sábado, 28 de septiembre de 2024

La puerta (relato)

 


Isabel se detiene frente a la puerta entreabierta que franquea la entrada la piso. Un último respiro, una última oportunidad, la idea de salir corriendo cruza su cabeza rebotando de lado a lado haciéndola casi perder el equilibrio. Lo desea tanto que sabe que debe salir corriendo, pero su coño mojado manda sobre el resto de su cuerpo, manteniéndolo ahí, inmóvil y sin capacidad de reacción. Isabel abre la puerta, hay un antifaz colgado de un telefonillo, cierra la puerta, se quita las gafas, las guarda en su bolso y se coloca el antifaz. Respira profundamente. Ahora debería decir “ya estoy, amo” pero su voz ha huido despavorida. Su voluntad se ha perdido al cerrar la puerta, pero su cuerpo no reacciona. Abre la boca, pero ninguna palabra sale de ella. Seguramente el amo estará pensando por que tarda tanto. Entonces recuerda, con el antifaz cubriendo sus ojos, que el amo le dijo que lo que más le había atraído de ella eran sus gafas, le había dicho que quería correrse en su cara mientras ella miraba a través de las gafas como todo aquel semen caía sobre ella. Lo quiere, desea todo eso y más aún. Quiere ser usada, humillada, quiere sentir dolor y sentir el orín caliente de aquel desconocido cayendo por su cuerpo. ¿Por qué? Nunca se ha entregado de esa forma a nadie antes y nunca a un desconocido a quien no va a ver durante toda la sesión. Esa circunstancia alejada de toda lógica es precisamente lo que la ha movido a venir. Nada de conversaciones previas, nada de juzgarse el uno al otro, nada de preliminares. Directa a su casa a ser usada. Eso la hace sentirse la mas perra de la ciudad. Incluso de la provincia. Eso es lo que siempre ha buscado: sentirse viva sin tener que pagar el peaje de cualquier tipo de relación habitual. El sexo convencional hace tiempo que dejó de tener sentido para ella. Por eso está en casa de ese desconocido que la va a sodomizar en cuanto ella diga “ya estoy, amo”.

-Ya estoy, amo.

Isabel escucha unas pisadas aproximándose a ella.

-Hola cerda -dice el hombre con voz firme, cogiéndola de los hombros.

La mujer no sabe que contestar, se deja guiar unos cuantos pasos hasta que se detienen.

-Delante de ti hay una cama, súbete a ella, a cuatro patas.

Isabel obedece, apretando los dientes. Está tan excitada que apenas puede articular un pensamiento coherente. Solo desea sentir, descubrir, llorar, gritar…

El hombre levanta su falda, le quita las bragas, después la recoloca en altura y posición. Isabel imagina que es para acceder mejor a sus entrañas. El hombre abre sus nalgas, está examinando su culo. Isabel siente una mezcla de vergüenza y excitación. El hombre introduce un dedo, sin previo aviso, casi hasta el fondo. Isabel suelta una pequeña queja, duele, pero es un dolor que necesita sentir, después nota el escupitajo de el hombre en su culo. Entra un nuevo dedo, ya son dos. Isabel se relaja y comienza a disfrutar de los dedos del desconocido hurgando en su culo. El amo saca los dedos y Isabel nota la lengua de el lamiéndola, entrando en su culo. ¿Es eso habitual? ¿Un amo haciéndole un beso negro a la sumisa? Nunca nadie se lo ha hecho antes, es una sensación diferente, entre cosquillas, placer y una extraña sensación que es agradable. El hombre se detiene, la coge de las caderas y comienza a entrar en su culo, poco a poco, la polla abriéndose paso en sus entrañas. Duele un poco pero no demasiado. Isabel se deja llevar, solo quiere que aquel tipo abuse de ella, la use, la humille, la mueva a donde nunca se ha atrevido a ir.

Solo quiere sentir.

viernes, 27 de septiembre de 2024

El cartero y el olor corporal (relato)

 


El amo está escribiendo a mano una carta dirigida a la que va a ser su sumisa, lo hace armado de una hoja de papel y un bolígrafo. Un acto impensable en los tiempos actuales, igual de inédito que lo que le va a proponer a ella. 

Nunca se han visto antes. Si todo va bien, será su primera sesión, tomarán algo antes de ir al hotel, ella necesita olerle para saber que es el hombre a quien desea entregarse. El amo prefiere no pensar en eso como un exámen. Sería terrible que le rechazasen por su olor: doble decepción.

