He decido escribir una serie de textos sobre la felicidad (e infelicidad) relacionados o no con la temática de este blog (el BDSM). El primero de los textos es una reflexión personal sobre lo que para mí es la felicidad. Seguramente estará plagado de contradicciones y errores respecto a conceptos psicológicos o filosóficos. Como escribe Thomas Ligotti en “La conspiración contra la especie humana”: Tanto si piensas que la consciencia es un beneficio o un horror, es solo lo que tú piensas, y nada más. Pero aunque no puedas demostrar la verdad de lo que piensas, puedes al menos exponerlo y ver lo que piensa el público. Si pretendéis el rigor necesario, entonces acudid a las fuentes adecuadas porque yo soy el menos indicado para dar lecciones de nada. Tan solo expongo y veo después lo que piensa el lector. No soy psicólogo ni filosofo. Solo soy un rufián con alma de ángel (o viceversa).
De joven pensaba que la felicidad era un estado permanente. O eras infeliz o eras feliz. Y pensaba que eras una cosa u otra en todo momento. Como si la felicidad o la infelicidad durasen meses e incluso años, en una carrera donde nada ni nadie podría acabar con ellas. Con el paso de los años te das cuenta de que la felicidad o la infelicidad son momentos puntuales. Recursos puntuales que nos hace ser felices o no de forma instantánea. Y puede durar segundos o días. También he aprendido que hay otros estados aparte del feliz e infeliz. La balanza, la mayor parte del día, no se inclina hacia ningún lado. La felicidad, así pues, es la suma de algunos momentos que son interrumpidos constantemente.
¿Pero qué nos proporciona la felicidad? En el tópico de “cada persona es un mundo” encontraremos la respuesta. Lo que a mí me hace infeliz quizás a ti te proporcione felicidad o viceversa. Pongamos un ejemplo con la práctica del BDSM: hay gente a las que les hace felices sentir dolor o ser humilladas, experimentar eso en sus carnes les eleva a un nirvana de felicidad solo comparable a cuando te comes el último donette de la bolsa. He visto gente experimentando una felicidad que yo nunca alcanzaré solo porque sufren. Menuda contradicción ¿no?. A mucha otra gente, el dolor o la humillación les hará sentir profundamente infelices.
Un nuevo ejemplo: a mucha gente la música de La oreja de Van Gogh les proporciona felicidad mientras que a otros (a mí, por ejemplo) nos hace sangrar los oídos (que no la oreja).
La felicidad y la infelicidad son conceptos indiscutibles, no perdurables, y cuyo camino cambia según la persona. Ahí queda eso, ya puedo morir tranquilo después de haber formulado semejante soplapollez.
¿Y cuáles son esas cosas nos empujan a experimentar momentos de felicidad o infelicidad? En mi caso, principalmente, son conceptos más emocionales que materiales. Por supuesto que lo material nos trae la felicidad, pero es una un delicioso bombón que esconde arsénico en su interior porque no alcanzar eso material nos hará profundamente infelices.
Nuestra principal frustración en lo emocional, aquello que nos hace infelices, acostumbra a comenzar cuando no somos correspondidos en la misma medida en la que nos ofrecemos. Lo damos todo, o creemos que lo damos todo, y no recibimos lo mismo a cambio. Siempre he argumentado que la amistad es como el amor, debes darlo todo a cambio de nada porque si esperas ser correspondido en la misma medida, la ostia será de las que escriben páginas y más páginas en el Libro Guiness de los Records. De acuerdo, darlo todo a cambio de recibir menos puede parecer injusto, incluso puede quedársenos la cara de idiota pensando que se aprovechan de nosotros. En ese caso, olvidad a esas personas. Si queremos realmente a alguien (se establezca la relación que se establezca) debemos ser capaces de dar sin esperar a recibir en la misma medida. Para mí ese es el secreto de la felicidad en las relaciones personales: la generosidad.
Y cuando digo dar sin esperar a recibir no me seáis malpensados, un poquito de por favor.
Los budistas aseguran que, si no no ansías nada, nada podrá decepcionarte. Es decir, si no tienes sueños o eres el conformista más conformista del mundo, nada podrá frustrarte. O por decirlo de otra manera: la persona más feliz del mundo es la que se viste con unos harapos, vive en un templo y bebe leche de cabra de un cuenco de madera tallado por él mismo. ¿De verdad? Entonces prefiero ilusionarme con cosas que después me frustren a vivir en una película en blanco y negro.
Debemos tener ilusiones, esperanzas, sueños, pero también debemos ser realistas y saber que los momentos de infelicidad llegarán, principalmente porque somos seres profundamente imperfectos en un mundo profundamente imperfecto.
Un poco de humor no nos vendría nada mal, eso también nos proporciona felicidad así que, como decía Groucho Marx: “Hijo mío, la felicidad está hecha de pequeñas cosas: Un pequeño yate, una pequeña mansión, una pequeña fortuna...”
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