Mis expectativas en la vida son pocas, casi todas relacionadas con actos que me acercan a la felicidad. O por decirlo de otra manera: no cumplir expectativas nos frustra y nos lleva a la infelicidad. ¿Y cuáles son mis expectativas? Cientos, miles, millones o apenas media docena. Quizás tan solo dos o tres. ¿Qué importa la cantidad? A cuanto más aspiremos, aumentan las posibilidades de ser felices o infelices. Mis expectativas en la vida no son demasiadas. Con conseguir seguir respirando ya me siento feliz. Y vivo.
¿Y el BDSM? Eso donde dos personas se meten en una habitación a explorar sus deseos más ocultos para llegar a la conclusión de que la vida es más que simplemente respirar. Cumplir mis expectativas en el BDSM no me trae la infelicidad. En cambio, cumplirlas me producen una gran felicidad. He comprendido, con el paso de los años, que toda la felicidad que venga asociada al BDSM es un regalo deseado, aunque no sea solicitado.
Si dejo de respirar me muero. Si no soy amo sigo igual que siempre. Respirar es algo imprescindible, esa es la diferencia.
Lo que más me causa felicidad en el BDSM es mostrarle este mundo a quien no lo conozca. Quizás ese sea el motivo de este blog. Lo que me causa más felicidad es practicar BDSM con una persona que nunca lo haya practicado. No encuentro mayor placer que ese. Pero no alcanzarlo no me causa infelicidad.
¿Cuáles son vuestras expectativas en la vida? Pero no contestéis cosas obvias...
Y aquí finalizan estas entregas sobre la felicidad. Seis en total, como los dedos de mi pie derecho.
Una última recomendación: olvidad lo que siempre habéis creído que está bien o mal (nuestra educación judeocristiana) respecto a la búsqueda de la felicidad. Debéis reiniciaros para atreveros a olvidar lo que os han dicho que está bien o mal y comenzad de nuevo, buscando la llave de la felicidad sin hacer daño a nadie. Disparad en todas direcciones. Vivid. O al menos, intentad sentiros vivos.
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