martes, 10 de noviembre de 2020

La felicidad (o no) -3-

 

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Quienes visten batas blancas, cuelgan diplomas en sus paredes y se dirigen entre ellos como “eminencias”, aseguran que tanto la felicidad como la falta de ella tienen origen en cuatro sustancias químicas que se hay en nuestro cerebro. La ausencia o niveles bajos de estas sustancias nos crearía infelicidad y, a mayores niveles, mayor felicidad. Quizás reducir el secreto de la felicidad a un proceso químico tenga tanto de romanticismo como un gato atropellado en una noche de lluvia. Pero tampoco está de más comprender que, muchas veces, esa felicidad o infelicidad no depende exclusivamente de nosotros sino de un extraño cóctel de ingredientes que se mezclan en nuestro cerebro a modo de robot de cocina estropeado.

¿Y cuáles son estas sustancias químicas que regulan nuestros niveles de felicidad? Pues, como he leído en un artículo (pues yo apenas acabé el bachillerato), son las endorfinas, la serotonina, la dopamina y la oxitocina.

Que curioso que estas sustancias tan importantes en nuestra vida tengan nombre de amazonas de un país lejano. Imagino a esas amazonas cabalgando briosos corceles, completamente desnudas y con grandes pechos que se mueven al ritmo de...

Perdón, que me desvío del tema.

Las endorfinas (también conocidas como “hormona de la felicidad”) se encargan de estimular las áreas cerebrales que producen placer en nuestro. Su actuación es parecida a la de los opiáceos. Otros beneficios de las endorfinas en el cerebro son su capacidad para inhibir el dolor físico o emocional, estimular el sistema inmunológico, así como mejorar la capacidad de atención. Para generar endorfinas podemos realizar actividades como cantar, bailar, reírnos, practicar deporte, comer alimentos picantes, practicar sexo, ver películas tristes, o dormir. O sea, a follar.

Otro elemento es la serotonina, responsable de nuestra sensación de placer, actúa como moduladora del funcionamiento de otros neurotransmisores, como son la noradrenalina o la dopamina (relacionados con problemas como la ansiedad, el miedo o la agresividad). Para aumentar sus niveles en el cerebro, de forma natural, podemos tomar el sol, hacer deporte, comer chocolate negro o alimentos ricos en omega-3, recordar momentos felices, tener sexo o recibir masajes relajantes, además de procurar tener un ciclo de sueño ordenado y regular. O sea, a follar una vez más.

El tercer elemento es la dopamina, un neurotransmisor generado por nuestro organismo responsable de nuestro bienestar, responsable de proporcionarnos recompensas tanto en el momento de tomar decisiones para hacer algo, como en el momento de haber cumplido un objetivo marcado. Las personas que tienen altos niveles de dopamina tienen una gran curiosidad y motivación por el aprendizaje. Para aumentar sus niveles de forma natural debemos evitar el estrés, practicar ejercicio físico, tener un descanso adecuado y tomar alimentos ricos en antioxidantes. ¿Ejercicio físico? O sea, una vez más, follar.

Por último, la Oxitocina es un compuesto cerebral importante en la construcción de la confianza, que es necesaria para desarrollar relaciones emocionales. Muchos la llaman “la hormona del amor”. Abrazar a una persona o dar de mamar a un bebé (sobre todo si es tuyo y no si lo has secuestrado) es una forma muy rápida de aumentar sus niveles en el cerebro. Esta sustancia química es el motor que enciende y da forma a gran parte de nuestras conductas tales como la empatía, la confianza, la amistad, el cariño, la confianza, la generosidad, el altruismo o la compasión. Asimismo, cumple una función básica en nuestros centros de recompensa dopaminérgicos: es ella quien, por ejemplo, genera el placer durante los orgasmos. ¿Orgasmos? Follar de nuevo.

Vamos, que no quiero ser yo quien vaya de listo, pero queda claro que para ser feliz hay que follar más.

¿Y para llegar a esa conclusión necesitamos a la comunidad científica? Menudo despilfarro… Al menos hay una noticia positiva: acabo de darme cuenta que quiero ser feliz en el jacuzzi, en la cama de agua, en un hotel, de dia, de noche, encima de una lavadora (mientras centrifuga) o en el asiento trasero de un coche.

A poder ser, en un Simca 1000 (aunque sea difícil).

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