L se pregunta si está haciendo bien. Una pregunta que se repite varias veces al día por muchos motivos diferentes al actual. La mayoría de esas veces nunca obtiene una respuesta porque todas esas preguntas son en realidad dudas tan etéreas como una pluma de oca en un día de fuerte viento. Pero hoy y ahora, en la cama, desnuda e intentando conciliar el sueño, se pregunta si realmente está haciendo bien. Realmente. Ya no es una duda etérea sino una pregunta que la obligará a tomar una decisión. Una decisión que quizás ya haya tomado involuntariamente Durante toda su vida ha fantaseado con la idea de convertirse en sumisa, de ser usada, humillada y golpeada. Esas fantasías que funcionan cuando se quedan en ese indefinido espacio entre el sueño y la realidad. Pero ahora podría ser realidad. Ha estado toda la mañana hablando con un amo en Tinder y después de la conversación, sin poder conciliar el sueño, algo le dice que la fantasía podría ser real, pero también le asusta.
L se pregunta si desea convertirse en sumisa o debería olvidarse de todo. Aunque pueda confiar o desconfiar de ese hombre, en realidad la única de quien desconfía es de si misma. Sabe que en cualquier momento puede darse la vuelta y salir corriendo. Pero le excita tanto la situación... Se conoce, ha llegado el momento y necesita de toda esa dureza con control. Necesita cerrar los ojos y abandonarse.
L desnuda en su cama, alarga la mano y coge el consolador que guarda en el cajón. Lo pone en marcha y lo desliza entre sus piernas. Necesita imaginar todo cuanto han hablado, necesita sentir que, desde la fantasía, es real. Imagina a ese hombre usándola, humillándola, golpeándola, follándola por todos lados, corriéndose en su cara. Todo le da miedo y todo lo desea.
L mueve el consolador hasta su culo. Nunca ha disfrutado del sexo anal pero quiere volver a probarlo. Y desde ahora mismo va a entrenarse para ello. Incluso el consolador, delgado en su extremo, le duele, pero sigue empujando un poco mas mientras con la otra mano frota su clítoris. Dolor y placer. ¿Y no es eso lo que desea?
L, con el consolador en su culo, se corre como pocas veces antes sin poder dejar de imaginar que el hombre con quien ha estado charlado es quien está sodomizándola mientras la abofetea y le dice que es una auténtica perra enculable.
L saca el vibrador y lo deja encima de la mesilla, después cierra los ojos y se queda dormida. Con la esperanza de que en sus sueños, cuanto acaba de imaginar, continúe. Con la esperanza de que cuando despierte, continúe en la vida real.
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