La mujer está al final de la tienda de ropa, junto a los probadores, está mirando distraídamente algunas
piezas de ropa, tocando sus tejidos, sacándolas de sus expositores para verlas
mejor. Todas son de ropa interior. Y no una ropa interior cualquiera. Son hermosas
piezas de la mejor seda y encaje, de colores brillantes y transparencias
asesinas. Aunque esa mirada distraída esconde una intención que se esfuerza por esconder, como si no fuese con ella, como si estuviese eligiendo la ropa para el regalo de cumpleaños de una amiga.
A dos metros de ella, un hombre espera pacientemente. No es su marido, tampoco su amante, no es ni tan siquiera un amigo. La mujer sostiene ahora frente a ella una percha con una especie de body negro de encaje con portaligas. Se la muestra con discreción al hombre quien asiente con la cabeza.
La mujer pregunta a la dependienta si puede probárselo y dos minutos más tarde está desnudándose en uno de los probadores. Al otro lado de la cortina, el hombre espera pacientemente. La mujer se despoja de toda su ropa y queda desnuda, después se viste con el body negro de encaje, se observa a sí misma en el espejo y finalmente pronuncia el nombre del hombre, lo hace en voz baja, casi un susurro. La cortina se abre y en el probador entra su acompañante, quien vuelve a cerrar la cortina. El hombre la observa con detenimiento, luego la coge de un hombro y la empuja a darse la vuelta. Al cabo de un rato el hombre niega con la cabeza y la mujer se ve obligada (esa es la palabra) a vestirse de nuevo y volver a la tienda.
La escena se repite varias veces hasta que el hombre asiente con la cabeza. Se trata de un body casi transparente que deja poco margen a la imaginación. La mujer observa sus grandes pechos luchando por salir del encaje, su coño sin depilar, todo le causa una gran vergüenza, pero también una gran excitación. Por fin ha encontrado la ropa interior…
La mujer se arrodilla dentro del probador, baja la cremallera del hombre y mete su pene en la boca. Mientras le hace una mamada puede verse reflejada en el espejo. ¿Qué está haciendo? ¿En quién se ha convertido? Al cabo de un rato el hombre la coge con fuerza de la cabeza y eyacula en su boca. La mujer traga obedientemente todo el semen y después levanta la mirada. El hombre asiente y sale del probador. La mujer se quita el body, se viste de nuevo y sale del probador para pagar la prenda. El hombre ha desaparecido.
Mientras paga no puede dejar de sonreír, es feliz. Está orgullosa de sí misma, lo ha conseguido.
¿Qué está haciendo? Se repite. Obedecer, contesta en silencio. ¿En quién se ha convertido? Vuelve a preguntarse.
En una sumisa. La perra que lleva años escondida tras alguna columna de su memoria y que ahora, junto a muchas otras mujeres que hay dentro de ella, por fin han conseguido escapar del laberinto.
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