El hombre posa la punta del bolígrafo en la hoja y comienza a escribir.

“Vendrás a mi encuentro con un vestido corto, medias negras, también llevarás esas gafas que tanto me gustan. Tomaremos algo, quizás en la terraza de un jardín público, un lugar donde mantener una conversación subida de tono sea difícil, pero necesitas fumar esos puritos, lo entiendo, aunque me revienten las terrazas. En eso seré yo tu sumiso.”

El amo sonríe, siempre ha imaginado el rol de amo como el de un sumiso encubierto, alguien que está al servicio de su sumisa pero que debe hacerla creer que ella obedece sus ordenes cuando, en realidad están enmarcándose en la realidad los deseos de ella.

“Cuando vayamos al hotel, te dirigirás a mi como amo. Al entrar en la habitación te quedarás inmóvil para que tu amo pueda meter la mano entre tus piernas y comprobar lo mojada que estás. Después te desnudaré por completo y te masturbaré un rato, seguirás de pie, pero no te dejaré correr, aun no. Tu orgasmo es un premio. Y todo el mundo sabe que para conseguir un premio has de ganar la competición”.

El amo le había preguntado si quería correrse durante las sesiones y ella había contestado que sí. “Contemplo correrme claro que si” había sido su respuesta. Pero sucedería solo cuando yo le diese permiso, así lo habíamos pactado.

“Cuando tu coño sea una cascada de agua que fluye sin llegar al orgasmo, te ordenaré que te arrodilles, te quitaré las gafas y, a continuación, colocaré un antifaz sobre tus ojos y después pondré mi polla en tu boca. Has de saber que una buena mamada de su sumisa es lo que más le gusta a tu amo. Quizás me corra en tu cara o en tu garganta, quien sabe, solo se que de vez en cuando te clavaré la polla bien adentro para provocarte arcadas. Mientras eso sucede te agarraré con fuerza del pelo, te escupiré, te humillaré, te abofetearé… todo eso con mi polla dentro de tu boca. Y cuando te pregunte, tu contestarás con la polla dentro de tu boca, aunque no se entienda nada.”

Ella también le había dicho que quería experimentar el dolor.

“Después te estiraré en la cama, pondré unas pinzas en tus pezones y en tus labios vaginales y me quedaré observándote, controlando tu dolor, cuidando de que sea doloroso, pero no sea bloqueante, te masturbaré para aliviar el dolor. Placer y dolor, ambas sensaciones se producen en la misma zona del cerebro”

El dolor y el placer van juntos. Siempre, incluso pueden convertirse en algo indivisible. El amo lo sabe. Pero el dolor hay que controlarlo, siempre.

“Cuando te hayas corrido, porque así lo haya decidido yo, te penetrare por el coño y por el culo, cambiando constantemente de agujero, usándote como lo que eres, humillándote, escupiéndote… ayudándote a moverte hasta ese espacio fuera de la zona de confort donde descubrir una nueva forma de entender el placer. Creo que me correré en tu boca y cuando lo haya hecho te ordenaré que abras la boca para comprobar que te lo has tragado todo. Quizás me corra en tu cara, tu con las gafas puestas, para que puedas ver la leche de tu amo saliendo disparada hacia ti para después llevarte hasta un espejo y que observes tu rostro de perra lleno de semen. Y entonces, solo entonces… volveremos a comenzar. Eso será en nuestra primera sesión.”

El amo sonrie de nuevo, la carta no necesita mas, demasiada información sería apagar la llama de la necesaria sorpresa, así que firma la carta, la introduce en un sobre y baja hasta la calle para meterla en un buzón. 

Ahora ya todo depende de su olor... y del cartero…

jueves, 26 de septiembre de 2024

Despertar




La mujer levanta la vista, tiene el pelo desordenado, el rostro sudoroso, está arrodillada en el suelo, con su rostro manchado de semen. Arrodillada a los pies de un hombre que acaba de usarla como un objeto sexual. La mujer sonríe satisfecha.

Despertar nuevas emociones asociadas a la sexualidad es un viaje íntimo y personal que va más allá del descubrimiento. Es un proceso de empoderamiento y liberación que puede darse a cualquier edad o  en cualquier situación. ¿Por qué despertamos de repente? La curiosidad, la búsqueda de placer, el deseo de reconectar con nuestro cuerpo o el sentirnos liberados de juicios y estereotipos pero, sobre todo, porque algo nos hace despertar casi de forma involuntaria, como el despertador que suena a las seis de la mañana.

