La sumisión puede parecer un juego injusto pues, sobre el papel, consiste en establecer una relación donde toma decisiones tan solo una de las partes. Por eso, en muchas ocasiones, cuando una persona que quiere probar la sumisión se acerca al mundo del BDSM por vez primera, lo hace pretendiendo marcar las normas de un juego que desconoce, escondiendo sus inseguridades tras rotundos NO que acaba convirtiéndose en la escafandra que protege al buzo de morir ahogado. Solo que ese buzo está fuera del agua y podría respirar perfectamente si esa escafandra, Porque que algo parezca impuesto no significa que lo sea.
Cuando una persona que quiere aprender BDSM lo primero que cuenta es acerca de sus inseguridades. Es tarea de quien sabe más como funciona esto, el convertir los miedos y los deseos en unas tareas que deban obedecer y puedan incluso hacerlas desistir para siempre. La mayoría piensan que hacemos eso por puro egoísmo e incluso mala fe.
Todo lo contrario: alimentar esas inseguridades (que son la esencia de esos NO) serían alargar un proceso aún más doloroso de lo que es. Si te clavas por error una grapa en un dedo… ¿Qué es mejor? ¿Sacarla poco a poco o de golpe? Si la persona dominada no se atreve a sacarla de golpe… lo hago yo. Y si en ese camino ella arroja la toalla entonces asumo las consecuencias. Pero siempre es mejor que arroje la toalla el primer día que no al cabo de un mes. Hay que coger todos esos NO y provocar para que desaparezcan. Y esa es la tarea del amo o de la persona que tenga más experiencia porque es esa misma experiencia la que nos ha demostrado que esas inseguridades estarán siempre ahí por mucho tiempo que pase, por mucho tiempo, mimo y comprensión que apliques para que otra persona las supere. Si no las ha superado en toda su vida, no las superará en un mes.
Es doloroso, en efecto, pero arrancar la grapa de golpe es la única manera.
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