El amo está escribiendo a mano una carta dirigida a la que va a ser su sumisa, lo hace armado de una hoja de papel y un bolígrafo. Un acto impensable en los tiempos actuales, igual de inédito que lo que le va a proponer a ella.
Nunca se han visto antes. Si todo va bien, será su primera sesión, tomarán algo antes de ir al hotel, ella necesita olerle para saber que es el hombre a quien desea entregarse. El amo prefiere no pensar en eso como un exámen. Sería terrible que le rechazasen por su olor: doble decepción.
El hombre posa la punta del bolígrafo en la hoja y comienza a escribir.
“Vendrás a mi encuentro con un
vestido corto, medias negras, también llevarás esas gafas que tanto me gustan. Tomaremos
algo, quizás en la terraza de un jardín público, un lugar donde mantener una conversación
subida de tono sea difícil, pero necesitas fumar esos puritos, lo entiendo, aunque
me revienten las terrazas. En eso seré yo tu sumiso.”
El amo sonríe, siempre ha
imaginado el rol de amo como el de un sumiso encubierto, alguien que está al
servicio de su sumisa pero que debe hacerla creer que ella obedece sus ordenes cuando,
en realidad están enmarcándose en la realidad los deseos de ella.
“Cuando vayamos al hotel, te dirigirás a mi como amo. Al entrar en la habitación te quedarás inmóvil para que tu amo
pueda meter la mano entre tus piernas y comprobar lo mojada que estás. Después te
desnudaré por completo y te masturbaré un rato, seguirás de pie, pero no te dejaré correr, aun
no. Tu orgasmo es un premio. Y todo el mundo sabe que para conseguir un premio has de ganar la competición”.
El amo le había preguntado si quería correrse durante las sesiones y ella había contestado que sí. “Contemplo correrme claro que si” había sido su respuesta. Pero sucedería solo cuando yo le diese permiso, así lo habíamos pactado.
“Cuando tu coño sea una cascada
de agua que fluye sin llegar al orgasmo, te ordenaré que te arrodilles, te quitaré las gafas y, a continuación, colocaré un antifaz sobre tus ojos y después pondré mi
polla en tu boca. Has de saber que una buena mamada de su sumisa es lo que más le
gusta a tu amo. Quizás me corra en tu cara o en tu garganta, quien sabe, solo
se que de vez en cuando te clavaré la polla bien adentro para provocarte arcadas.
Mientras eso sucede te agarraré con fuerza del pelo, te escupiré, te humillaré,
te abofetearé… todo eso con mi polla dentro de tu boca. Y cuando te pregunte,
tu contestarás con la polla dentro de tu boca, aunque no se entienda nada.”
Ella también le había dicho que
quería experimentar el dolor.
“Después te estiraré en la cama,
pondré unas pinzas en tus pezones y en tus labios vaginales y me quedaré observándote,
controlando tu dolor, cuidando de que sea doloroso, pero no sea bloqueante, te
masturbaré para aliviar el dolor. Placer y dolor, ambas sensaciones se producen
en la misma zona del cerebro”
El dolor y el placer van juntos.
Siempre, incluso pueden convertirse en algo indivisible. El amo lo sabe. Pero el
dolor hay que controlarlo, siempre.
“Cuando te hayas corrido, porque así
lo haya decidido yo, te penetrare por el coño y por el culo, cambiando
constantemente de agujero, usándote como lo que eres, humillándote, escupiéndote…
ayudándote a moverte hasta ese espacio fuera de la zona de confort donde descubrir
una nueva forma de entender el placer. Creo que me correré en tu boca y cuando
lo haya hecho te ordenaré que abras la boca para comprobar que te lo has tragado
todo. Quizás me corra en tu cara, tu con las gafas puestas, para que puedas ver la leche de tu amo saliendo disparada hacia ti para después llevarte hasta un espejo y que observes tu rostro de perra lleno de semen. Y entonces, solo entonces… volveremos a comenzar. Eso será en nuestra primera sesión.”
El amo sonrie de nuevo, la carta no necesita mas, demasiada información sería apagar la llama de la necesaria sorpresa, así que firma la carta, la introduce en un sobre y baja hasta la calle para meterla en un buzón.
Ahora ya todo depende de su olor... y del cartero…
No hay comentarios:
Publicar un comentario