domingo, 5 de septiembre de 2021

La mujer que camina -y 5- (relato)


 

La mujer continúa atada a la cama, con aquel hombre desnudo, parado frente a ella. La mujer vuelve a escupir todo aquel semen que la ahoga mientras el hombre sonríe. La perversión puede llegar a ser tan sucia como hermosa. Ella vuelve a hacerse la misma pregunta: ¿por qué no la ha sodomizado? Le conoce, o cree conocerle. La realidad es que nunca acabamos de conocer a alguien, ni tan siquiera a quienes te rodean. Pero sabe que aquel hombre, cuando actúa como amo, adora el sexo anal por todo cuanto significa ese acto. ¿Puede que no le apetezca sodomizarla? La mujer alza la vista y le observa. En cierta manera, la mujer siente que su celebro bipolar se divide en dos: por un lado está aterrada que el sexo anal acabe en algo más doloroso de lo necesario, por otro lado está deseando ser sodomizada por él. Como cuando le dijo que quería que se viesen, pero luego, en el último instante se volvió atrás para luego arrepentirse de haberlo dicho. En ocasiones solo puedes salir corriendo cuando coges carrerilla, aunque no todo el mundo es capaz de comprender eso.

El hombre la desata, después sale de la habitación y vuelve con una toalla. Ella se limpia. El hombre sonríe y se tiene a su lado. Ella comprende que esa primera sesión ha acabado. Hoy no sucederá y ese cerebro bipolar llora y ríe al mismo tiempo, como esas máscaras griegas. Y es que la vida no es más que eso: tragedia y comedia, todo en uno.

Se quedan un rato charlando, ella debe irse. Se besan en la puerta y ella sale a la calle.

Había llegado hasta aquella casa vistiendo sin ropa interior, avergonzada y presa de un ataque de nervios. Camina de vuelta a casa vestida de la misma forma, pero con la cabeza alta, observando a quienes la observan, con una mirada casi desafiante. El astro sol, que baña a todos por igual, es ahora una extensión de sí misma. Los colores son más vívidos y ya nada de lo que diga nadie puede importarle. Ni tan solo lo que se diga a sí misma. La mujer camina con la súbita convicción de quien sabe que puede lograr cuanto se proponga, se lo proponga o no. Con el paso del tiempo ha aprendido que esa es la mejor de las consecuencias de entregar tu voluntad a otra persona: cuando la recuperas no hay nadie que pueda vencerte.

Dos semanas más tarde, ella vuelve a casa del hombre, a la cueva del lobo. Entra por la puerta y allí está él, esperándole. La mujer no dice nada, simplemente se arrodilla sobre el sofá , ella misma levanta su falda, se moja los dedos con salida y lubrica su ano. Puede escuchar a su amo quitándose la ropa.

La mujer cierra los ojos y aprieta los dientes.

Ahora si, ahora es lo que ambos desean.

Ahora ha llegado el momento.

-fin-

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