Este breve relato, que podría parecer un cuento tradicional, comienza con la también tradicional Caperucita Roja caminando alegremente por el bosque, en dirección a casa de su abuelita. Aunque, a poco que agudicemos la vista, caeremos en la cuenta de que la caperucita no es tal ni tampoco puede dirigirse a casa de su abuelita. En el cuento, la niña vestida de rojo era eso: una niña. En este relato la caperucita ya no es una niña, en realidad si nos fijásemos mejor veríamos que nuestra particular caperucita luce blancos cabellos bajo esa capucha roja. Tampoco se encamina hacia la casa de su abuelita pues, por desgracia, la abuelita ya no está. No porque muriese sino porque conoció a un abuelo motero y ambos se largaron a dar la vuelta por el mundo armados de una bonita moto cromada y decenas de pañales para adultos. ¿A dónde se dirigía nuestra madura caperucita entonces? Recordad que en toda fábula hay un villano y la nuestra tiene a un animal de afilados dientes con hambre de carne fresca. O no exactamente así pues nuestro lobo está esperando en la puerta de lo que parece una cabaña de madera construida entre dos árboles, decorada con bonitas flores de mil colores y con una chimenea de la que sale humo. Todo muy bucólico y propio de un hobbit.
Al verla llegar, el lobo sonríe mostrando todos sus dientes, que son muchos mientras caperucita se hunde un poco más dentro de sus ropajes y también sonríe, maliciosamente. Parece que el lobo se va a comer a nuestra caperucita, aunque no de la forma que imaginábamos. De repente, mientras se acerca, nuestra caperucita comienza a despojarse de sus ropas hasta llegar a la altura de la casa completamente desnuda.
-Hola señor Lobo -dice ella.
-Hola caperucita -contesta él sin dejar de sonreír maliciosamente al tiempo que se hace a un lado para que caperucita entre en su morada.
Una vez dentro, el lobo saca un pañuelo de seda roja y lo coloca alrededor de la cabeza de ella, privándola de la vista.
-¿Es necesario, señor Lobo? -pregunta caperucita.
-No es que sea necesario, mi dulce caperucita, es simplemente que me apetece.
-A su servicio siempre, señor Lobo.
El lobo, entrecerrando los ojos y abriendo la boca, lanza la primera dentellada contra ella. Un primer mordisco suave en el cuello de la mujer. Caperucita se estremece mientras coge la cabeza del lobo para que no deje de mordisquearla. Los dientes del lobo se deslizan suavemente desde el cuello de ella hasta sus breves pechos y captura uno de sus pezones con los dientes. Caperucita vuelve a estremecerse mientras nota un dedo del lobo abriéndose paso en su culo, entrando en él.
Por unos instantes Caperucita está a punto de preguntar si es también necesario que tenga un dedo metido en su culo, pero poco importa ya. Necesario o no, es placer culpable, de ese que convierte el día en algo irrepetible. Como su abuelita rodando por el mundo a lomos de una motocicleta. ¿Acaso es mejor ir cada día a casa de ella a llevarle una cestita de manzanas? Caperucita se arquea y abre sus nalgas con ambas manos. Entonces nota como el lobo escupe dentro. Lo que viene a continuación es algo que, aunque deseado, también le aterra. ¡Maldita sea, es un lobo! ¿Cómo le va a apetecer que un animal salvaje la sodomice?
Caperucita siente el pene del lobo entrando en sus entrañadas, abriéndola poco a poco mientras del dolor deja paso al placer y se abandona cerrando los ojos.
A pesar de tener una venda en los ojos…
No hay comentarios:
Publicar un comentario