En alguna ocasión me ha sucedido encontrarme con una persona con la que tuve una sesión y ella estuvo toda la sesión con los ojos vendados. Es decir: que nunca nos habíamos visto en persona. Lo de una sesión a ciegas es más habitual de lo que imaginamos. Una vez vencido el miedo y la desconfianza, el hecho de no ver ni conocer el rostro de la persona con la que vas a tener un momento de fantasía (des)controlada se convierte en un momento irrepetible. Hay que vencer ese miedo, obvio. Otros lo llamarían "locura". Puede que tengan razón.
Cuando me encuentro con esa persona con la que he tenido momentos de intimidad, este nuevo momento acaba siendo tan emocionante como los momentos previos a la sesión. A veces, después de una sesión a ciegas, quedamos en un bar para charlar como dos completos desconocidos obviando todo lo que acaba de suceder. En otras ocasiones ese encuentro es puro azar.
El secreto de la felicidad es comprender que la felicidad no existe sino que es la suma de pequeñas emociones que nos hacen puntualmente felices, intentando equilibrar una balanza donde siempre existirán los contratiempos. Y charlar cara a cara con alguien a quien no has visto antes pero con quien has compartido piel, sudor, fluidos y placer... es una de esas emociones que suman mas que restan.
Podéis pensar que quienes actuamos así estamos completamente locos, que nadamos contracorriente o que tomamos el camino equivocado. Lo asumo. La vida tiene cientos de caminos y todos son equivocados o no dependiendo del tipo de caminante que emprenda la aventura. Y muchas veces esa perspectiva nace de la moral o del miedo. Podéis argumentar que esa sesión y ese encuentro son un gran de arena que no forman una playa. Y posiblemente tendréis razón. Pero tampoco es una piedra en el zapato. Y yo he aprendido a vivir de forma que casi todo lo que no sea una piedra en el zapato me suma.
No os estoy diciendo que quedéis con desconocidos a ciegas para tener un momento de (des)controlada fantasía y luego toméis un café con ellos cara a cara sin haberles visto antes el rostro. Ese camino hay que saber y querer tomarlo. Y, con toda seguridad, no es vuestro camino. No lo defiendo. Solo expongo que cada uno construye sus momentos de emoción como buenamente puede, intentando construir eso que parece una utopía: la felicidad.
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