viernes, 2 de agosto de 2024

Estas cosas no son para mi

 



Casi todas la gente con la que he podido hablar sobre BDSM y nunca lo han practicado, defienden este hecho argumentando que “estas cosas no son para mí”. Ningún reproche por mi parte. Cuando veo gente intentando escalar el Everest, buceando en alta mar, paseando cinco perros por la calle o educando a cinco niños, me digo “esto no es para mí”. Pero nunca he intentado escalar ni tan siquiera la montaña más modesta que rodea la ciudad donde vivo, nunca me he sumergido en alta mar más allá de donde cubre, nunca he intentado limpiar la mierda de cinco perros en la calle, tampoco de de cinco niños en mi casa. Estas cosas no son para mi porque no las he probado, pero intuyo que no me van a gustar.

Un motivo que nos mueve a decir “esto no es para mí” es el aparente esfuerzo que requiere emprender nuevas aventuras. Cada año que pasa estamos más acomodados en nuestro escenario a pesar de que en nuestro perfil de Instagram pongamos eso de “carpe diem” o una frase de Mr. Wonderful del estilo “la vida solo pasa una vez: vívela”. Después la realidad nos golpea y nos obliga a recordad que lo más atrevido que hemos hecho en todo el año ha sido sugerirle a nuestro peluquero de confianza que corte dos centímetros más de lo habitual. Desconfiamos de las nuevas experiencias, pero no por nuevas sino por el esfuerzo que significa emprender un viaje del que desconocemos su final. O dicho de otra forma: solo lo haré si estoy convencido de que la recompensa será mayor que el esfuerzo.

Otro motivo que nos mueve a decir “estas cosas no son para mi” es la idealización que hemos hecho de cosas que nunca hemos probado. Una idealización basada muchas veces en la ficción, en noticias o en comentarios de bar. Nunca hemos conocido a nadie que haya escalado el Everest, pero aseguramos que no es para nosotros porque lo que sabemos del Everest es que hace frío, Glovo no llegá hasta ese remoto lugar y la gente muere. Nunca hemos practicado BDSM porque en nuestra imaginación hay dolor, humillación, abuso y una mazmorra que debe oler fuerte.

Los principales motivos que nos mueven a no despegar nuestros culos del sofá y probar cosas nuevas son el miedo y la apatía.

Ahora me vendréis con que vosotros no sois así, claro… por eso perdéis una hora un viernes por la noche navegando por todas las plataformas digitales buscando una buena película en vez de hacer paracaidismo nocturno o acudir a una pelea clandestina.

Vale, culpa mía. Lo reconozco: cuando escribo siempre me apoyo en las figuras más extremas. Como esos machistas que de repente le sueltan a una mujer en una discoteca “¿follamos?” y cuando ella contesta que no entonces ellos dicen a sus amigos en voz baja “menuda monja”.

De acuerdo, ni ángel ni diablo, intentaré ser más asertivo. Vamos allá: nos probamos cosas nuevas porque en esa balanza en nuestra imaginación siempre pesa más quedarnos sentados en el sofá. Esa es nuestra realidad y por mucho que leas esto y digas “No es mi caso”, reflexiona sobre cuantas cosas nuevas has probado este año. Aclaración a la norma: como cosas nuevas no valen el helado de judías pintas ni la ropa interior comestible. Hablamos de cosas que nos cambien, que nos estimulen, que nos hagan reír o llorar. Cosas que recordemos el resto de nuestras vidas.

Experiencias.

Y ahora, vuelve a reflexionar sobre todo esto y dime porque el BDSM no es para ti.

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