede llevar al placer. Superar dificultades junto a otra persona puede fortalecer los lazos afectivos, creando una sensación de logro y conexión profunda. Superar el dolor o la adversidad puede llevar a una mayor apreciación del placer y la felicidad en nuestra vida.

Dolor y placer en el sexo, en la cultura, en nuestra vida diaria... dolor y placer son esas dos caras de la misma moneda, inseparables. Explorar y entender la conexión entre ambos puede enriquecer nuestra vida, permitiéndonos experimentar todo ese catálogo de emociones y sensaciones que definen nuestra existencia. 

El escenario del BDSM es uno de los más óptimos (por el control) para conseguir esta nueva experiencia  con el dolor que puede ayudarnos a comprender un poco mejor nuestra auténtica esencia. 

Algunas personas que lean esto nunca habrá tenido una sesión BDSM porque les da miedo pero sí que se han tatuado el cuerpo. ¿Que diferencia hay? En esencia, ninguna. Cuando nos hacen un tatuaje, las agujas penetran en nuestra piel repetidamente, lo que provoca una respuesta natural de dolor. Sin embargo, durante este proceso, nuestro cuerpo también libera esas endorfinas que actúan como analgésicos naturales y que son responsables de la sensación de euforia. Saber que el dolor, cuando nos están tatuando, tiene un propósito puede transformar ese dolor en algo soportable e incluso deseable. La anticipación de obtener un tatuaje y el deseo de expresión personal nos llevarán a un estado mental en el que el dolor será interpretado de manera positiva, como parte de un ritual o logro personal. Saber que el dolor, cuando estamos en una sesion BDSM, tiene un propósito, será exactamente lo mismo.

Pero, como he dicho antes, ese dolor asociado al placer en el BDSM debemos explorarlo desde nuestra absoluta libertad y totalmente consensuado. ¿Mi opinión? Si sentís curiosidad, probadlo de forma segura, controlada y progresiva.

viernes, 2 de agosto de 2024

Estas cosas no son para mi

 



Casi todas la gente con la que he podido hablar sobre BDSM y nunca lo han practicado, defienden este hecho argumentando que “estas cosas no son para mí”. Ningún reproche por mi parte. Cuando veo gente intentando escalar el Everest, buceando en alta mar, paseando cinco perros por la calle o educando a cinco niños, me digo “esto no es para mí”. Pero nunca he intentado escalar ni tan siquiera la montaña más modesta que rodea la ciudad donde vivo, nunca me he sumergido en alta mar más allá de donde cubre, nunca he intentado limpiar la mierda de cinco perros en la calle, tampoco de de cinco niños en mi casa. Estas cosas no son para mi porque no las he probado, pero intuyo que no me van a gustar.

Un motivo que nos mueve a decir “esto no es para mí” es el aparente esfuerzo que requiere emprender nuevas aventuras. Cada año que pasa estamos más acomodados en nuestro escenario a pesar de que en nuestro perfil de Instagram pongamos eso de “carpe diem” o una frase de Mr. Wonderful del estilo “la vida solo pasa una vez: vívela”. Después la realidad nos golpea y nos obliga a recordad que lo más atrevido que hemos hecho en todo el año ha sido sugerirle a nuestro peluquero de confianza que corte dos centímetros más de lo habitual. Desconfiamos de las nuevas experiencias, pero no por nuevas sino por el esfuerzo que significa emprender un viaje del que desconocemos su final. O dicho de otra forma: solo lo haré si estoy convencido de que la recompensa será mayor que el esfuerzo.

Otro motivo que nos mueve a decir “estas cosas no son para mi” es la idealización que hemos hecho de cosas que nunca hemos probado. Una idealización basada muchas veces en la ficción, en noticias o en comentarios de bar. Nunca hemos conocido a nadie que haya escalado el Everest, pero aseguramos que no es para nosotros porque lo que sabemos del Everest es que hace frío, Glovo no llegá hasta ese remoto lugar y la gente muere. Nunca hemos practicado BDSM porque en nuestra imaginación hay dolor, humillación, abuso y una mazmorra que debe oler fuerte.

Los principales motivos que nos mueven a no despegar nuestros culos del sofá y probar cosas nuevas son el miedo y la apatía.

Ahora me vendréis con que vosotros no sois así, claro… por eso perdéis una hora un viernes por la noche navegando por todas las plataformas digitales buscando una buena película en vez de hacer paracaidismo nocturno o acudir a una pelea clandestina.

Vale, culpa mía. Lo reconozco: cuando escribo siempre me apoyo en las figuras más extremas. Como esos machistas que de repente le sueltan a una mujer en una discoteca “¿follamos?” y cuando ella contesta que no entonces ellos dicen a sus amigos en voz baja “menuda monja”.

De acuerdo, ni ángel ni diablo, intentaré ser más asertivo. Vamos allá: nos probamos cosas nuevas porque en esa balanza en nuestra imaginación siempre pesa más quedarnos sentados en el sofá. Esa es nuestra realidad y por mucho que leas esto y digas “No es mi caso”, reflexiona sobre cuantas cosas nuevas has probado este año. Aclaración a la norma: como cosas nuevas no valen el helado de judías pintas ni la ropa interior comestible. Hablamos de cosas que nos cambien, que nos estimulen, que nos hagan reír o llorar. Cosas que recordemos el resto de nuestras vidas.

Experiencias.

Y ahora, vuelve a reflexionar sobre todo esto y dime porque el BDSM no es para ti.