martes, 20 de agosto de 2024

Dolor y placer (en la vida y en el BDSM)

 


Dolor y el placer son dos experiencias que, a priori, consideramos como contrarias. No obstante, están conectadas de forma tan compleja que una simple frase no es suficiente. Intentaré explicarlo sin naufragar en el intento.

En nuestro cerebro, las áreas que procesan el dolor también están involucradas en la sensación de placer. Esta primera afirmación nos ayudará a comenzar a comprender porqué dolor y placer no son opuestos, sino que pueden coexistir y alimentarse. Esta conexión es perceptible (o al menos yo la he percibido) en prácticas donde el dolor se convierte en una fuente de placer, como ocurre en algunos aspectos del BDSM. Lo primero: si alguien te asegura que el BDSM es esencialmente dolor entonces deberías tomas la decisión de salir corriendo en cualquier dirección para alejarte de esta persona. Nada en el BDSM es esencialmente algo porque el BDSM es la adopción de un rol (dominante o dominado) donde somos los implicados quienes consensuamos que practicas hacer. Y si rechazamos el dolor eso no excluye que podamos disfrutar del BDSM. Por supuesto que hay BDSM placentero sin dolor.

Volvamos al aspecto biológico de todo esto: las endorfinas (neurotransmisores que se liberan en respuesta al dolor) también nos inducen sensaciones de euforia y bienestar, lo que explicaría por qué, en ciertos momentos (escenarios), el dolor también es placer. Esta respuesta biológica es una reminiscencia evolutiva que nos ayuda a lidiar con situaciones de estrés o daño físico, proporcionando una "recompensa" interna que contrarresta el sufrimiento. Como cuando un tiburón arranca de un gentil bocado el pie de un bañista, pero la víctima no se da cuenta de que los deditos de sus pies son la merienda del escualo hasta pasado buen un rato. Ese chute de endorfinas posterior al terrible mordisco le ayuda a sobrevivir y a sobrellevar el dolor. Como cuando tenemos un accidente grave y el verdadero dolor en nuestro cuerpo aparece transcurrido un tiempo, cuando desaparece ese necesario chute de endorfinas que nos ayuda a sobrellevar las crisis inesperadas.

En muchas culturas, el dolor se ve como un medio para alcanzar un estado superior de conciencia o placer utilizando ritos de paso, sacrificios físicos y ejercicios extremos para purificar el cuerpo y la mente, abriendo la puerta a experiencias placenteras o espirituales más profundas.

En el sexo, algunas personas experimentan placer a través del dolor consensuado. Aquí, el dolor no es el fin en sí mismo, sino una vía para intensificar la conexión emocional, la liberación de tensiones o el descubrimiento de nuevas sensaciones. Como cuando algunas personas practican sexo anal y la respuesta verbal es “me duele, pero me gusta”. 

Aunque debemos reconocer que esta frontera (o percepción) entre dolor y placer está influenciada por el contexto, las expectativas y nuestras experiencias en el pasado. Lo que es doloroso para una persona puede ser placentero para otra, dependiendo de su historia personal y de cómo su cerebro procesa esas sensaciones. Lo que explicaría porqué a unas personas el dolor las transporta hasta el placer y a otras las paraliza.

En nuestra vida diaria, el dolor (emocional) también puede llevar al placer. Superar dificultades junto a otra persona puede fortalecer los lazos afectivos, creando una sensación de logro y conexión profunda. Superar el dolor o la adversidad puede llevar a una mayor apreciación del placer y la felicidad en nuestra vida.

Dolor y placer en el sexo, en la cultura, en nuestra vida diaria... dolor y placer son esas dos caras de la misma moneda, inseparables. Explorar y entender la conexión entre ambos puede enriquecer nuestra vida, permitiéndonos experimentar todo ese catálogo de emociones y sensaciones que definen nuestra existencia. 

El escenario del BDSM es uno de los más óptimos (por el control) para conseguir esta nueva experiencia  con el dolor que puede ayudarnos a comprender un poco mejor nuestra auténtica esencia. 

Algunas personas que lean esto nunca habrá tenido una sesión BDSM porque les da miedo pero sí que se han tatuado el cuerpo. ¿Que diferencia hay? En esencia, ninguna. Cuando nos hacen un tatuaje, las agujas penetran en nuestra piel repetidamente, lo que provoca una respuesta natural de dolor. Sin embargo, durante este proceso, nuestro cuerpo también libera esas endorfinas que actúan como analgésicos naturales y que son responsables de la sensación de euforia. Saber que el dolor, cuando nos están tatuando, tiene un propósito puede transformar ese dolor en algo soportable e incluso deseable. La anticipación de obtener un tatuaje y el deseo de expresión personal nos llevarán a un estado mental en el que el dolor será interpretado de manera positiva, como parte de un ritual o logro personal. Saber que el dolor, cuando estamos en una sesion BDSM, tiene un propósito, será exactamente lo mismo.

Pero, como he dicho antes, ese dolor asociado al placer en el BDSM debemos explorarlo desde nuestra absoluta libertad y totalmente consensuado. ¿Mi opinión? Si sentís curiosidad, probadlo de forma segura, controlada y progresiva.

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