viernes, 20 de junio de 2025

La casa que duerme (relato)

 


La casa duerme. Su pareja duerme también, el deber de dormir juntos, el insoportable peso de la normalidad. Todo descansa bajo la manta gruesa de la rutina.

No es su caso, ella está con los ojos abiertos, en otra habitación, ardiendo desde dentro. Su cuerpo reclama lo que la vida niega. Una vida que ha escogido ella, de acuerdo, pero no siempre aciertas. Ella fantasea, cada noche, con ese hombre que no tiene rostro, pero sí que tiene unas manos firmes y decididas, que no piden permiso. En su mente, escucha la orden que siempre la estremece, aunque sea solo una fantasía.

-Desnúdate.

Ella obedece. Frente al espejo del dormitorio de invitados, con su pareja roncando en la otra habitación, la mujer se despoja lentamente de la tela que cubre su piel, como si los ojos del desconocido estuvieran posados sobre cada centímetro de su cuerpo. Siente cómo los pezones se endurecen al roce del aire frío. Se imagina cómo él los acariciaría, comienza con los dedos, luego con la lengua, mordiendo justo lo necesario para arrancarle un gemido ahogado.

Pero no es solo la caricia lo que la enciende. Es la entrega. La absoluta renuncia al control. El dejar de ser ella misma para ser completa. El entregarse para ser libre.

Se arrodilla en la alfombra, las rodillas separadas, la espalda recta. Sus propias manos simulan las cuerdas que imagina recorriendo sus muñecas, sus muslos, su cuello. Respira hondo mientras deja que un dedo trace el camino desde su cuello hasta su sexo. La humedad la delata. En su fantasía, él la coge con fuerza del pelo, la obliga a alzar el rostro, a mirarlo a los ojos.

-Me perteneces -susurra él.

La palma invisible estalla en su imaginario sobre su nalga. La mujer siente el ardor en la piel, como si realmente lo hubiera recibido. Su mano acaricia su clítoris con movimientos lentos, precisos, aprendidos en tantas noches iguales en solitario. Aumenta el ritmo, el calor sube, su respiración se entrecorta. Se imagina la lengua de él devorándola, después imagina la polla de su amo dentro de su boca mientras ella, con los ojos vendados, exprime su alma y su lengua para darle placer. Poco después su amo está dentro de ella, empujando sus límites, su boca en su oído ordenándole no correrse aún. Pero ella está al borde, atrapada entre el control de la fantasía y el orgasmo que le trepa como un animal salvaje por la columna. Cuando finalmente se deja ir, el espasmo la sacude entera. Se muerde los labios para no gemir, sabiendo que a pocos metros duermen el testigo inocente de su vida normal.

Al terminar, permanece de rodillas unos segundos más, con los dedos aún húmedos, el pecho agitado, el deseo aun no saciado.

Mañana será igual. Y pasado. Y el mes que viene.

No es capaz de reunir el valor para buscar a ese hombre fuera de sus pensamientos. Pero también sabe que, mientras respire, lo buscará cada noche dentro de sí.

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