La mujer levanta la vista, tiene el pelo desordenado, el rostro sudoroso, está arrodillada en el suelo, con su rostro manchado de semen. Arrodillada a los pies de un hombre que acaba de usarla como un objeto sexual. La mujer sonríe satisfecha.
Despertar nuevas emociones asociadas a la sexualidad es un viaje íntimo y personal que va más allá del descubrimiento. Es un proceso de empoderamiento y liberación que puede darse a cualquier edad o en cualquier situación. ¿Por qué despertamos de repente? La curiosidad, la búsqueda de placer, el deseo de reconectar con nuestro cuerpo o el sentirnos liberados de juicios y estereotipos pero, sobre todo, porque algo nos hace despertar casi de forma involuntaria, como el despertador que suena a las seis de la mañana.
La mujer coje los doscientos euros que el hombre le tiende, los guarda en su bolso y, a continuación, permite que aquel tipo con el que nunca se habría acostado, la desnude para hacerle el amor. No es la primera vez que están juntos. Muchos podrían pensar que el oficio de ella es tarifar el amor por horas, pero nada más lejos de la verdad. La mujer no necesita ese dinero, es la tercera vez que lo hace, siempre con el mismo hombre, quizás sea la última. Hace dos meses aquel hombre le ofreció una contraprestación económica que ella aceptó porque solo escuchar la proposición su sexo se convirtió en un manantial. También imaginó que saldría de aquel encuentro con vergüenza y culpa pero al acabar y con esos doscientos euros de mas en su bolso, la mujer salió empoderada, orgullosa y libre. Salió de aquel hotel con el convencimiento de que iba a continuar explorando su sexualidad. Y si alguien la llamaba puta le arrancaría la oreja de un mordiscos, a pesar de que ella misma cada mañana delante del espejo observa su cuerpo esbelto y se dice a si misma "para lo cachonda que estoy y lo guarra que soy follo poco". Pues eso se va a acabar, convertirse en una puta la ha ayudado a entender que cruzar esas líneas que ella misma había marcado, son una forma de liberación. Puta y orgullosa.
Reconecta con nuestros deseos y aprender a comunicarlos, es un paso fundamental. ¿Pero a quién comunicárselo? A nuestra pareja, quizás, a un amante, a un amigo íntimo pero nunca al cura de la parroquia, a nuestro jefe o al presidente de la comunidad de vecinos. Superar tabúes no significa convertirse en el mas payaso del circo.
Las dos personas se observan el uno a la otra y viceversa, casi examinando el más pequeño de los gestos. Ambos sostienen una copa de vino cada uno a la que han dado un breve sorbo. Se miran a los ojos y desconfían por el simple motivo de que están deseando confiar con toda la fuerza del universo. Cuanto más desconfíen más lucharán por confiar. Confiar en alguien a quien puedan contarle todos sus deseos y encontrar esa intersección que les permita irse a un hotel y sudar como cerdos llevando a cabo sus fantasías más oscuras. Porque iluminar esas fantasías es la clave del disfrute sin etiquetas.
-¿Te gusta el sexo anal? -pregunta el hombre.
-Me encanta -contesta ella.
Ambos hacen chocar sus copas y sonríen abiertamente.
Crecemos con creencias que limitan nuestra sexualidad. La cultura, la religión o la educación nos mueven a callarnos todo aquello que se salga de los estándares, impidiendonos durante muchos años redefinir nuestra sexualidad. Porque lo que hemos visto, oído o vivido no son nuestros deseos sexuales sino los de las películas, novelas, amantes, parejas o incluso lo que dice el Papa de Roma. Pero esa no es la definición de lo que el sexo significa para nosotros. Porque cada persona vive el sexo de una forma diferente. Liberarse también es celebrar que no hay una única manera de vivir la sexualidad. Cada persona tiene sus propios ritmos, deseos y formas de experimentar el placer. La diversidad de experiencias, cuerpos y deseos es lo que hace que la sexualidad sea tan rica y personal. Nos empeñamos en definir, diccionario en mano, lo que es la felicidad, el amor, el miedo o el bacalao al horno cuando la realidad es que todos tenemos una forma diferente de vivir esas cosas, especialmente si eres cocinero.
La mujer está completamente desnuda, atada en una cama, con una venda en los ojos. Puede escuchar al hombre caminando por la habitación. La mujer intenta relajarse, confía en él y sabe que todos los "no" y los "si" que han pactado, se van a respetar. Ojala la penetre por todos lados, la haga gritar, la haga correrse y se corra en todos sus agujeros, ojalá la insulte, la escupa, la humille y le tire del pelo, incluso que la abofetee, ojalá todo eso y más. Ojalá que las fronteras se difuminen y el placer se apodere de todo. Ojalá acabe y se queden desnudos en la cama, abrazados y charlando sobre lo sucedido. Ojalá.
El cuestionamiento de las normas abre las puertas a nuevas experiencias que antes parecían inalcanzables o inapropiadas disfrutando de lo que nos han dicho que no era correcto y disfrutándolo sin sentirnos culpables ni juzgados. Liberarse está relacionado con el empoderamiento, sentirnos seguros en nuestra piel, disfrutando del placer sin vergüenza. Y a medida que nos empoderamos seremos más capaces de decir "no" o "si" a lo que realmente rechazamos o deseamos.
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