Mia está de pie e inmóvil, está en el comedor de la persona que ha conocido horas antes. Tiempo atrás, ni tan siquiera se habría planteado subir a su casa. Ahora ni se cuestiona que esté allí, de pie e inmóvil, mientras el hombre la observa. Por suerte la expresión "tiempo atrás" significa ahora tan solo eso: el pasado. Por fin ha llegado ese momento de su vida en que poco va a importarle lo que digan los demás, en el que evitará juzgarse a sí misma. Libertad, diversión, placer, seguridad, sensatez y consenso. Es lo único que necesitaba y, de momento, lo ha conseguido. Sigue con la sensación de que algo le oprime el pecho y también con la piel de gallina como cuando leía los relatos que había escrito el hombre que la observa. ¿Qué debe hacer ahora? No va a hacer nada que no le ordenen. El hombre se acerca a ella y comienza a tocar su cuerpo por encima de la ropa, con los ojos clavados en los suyos, en una conversación sin palabras donde el hombre diría "te toco porque eres mía y me apetece" y ella contestaría "sí, amo". Pero no hay palabras. El hombre introduce la mano bajo la falda de la mujer para comprobar que ha venido a su encuentro sin ropa interior, tal y como le ordenó.
Mia va si ropa interior, pero no porque se lo hubiese ordenado él. Esa orden había llegado antes de conocerse y nunca hubiese obedecido a algo así que viniese de un desconocido (quizás tampoco de un conocido). Por mucho que sintiese curiosidad o le gustase lo que le decía, nunca lo hubiese hecho tiempo atrás. "Tiempo atrás". Pero ahora había acudido a su encuentro sin ropa interior porque había arrancado una época de su vida donde haría cuanto le apeteciese, excitase o divirtiese. Sin juzgar ni ser juzgada.
Mia llevaba demasiados años siendo lo que los demás esperaban que fuese. Esa mujer fuerte, decidida y responsable. El problema es que cuando llevas mucho tiempo siendo el ideal de otros, acabas perdiendo la esencia de la persona y te conviertes en un actor. Sentía que merecería un premio Oscar a la mejor actriz, aunque ese premio tenía un precio a pagar demasiado alto. Y ahora, estaba en ese instante de su vida en que iba a devolver todos los premios que había conseguido e iba a hacer lo que nadie esperaba de ella. Rompiendo en mil pedazos ese molde perfecto.
Mia siente como el amo introduce los dedos en su vagina. Mia se estremece, sin dejar de mirarle a los ojos. Ahora si, Mia está en el lugar exacto donde quiere y siente que debe estar. Porque, en ocasiones, la única forma de romper ese molde es romper con todos los "no" que van rebotando de un lado a otro dentro de tu cabeza. Y cualquiera de esas negativas puede convertirse en algo positivo con el más mundano de los actos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario