Dicen que, sin pasión, cualquier acto que emprendamos estará destinado al fracaso. Mi opinión al respecto es que no es necesario vivir con pasión a todas horas todo cuanto hacemos, aunque si insuflamos una dosis controlada de pasión a las cosas... todo mejora.
Hay que saber pisar de vez en cuando el freno. Porque un coche a toda velocidad donde al conductor todo le sale bien solo sucede si eres Vin Diesel.
En el BDSM debemos ponerle pasión a todo cuanto hagamos, una pasión controlada, pero pasión sin tapujos también. Que algo no tenga medida no significa que esté descontrolado. Si deseas pasión, si eres una persona pasional, si quieres volver a recuperar la pasión... pídelo.
Pero debemos tener claro que pasión no es fuerza, tampoco es rapidez, pasión no es intensidad, no es velocidad. Pasión es que te arda el corazón por volver a sentirte vivo y que te des cuenta de que, mientras no te detengas, ese fuego tampoco lo hará. Pasión es mirar alrededor y no conformarte con lo que tienes. Pasión es apretar los dientes y dar un nuevo paso.
¿Cómo diferenciar la pasión del hambre o de lo voluntarioso? Es simple: cuando acabas, aunque estés cansado y dolorido, lo único que te ronda por la cabeza es contar las horas para que vuelva a suceder. La definición de pasión es la de un sentimiento capaz de dominar la voluntad y perturbar la razón. Pasión es querer más y, para ello, poner dar todo lo mejor que guardamos hasta quedar extenuados.
Pero la pasión, en el BDSM, debería ser razonable y controlada. ¿Cómo hacer eso? Complicado pero no imposible. Cuestión de experiencia.
Pasión si, descontrol no.
Diálogo de la película "The Walk" (Robert Zemeckis, 2015)
- ¿Algo que declarar?
- Voy a colgar una cuerda de equilibrista entre las dos torres del World Trade Center y caminaré sobre ella.
- ¡Ja! ¡Buena suerte!
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