sábado, 20 de noviembre de 2021

La perversión del todo

 Perversos relatos de [John Deybe]

Más que palabras destinadas a arrojar algo de luz sobre el BDSM, hoy me propongo reflexionar sobre aquello que somos y no aquello que hacemos.

Y es ahí, en esa primera frase, donde ya radica la trampa del lenguaje.

Imaginemos un texto periodístico donde se entrevista a una actriz, un actor o a alguien que conduce un coche de Fórmula 1.

-¿Podría introducirnos un poco sobre su persona? ¿Quién es usted? -pregunta el periodista

 -Soy conductor de fórmula 1 -responde el entrevistado

También podría decir “soy actor/actriz” o “soy escritor/a” o “soy cocinero/a”, alargando las variantes hasta el infinito (y más allá). ¿Realmente esas personas son quienes manifiestan ser? Porque no son actores, cocineros, escritores ni pilotos el cien por cien del tiempo que respiran. No se acuestan a dormir en el coche de Fórmula 1 ataviados con el mono y el casco, no están escribiendo mientras comen o no cocinan cuando se echan esa reparadora (y necesaria siesta) de los domingos.

Cuando declaramos que somos algo, lo que estamos definiendo es una parte de nuestra ocupación diaria, parte de nuestros gustos o de nuestra personalidad. Porque de la misma forma que decimos que somos soñadores no estamos soñando todo el rato. O cuando decimos que somos románticos tampoco somos de esas personas que caminan sobre nubes de azúcar repartiendo rosas incluso cuando duermen.

 El “ser algo” no es un todo, aunque ese algo nos defina.

La recopilación de mis relatos sobre BDSM se titula “perversos relatos” y no porque yo sea perverso sino porque la perversión impregna todas y cada una de las páginas de ese libro como motor para transgredir y empujar a los personajes. Toda ficción necesita de una motivación. La perversión, como muchas otras cosas que “somos” es un modo de definir un contexto en la narrativa. Y todos sabemos que la perversión es algo que funciona de maravilla en nuestras fantasías. ¿Y acaso la ficción no es una fantasía?

Comprendiendo que si digo que soy perverso, no lo soy a todas horas… ¿Qué me define cuando digo que lo soy? (aparte de un ejercicio de egocentrismo al que estaréis acostumbrado si sois lectores de este blog).

 

Cuando acudo al diccionario de la RAE para buscar la definición de ciertas palabras, acostumbro a encontrar que el resto de definiciones son más acertadas que la primera. 

No me considero perverso (en ciertos momentos) por ser malo ni causar daño. Porque no soy malo y respecto a lo del daño nunca dañaría a nadie (a no ser que el contexto y el consenso BDSM me lleve a ello). Prefiero quedarme con la segunda definición y considerarme a mi mismo como alguien que (de vez en cuando) corrompe costumbres, orden y estado aunque sea durante unos minutos. Y eso no es malo porque es el motor de muchas cosas que acaban desembocando en ese placer (culpable o no) que nos ilusiona, pero, sobre todo, que nos hace tener constancia de la vida en el sentido de sentirnos vivos.

 

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