La mujer coje los doscientos euros que el hombre le tiende, los guarda en su bolso y, a continuación, permite que aquel tipo con el que nunca se habría acostado, la desnude para hacerle el amor. No es la primera vez que están juntos. Muchos podrían pensar que el oficio de ella es tarifar el amor por horas, pero nada más lejos de la verdad. La mujer no necesita ese dinero, es la tercera vez que lo hace, siempre con el mismo hombre, quizás sea la última. Hace dos meses aquel hombre le ofreció una contraprestación económica que ella aceptó porque solo escuchar la proposición su sexo se convirtió en un manantial. También imaginó que saldría de aquel encuentro con vergüenza y culpa pero al acabar y con esos doscientos euros de mas en su bolso, la mujer salió empoderada, orgullosa y libre. Salió de aquel hotel con el convencimiento de que iba a continuar explorando su sexualidad. Y si alguien la llamaba puta le arrancaría la oreja de un mordiscos, a pesar de que ella misma cada mañana delante del espejo observa su cuerpo esbelto y se dice a si misma "para lo cachonda que estoy y lo guarra que soy follo poco". Pues eso se va a acabar, convertirse en una puta la ha ayudado a entender que cruzar esas líneas que ella misma había marcado, son una forma de liberación. Puta y orgullosa.

Reconecta con nuestros deseos y aprender a comunicarlos, es un paso fundamental. ¿Pero a quién comunicárselo? A nuestra pareja, quizás, a un amante, a un amigo íntimo pero nunca al cura de la parroquia, a nuestro jefe o al presidente de la comunidad de vecinos. Superar tabúes no significa convertirse en el mas payaso del circo.

Las dos personas se observan el uno a la otra y viceversa, casi examinando el más pequeño de los gestos. Ambos sostienen una copa de vino cada uno a la que han dado un breve sorbo. Se miran a los ojos y desconfían por el simple motivo de que están deseando confiar con toda la fuerza del universo. Cuanto más desconfíen más lucharán por confiar. Confiar en alguien a quien puedan contarle todos sus deseos y encontrar esa intersección que les permita irse a un hotel y sudar como cerdos llevando a cabo sus fantasías más oscuras. Porque iluminar esas fantasías es la clave del disfrute sin etiquetas.

-¿Te gusta el sexo anal? -pregunta el hombre.

-Me encanta -contesta ella.

Ambos hacen chocar sus copas y sonríen abiertamente.

Crecemos con creencias que limitan nuestra sexualidad. La cultura, la religión o la educación nos mueven a callarnos todo aquello que se salga de los estándares, impidiendonos durante muchos años redefinir nuestra sexualidad. Porque lo que hemos visto, oído o vivido no son nuestros deseos sexuales sino los de las películas, novelas, amantes, parejas o incluso lo que dice el Papa de Roma. Pero esa no es la definición de lo que el sexo significa para nosotros. Porque cada persona vive el sexo de una forma diferente. Liberarse también es celebrar que no hay una única manera de vivir la sexualidad. Cada persona tiene sus propios ritmos, deseos y formas de experimentar el placer. La diversidad de experiencias, cuerpos y deseos es lo que hace que la sexualidad sea tan rica y personal. Nos empeñamos en definir, diccionario en mano, lo que es la felicidad, el amor, el miedo o el bacalao al horno cuando la realidad es que todos tenemos una forma diferente de vivir esas cosas, especialmente si eres cocinero.

La mujer está completamente desnuda, atada en una cama, con una venda en los ojos. Puede escuchar al hombre caminando por la habitación. La mujer intenta relajarse, confía en él y sabe que todos los "no" y los "si" que han pactado, se van a respetar. Ojala la penetre por todos lados, la haga gritar, la haga correrse y se corra en todos sus agujeros, ojalá la insulte, la escupa, la humille y le tire del pelo, incluso que la abofetee, ojalá todo eso y más. Ojalá que las fronteras se difuminen y el placer se apodere de todo. Ojalá acabe y se queden desnudos en la cama, abrazados y charlando sobre lo sucedido. Ojalá.

El cuestionamiento de las normas abre las puertas a nuevas experiencias que antes parecían inalcanzables o inapropiadas disfrutando de lo que nos han dicho que no era correcto y disfrutándolo sin sentirnos culpables ni juzgados. Liberarse está relacionado con el empoderamiento, sentirnos seguros en nuestra piel, disfrutando del placer sin vergüenza. Y a medida que nos empoderamos seremos más capaces de decir "no" o "si" a lo que realmente rechazamos o deseamos.